Javier Peñalosa Castro
No hay novedades a la vista. Todo parece igual. La lucha sorda por el poder domina el panorama, en tanto que menudean las batallas por los recursos que unos libran para volver a tener un techo o para alimentar a sus hijos, en tanto que otros protagonizan cruentas zacapelas por llegar a poder, y con ello a la fuente de la eterna corrupción, donde ahogarán sus preocupaciones económicas y las de su descendencia durante algunas generaciones.
A unos cuantos días de que venza el plazo para el destape del candidato del PRI a la Presidencia, que marcará el banderazo de salida para el resto de los contendientes, lo único claro es que Andrés Manuel López Obrador ha aprendido de experiencias anteriores, mantiene la ecuanimidad y modera sus dichos y actitudes para evitar dar material para las campañas negras que los lobos de mar de la publicidad que han asesorado al PRI y al PAN para descalificarlo y desacreditarlo se han vuelto especialistas en confeccionar, y que cinstantemente dan nuevas muestras de su aviesa maestría en estas lides.
Durante las últimas semanas, y luego de que el PRI le diera vía libre para su postulación pese a no ser formalmente militante de ese partido —aunque ha demostrado que domina las mismas mañas que éstos—, el secretario de Hacienda, José Antonio Meade ha protagonizado una descarada campaña en la que su figura se ha expuesto en diversos foros y en todos los medios de comunicación.
A ello se suman los pronunciamientos al más puro estilo de la “cargada” priista que han formulado oscuros personajes como el dirigente empresarial salinista Carlos X González y el impresentable ¿panista? Vicente El alto vacío Fox Quesada, quien en su momento apoyó a Peña Nieto y hoy hace propaganda en favor de Meade, al tiempo que lanza —cual chachalaca— dicterios contra el puntero en las encuestas.
Cada vez hay menos duda de que, una vez disfrazado de “no priista”, el prianista Meade busca que la gente reconozca su cara y recuerde su nombre con miras al proceso que se avecina, para lo cual aprovecha cuanto miucrpofono tiene enfrente y discursea a nombre del gobierno peñista, para que su voz también comience a ser identificada.
Se trata de una estrategia en línea con la que llevó a cabo Peña Nieto en los noticiarios de Televisa antes de que iniciara el proceso electoral, y que tan buen resultado le dio para posicionarse con una imagen de político joven y bien parecido, pese a que fue sólo un gris gobernador.
En tanto, y pese a los ataques que le lanzan el PRI y el gobierno, parece ganar presencia el mazacote que formaron los hábiles dirigentes de lo que queda del PRD, los restos de un PAN abandonado por calderonistas, zavalistas y sus adláteres y la oportunista franquicia que opera el incansable Dante Delgado, quien ha convertido a Movimiento Ciudadano en una especie de Partido Verde sin derecho de exclusividad.
En principio, para Ricky Ricón Anaya será la candidatura del Frente a la Presidencia, con o sin el apoyo de sus actuales compinches, en tanto que a Alejandra Barrales le correspondería la nominación para buscar la jefatura de gobierno de la Ciudad de México y a Dante alguna buena cuota de curules, escaños e incluso alguna gubernatura (la de Jalisco, por ejemplo, con su pupilo Enrique Alfaro, quien ya se ve sentado en esa silla).
Por el lado de Morena, si bien es evidente que se quiere desacreditar a su único aliado, el PT, también lo es que ese partido resulta particularmente vulnerable a la crítica debido a las andanzas de su sempiterno dirigente, Alberto Anaya, por lo que bien haría la dirigencia de Morena en analizar la conveniencia de esta alianza de frente a las elecciones de 2018, pues aparentemente podría restar más de lo que sume a aquella causa.
El PRI, que ofreció “donar” para las tareas de reconstrucción tras los sismos del 7 y 19 de septiembre, parte de los fondos públicos que le asigna el gobierno, al igual que al resto de los partidos, en principio, para intentar transparentar el financiamiento de las campañas electorales, ha dado muestras de estar más que listo para librar una guerra muy al estilo de la que tuvo lugar este año en el Estado de México para entronizar al Primer Primo, Alfredo del Mazo Maza, como el nuevo virrey de los atlacomulcas.
Muy a la callada, seguramente se preparan las huestes que habrán de “barrer” el país en busca de votos, y que serán dotadas de carretadas de recursos para comprar los sufragios que se requieran a cualquier precio.
Todo parece indicar que antes de que termine noviembre conoceremos a los candidatos formales a la Presidencia (habrá que esperar algo más para ver si alguno de los llamados independientes logró reunir el millón de firmas que se exigen)m y que tendremos una idea bastante aproximada de los nombres que aparecerán en la boleta.
Mientras tanto, habremos de ser testigos de nuevos intentos de desacreditar al puntero en la contienda por Los Pinos y a otros adversarios de cuidado, como preámbulo al desaseado proceso electoral que se avecina para 2018.