Muelle 1
Carlos Alberto Duayhe
A mi hijo Omar, cumpleañero hoy, con todo cariño
Tuve la fortuna de conocer en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el libro La revolución interrumpida del maestro Adolfo Gilly, de amena e intensa lectura que hace redescubrir y valorar, desde múltiples conocimientos y reflexiones, esa gran transición social histórica de principios del siglo anterior que en mucho determina lo que de nación tenemos.
Interesante lectura y recomendada por muchos maestros no sólo del país sino de todo el continente de América y de otras latitudes, de las ideologías conocidas.
Gilly fue un comprometido de izquierda que será recordado por su invaluable participación en la investigación social y demócrata activo sin par, respetuoso, crítico, polémico por decir y defender sus ideas a costa de arriesgar el pellejo no pocas veces, muy mexicano no obstante ser argentino y judío de nacimiento.
Luego tuve oportunidad de conocerlo en el diario unomásuno, del que era articulista.
Se recuerda su gran amistad con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, con quien colaboró cuando éste era jefe de Gobierno del otrora Distrito Federal.
Y cuando, bien lo refiere David Martín del Campo, Cárdenas y Gilly fueron correteados por unos encapachados por andar protestando en el Hemiciclo a Juárez cuando el asesinato de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, de la que se salvaron.
A propósito de salvaciones quiero dejar constancia de una de ella que me tocó por fortuna y azahares de la vida, con él.
Coincidimos en un vuelo que salió de la Ciudad de México a hacer escala en Houston y de allí a París. Nunca nos encontramos entre tantos pasajeros, casi 300 en esos enormes aviones, aunque él me dijo después que desde allí me avistó.
Al arribar a la capital francesa, recolectar el equipaje y pasar a la aduana, fui detenido por las autoridades debido, supongo, en calidad de sospechoso o por los apellidos o por la figura, a saber: el caso es que esperaban encontrar primero a un terrorista –acaban de poner una bomba en la isla de Santa Elena-, narcotraficante o, como dicen las leyes nuestras, lo que resulte.
Y sí, al abrir la maleta encontraron, entre otras maravillas: mole doña María; achiote, rajas de chiles en conserva marca Herdez; caja de Hot Cakes de Aunt Jemima; alegrías; dulces de coco; tamarindos; ate de guayaba, encargos todos de Marco Aurelio Carballo para la escritora Elena Garro y Laura Helena Paz Garro, exesposa e hija de Octavio Paz (es otra historia).
Sostenían los franchutes, en inglés, que si llevaba algún explosivo; luego que tanto el mole como el achiote pintaban que volaban a alguna familia del hashish hasta que los probaron y, del blanco pálido pasaron en instantes al colorado sus rostros. La harina de hot cakes, nada más ni nada menos les parecía dar con el blanco esperado, oh decepción cuando abrieron la caja.
Afuera de las oficinas policiales y de aduanas se escuchaban gritos y amenazas de hablar con el embajador de México en París si no aclaraban de inmediato el atropello y una disculpa al detenido, que por cierto fue –fui-llevado a un cubículo más pequeño a quitar la ropa a 7 grados Celsius y abrir los zapatos, por si había explosivos o enervantes: era Adolfo Gilly.
De mala gana me solicitaron reempacar la maleta toda tirada y advertirme que sería objeto de vigilancia hasta mi salida de la gran nación gala.
El maestro Gilly dijo que de manera fortuita vio cuando me separaban de los pasajeros y no se fue hasta llevarme con bien al bar del aeropuerto a tomar un generoso vaso de wiski, antes de que él continuará su viaje hacia Inglaterra a dar una conferencia, no sin antes decirme y soltar una enorme carcajada con su acento argentino: Duayhe, te vieron cara de fedayín.
A mi hijo Omar, más felicitaciones de quienes lo queremos tanto.