Por Arturo Sandoval
“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre sus propios oprimidos” Simone De Beauvoir.
Las marchas, los gritos, los cánticos, los bailes; claro: las pintas, los pañuelos, la diamantina, los daños a edificios públicos y privados de este 8 de marzo logrados por la ola de miles de mujeres. Las autoridades contaron como 80 mil, quizás fueron mucho más en la CdMx, son verdaderamente impresionantes pero no sorprendentes.
Todo esto hará crecer el voto de las mujeres en todas las elecciones y premiar o castigar a gobiernos indiferentes a ellas y a sus legítimas demandas.
Un padre buen proveedor en una familia, no da derecho a ningún hombre de ser violento con la esposa o pareja, ni con los hijos, ni con nadie. Por esto los políticos deben tomar mucho, pero mucho en cuenta que no bastan los programas sociales y asistenciales, reparto de dinero y todo tipo de beneficios a los más pobres, si sus mujeres y niñas son violadas y asesinadas, si no hay seguridad, pero sobre todo; si continúa el imperio de la impunidad.
“La Primavera de las Mujeres” no sólo en un zape a los gobernantes, es mínimo, una patada en los “huevos” para que cumplan con protegerlas, cuidarlas de no sufrir violencia por hombres, autoridades y algunos medios de comunicación que las criminalizan. No tratar de sólo disminuir la impunidad, aquí sí, eliminarla totalmente es función y obligación del gobierno cuando haya o no denuncia oficial.
Hacer caso a los “Tendederos de denuncia” en secundarias, prepas, vocacionales, Facultades, universidades, centros de trabajo de gobierno y empresariales. No visualizar y no actuar en estas denuncias públicas es alimentar la impunidad. También hay páginas Web plagadas de denuncias desde hace años, sólo es cuestión de darle un click e investigar los casos.
Se debe incluir a un grupo especial de mujeres que de corazón se manifestaron ayer en contra de la violencia ejercida por hombres y autoridades, pero este día sufren dosis de violencia por las mismas manifestantes. Son las mujeres policías, enviadas por la autoridad a resguardar todas las propiedades y monumentos en lugar de policías hombres, para neutralizar la violencia con igualdad de género.
Las mujeres policías, son madres, esposas, madres solteras, solteras, dedicadas a trabajar en la seguridad de la población. Sus pistolas, toletes, uniformes, no las ponen a salvo del acoso de sus compañeros, algunos jefes, ni de cualquier hombre en la calle o en sus casas. Así sucede en el Ejército, en la Marina y quizás en la nueva Guardia Nacional.
Detenerse en las caras y gestos llenos de tensión de estas mujeres con cascos, caretas y escudos dentro de la marcha del Día Mundial de las Mujeres, son el vivo reflejo de la angustia, de la incertidumbre. Las empujaron, quizás recibieron golpes, les pintaron su equipo; algunas se defendieron y también lanzaron toletazos. Doble dolor: ser lastimadas por compañeras de género y desgracia, con la disyuntiva de provocar daño a otras mujeres, cuando en realidad ambas son víctimas.
La excelente portada de la revista Proceso del 7 de marzo, retrata esos rostros. Claro, el contenido es de lo mejor.
NOTA: no las olvidemos, la vestimenta y equipo, no les quita ser pueblo uniformado y menos ser mujeres vulnerables, con los mismos agravios que las manifestantes. Son maltratadas por todos, sólo por cumplir su trabajo para ganarse la vida y llevar comida a la mesa de su familia. También violadas y abusadas en sus centros de trabajo y en todos los lugares. Además, ellas también votan al igual que más del 50% de electores que para bien, son mujeres.