Del tercer informe de Enrique Peña Nieto queda en la memoria la resurrección, con todo su fasto, del llamado “Día del Presidente”, el cual entró en un impasse cuando a Vicente Fox le correspondía rendir el sexto, en un entorno muy caldeado por los cuestionadísimos resultados de la elección en la que impuso a Felipe Calderón, tras un proceso colmado de campañas sucias, descalificaciones y el proceso de desafuero a modo al que se sometió a López Obrador con la clara intención de hacerlo a un lado de la contienda electoral por esta vía.
Esa misma irritación popular continuó durante el primer año del sexenio de Felipe Calderón y, en mayor o menor medida se mantiene hasta ahora, por lo que el Presidente sigue sin acudir a San Lázaro, como antaño. Fox y Calderón quisieron revestir el miedo al ridículo de falso pundonor republicano, por lo que decidieron entregar con un propio el mamotreto de rendición anual de cuentas al Congreso, y enviar posteriormente a los secretarios a dar la cara ante los legisladores.
Felipe Calderón instauró la costumbre de ofrecer un mensaje posteriormente a la entrega del informe, en un escenario a modo, con invitados selectos, y en recintos como el Auditorio Nacional. Hasta ahora Peña había seguido este libreto. Sin embargo, a partir del tercer informe, si bien no acudió al Congreso, se armó un tinglado muy al estilo de los de los viejos tiempos, cobijado por el entorno del Palacio Nacional. En suma, fue un acto como los de antaño, para aplaudir a rabiar al Presidente y tratar de hacerle creer al pueblo que Peña tiene el respaldo de los poderosos y que existen posibilidades de que cumpla sus promesas.
En cuanto al contenido esperado, tan memorable como la vuelta a las viejas formas de la parafernalia política mexicana, resultó el cantinflismo y el sinsentido del Presidente, quien tuvo el arrojo de condenar la demagogia al tiempo que incurría en ella en el mismo mensaje que estaba dirigiendo al respetable.
En la parte medular de su discurso Peña condena el populismo, con dedicatoria a López Obrador —quien indudablemente ha procurado acercarse al pueblo llano durante los últimos años—, y nada dice del que encarna él mismo, a través de acciones como el reparto de televisores, despensas, tarjetas de Soriana, Monederos Monex, así como con su presencia en actos asistencialistas —que por cierto, también condena—, en los que se toma la foto lo mismo con viejitos que con indígenas y mujeres de comunidades marginadas.
Más de lo mismo: Pidió paciencia para que las llamadas reformas estructurales reporten los beneficios prometidos y anunció que acudirá al viejo recurso de contraer deuda disfrazada de modernos mecanismos de captación en la Bolsa y otros mercados financieros, como los llamados bonos educativos por 50 mil millones de pesos, que se colocarán en el transcurso de los próximos tres años y , según el nuevo secretario de Educación, Aurelio Nuño, no constituyen una deuda (mmmmm… donativos no son, inversiones tampoco, impuestos especiales, menos y deuda, dice Nuño que tampoco. ¿De dónde vendrán entonces estos oscuros recursos? ¿Serán alguna suerte de lavado de dinero?).
Algo similar pasa con las famosas fibras E, que no son sino bonos emitidos con la infraestructura del sector energético estatal (Pemex y CFE, básicamente) como respaldo, lo que en pocas palabras significa más deuda para un gobierno que presume de tener grandes reservas internacionales y una débito externo manejable, pero que no habla de la creciente deuda interna.
Con bombo y platillo, el gobierno firmó los dos contratos que marcan el arranque de la privatización del sector energético y que, en las condiciones actuales del mercado, no nos extrañaría ver pronto al gobierno salir al rescate y saneamiento de estos negocios para volverlos a vender a precio de ganga, una vez “saneados” a precio de oro, como ocurrió con la banca, las aerolíneas y las carreteras de cuota, sólo por citar algunos ejemplos.
Al poner en marcha la embestida contra López Obrador y todo lo que representa, a Peña Nieto podría revertírsele ese grito de “¡Ahí viene el Peje, ahí viene el Peje”, que tan buen resultado les dio a Fox y a Calderón y pasarle lo que al pastorcillo con el lobo.
Es muy probable que, a estas alturas, las diatribas y señalamientos demagógicos, como aquellos en el sentido de que el Peje era guiado por el rencor, que sería igual a Chávez (hoy tal vez dirían que a Maduro) de llegar a la Presidencia, que no respeta las instituciones, no causen hoy la misma reacción entre los electores que, hartos de los políticos del PRI y el PAN, más temprano que tarde, terminarán votando por el Peje o por algún candidato independiente que, habrá que tener mucho cuidado, no debe ser un nuevo Fox, un Bronco ni un émulo mexicano de Ted Turner.
Por lo pronto habrá que estar conformes con la explicación —nada demagógica, por supuesto— de que las llamadas reformas estructurales no han cuajado por culpa de la economía mundial y de otros imponderables, pero en los tres años que quedan vendrá un despegue nunca antes visto, que la economía no ha crecido, pero los empleos sí, que tenemos la menor inflación en muchísimos años y que el desmantelamiento de la industria energética, y con ella de los últimos activos importantes del pueblo mexicano, será la palanca que nos lleve al primer mundo en unos cuantos años.
Ya viene, ya viene … y ya es tiempo de un cambio urgente par el país