Me preguntan constantemente cual es mi solución a la debacle social que sufrimos, muchos lo hacen con ironía y unos tantos con sorna esperando, supongo, que evidencie una supuesta afiliación partidista o línea editorial impuesta, pero mi respuesta es constante, seria y dirigida con la mejor de las intenciones a quienes con un verdadero sentido de alarma dan cuenta de la gran dificultad que atravesamos.
Trataré de explicarlo de la manera más simple que pueda, sea pues que la consciencia es mi solución y con ello quiero decir tácitamente el reconocimiento real de nuestro entorno, el entorno de nuestros pares y los causales que nos han llevado, o traído, hasta la triste actualidad que ahoga, evitar la repetición y conducción de los mismos patrones que nos desembocarán a más de lo mismo e irremediablemente a un círculo vicioso, es la consecuencia automática de la consciencia.
Por ello parece menos que sorprendente la cantidad de personas que aún no se dan cuenta de tal circunstancia, siguen suspendidos en la armonía de cantos de sirena, embelesados en la esperanza, la fe de soluciones mágicas e inmediatas que no impliquen el menor sacrificio de sus voluntades esclavizadas, sorprendentemente millones ven en el perdón y no en la justicia ¡una solución marginalmente aceptable!..
Los seres humanos hemos creado dioses, uno o varios, con la sesgada pretensión eventual de emular gestas de sacrificio heroicas e índole espiritual que nacen de nuestras febriles mentes, pero la esencia de tal planteamiento siempre fue el control de la voluntad de nuestros pares, siempre con la motivación del ejercicio del poder, esa ambición primigenia que hace del ser humano la especie más nefasta y viciosa que la historia de la tierra ha experimentado, y nos encontramos hablando de eones de existencia, prácticamente son 4,700,000,000 millones de años desde el nacimiento de este planeta, que bautizamos Tierra, concretándose cinco eventos de extinción masiva causados desde factores estelares como meteoritos o explosiones de supernovas hasta periodos geológicos como glaciaciones, erupciones volcánicas y desplazamientos de placas tectónicas, incluso se ha ponderado una pandemia viral como la causa de la última extinción terrestre, la de los dinosaurios acaecida hace tan sólo 65,000,000 años, pero mañana puede ser la inconsciencia del hombre la razón de la sexta extinción masiva.
Con una población actual de 7,518,000 millones de habitantes, cuando en el año1800 habían menos de 1 millón de habitantes en el mundo y hace sólo 10 años éramos 6,500,000 millones personas, hoy día prácticamente hay 3 nacimientos por cada defunción, en tan sólo 7 meses (enero a julio de 2017) han nacido 75 millones de seres humanos, la taza de crecimiento demográfico vigente pronostica que para el año 2050 habrán ¡9,500,000 millones de humanos agobiando este planeta!.. ¡¡¡y aún con estas escalofriantes cifras hay optimistas cantamañanas que nos recetan el cuento del amor, felicidad y paz en el mundo del consumismo y el hedonismo!!!.. (Hedonismo; placer como fin supremo).
Pero lo verdaderamente asombroso es que ¡la existencia humana no supera ni al menos 195,000 años, con la aparición del hombre de Kibish!, los primeros primates se han datado en 58,000,000 millones de años. (Hombre de Kibish; restos fósiles encontrados en el el valle del río Omo, al sur de Etiopía).
Dentro de una escala estelar, como lo plantea maravillosamente Carl Sagan (1934-1996) y el insustituible “The cosmic calendar”, la existencia del universo a partir del “Big bang” se remonta a 13,800,000,000 millones años. En este calendario cósmico se plantea un ejercicio de equivalencia donde el evento big bang ocurre en un hipotético momento inicial de un año, es decir durante el primer segundo del día primero de enero (repito, hace 13.8 miles de millones de años), para el 14 de septiembre del año en curso del calendario cósmico se ha formado la tierra (hace 4,7 miles de millones de años), el 24 de diciembre surgen los dinosaurios (que dominarán la tierra durante millones de años hace 160 millones de años), el día 28 de diciembre del calendario cósmico sucede la última extinción conocida, la del periodo Cretácico-Terciario (los dinosaurios desaparecen hace ya 65 millones de años), en el día 29 de diciembre surgen los primeros primates (hace 58 millones de años), el día 31 de diciembre a las 22:30 horas del hipotético año estelar cósmico hacen su debut los primeros homo sapiens con el hombre de Kibish (aproximadamente 195,000 años).
¿Da cuenta el amable lector de la insignificancia de la vida humana comparada con la existencia del universo y el planeta Tierra?..
Finalmente en esta escala cósmica la historia humana comienza a las 23:59:50 ¡10 segundos antes del final del año cósmico!.. tan sólo hace 15 segundos menos 23:59:35 en la civilización neolítica (considerada prehistórica) se ha inventado la adoración a deidades y el negocio de la esperanza comienza su truculento exitoso camino al futuro.
La presencia, impacto, influencia pero sobre todo la presión de la humanidad sobre su entorno no supera los 25 segundos del calendario cósmico u 11,000 años reales, cuando las civilizaciones neolíticas cambiaron el paisaje a voluntad iniciando la agricultura y construyendo asentamientos.
Desde entonces la humanidad no ha aportado ningún beneficio a esta ya muy dolida Tierra que tanto alabamos y nos esforzamos por degradar siempre con lagrimas de arrepentimiento falso e hipócrita quebrantando el equilibrio natural insistentemente, no hemos hecho otra cosa que depredar, explotar, extinguir, asesinar, violentar todo lo que se ha puesto a nuestro alcance, somos la máxima maquina de destrucción y corrupción imaginada.
De nada han servido el avance del conocimiento, las tecnología y el desarrollo del hombre en general, nos encontramos en una auténtica debacle, los exponentes más mezquinos, más ambiciosos y más agresivos de la raza humana tienen al 98% del resto de la humanidad esclavizada, literalmente, controlada a sus caprichos, la parte más escalofriante de todo este aterrador panorama es que ni esos que ostentan el poder tienen la consciencia plena de lo que han sembrado, y que pronto, muy pronto tendrá consecuencias de nivel extinción, de facto en los últimos años una buena parte de flora y fauna han desaparecido irremediablemente, todo ante la mirada pasiva de miles de millones de individuos que siguen anhelando alcanzar la promesa de una vida mejor, ¡es francamente ridículo escribir y ponderar esto como justificante!, miles de millones buscando respuestas en dioses inexistentes, en la esperanza que anquilosa la voluntad y en la fe que como el caballo de Troya ha invadido las entrañas y trastocado las defensas de cada individuo a manos de la depredación criminal de otros seres humanos competitivos y codiciosos.
Estamos contemplando la mayor decadencia del ser humano, miles de años de conocimiento para terminar destruyendo todo a nuestro alrededor, como hijos de la madre Tierra resultamos ser despreciables caníbales matricidas por más que nuestro agradecimiento se oriente con magistral grandilocuencia a una serie de dioses justificando lo injustificable, nuestra inconsciencia y verdadera naturaleza depredadora, somos la mayor plaga, la más terrible enfermedad que la Tierra ha engendrado.
Y ya podrán decir algunos que me sobra amargura, pero la terrible verdad es que hoy día como enfermedad que somos no estamos posibilitados y preparados más que para esparcir nuestra purulenta viralidad y maldita semilla hacia otros planetas dejando el propio al borde del colapso.
Iglesias, templos, iluminados, representantes y dignatarios de la fe, muchedumbre de charlatanes y mercachifles que han desperdiciado miles de años tan sólo para erigir imperios personales de simonía disfrazados de religiones.
Miles de millones de ciegos idólatras seguidores y creyentes de dogmas que han abandonado su voluntad entregándola a la esperanza que no es sino la voluntad ajena, esa esperanza que como cáncer ha corroído la esencia de la libertad, la libertad del dominio de uno mismo.
Miles de años de pensamiento filosófico profundo, esforzado y dedicado a enderezar el rumbo de nuestra propia destrucción desperdiciados miserable y puerilmente en fragmentos ridículos de publicaciones de mediocre autoayuda, sesiones de psicoanálisis y conferencias de “coaching” empresarial.
Necesitamos, si es que aún queda tiempo, hacer consciencia de todo lo anterior, nos urge reconocer nuestro entorno, el real y no el que nos embuten los comercializados medios de comunicación, reconocer nuestra propia realidad, dejar la esperanza, la fe y los anhelos bajo llave cual si la caja de Pandora se tratase para reconocer lo que tenemos ante nosotros de manera diáfana, sin parafernalia ni superchería barata.
Necesitamos aterrizar los pies en la tierra y dejar de deambular en sueños de opio, bienestar individual, exigencias y anhelos de frivolidad social. Hace falta que re-descubramos que somos, quienes somos, algo tan simple como investigar y entender cuales son nuestros derechos como seres humanos sería ya un logro irrepetible para las sociedades modernas, y nos sólo enseñar en las escuelas a base de memorización tales derechos, que finalmente y como muchas otras cosas aprendidas de tal modo se olvidan, convenientemente para esos que nos controlan y sujetan a sus supuestos amorosos y preparados liderazgos.
Tenemos que iniciar en la consciencia de cada uno de nosotros, de nuestros seres amados y poco a poco de otros individuos que comparten vecindad, comunidad y sociedad.
Requerimos tratar de reparar el daño que parece ya irreversible a nuestra tierra, y no con campañas lúdicas publicitarias de frenético amor a la naturaleza, sino haciendo consciencia de nuestra propia culpa, ese consumismo voraz que ha terminado por convertirnos en seres robóticos y estúpidos sin más anhelo en la vida que trabajar para mal vivir con la miserable esperanza de alcanzar el bienestar publicitado y la gracia de un ser inventado por las mentes retorcidas de supuestos emisarios del mensaje divino.
Nuestro dios debería ser la Tierra que nos ha cobijado a pesar de que somos la peor especie, la peor enfermedad, nuestro dios debería ser el sol que nos permite vivir cómodamente, nuestro dios debería ser la luna que con su presencia y gravedad sustenta las mareas y el equilibrio estacional de rotación y traslación en una perfecta danza planetaria en compañía de la Tierra, nuestros dioses deberían ser los cometas y polvo de estrellas que decididamente abonaron la semilla de la vida en un caldo de cultivo primigenio como los mares antidiluvianos, esos son algunos de los que deberían ser nuestros dioses, efectivamente dioses que nos han engendrado y protegido a pesar de nuestra malsana ingratitud.
Hagamos consciencia ¡carajo! que nada nos cuesta y no son necesarios ni liderazgos, ni dogmas, ni religiones, ni gobiernos, sólo hace falta incentivarse a cuestionar y buscar las respuestas en los lugares adecuados, en consensos y no en la charlatanería, la ambición de unos cuantos malparidos que manipulan la “opinión publica”, como bien ponderaba Nietzsche, a cambio de la pereza individual, inducida por la ambición de caprichos inmorales e inhumanos de unos pocos.
Ahí tienen mi propuesta; ¡O despertamos a la consciencia, o todo se va al carajo!, y no importarán levantamientos armados, ni la renuncia del pendejo a la presidencia, ni la expulsión del PRI de los pinos, ni acudir en estampida a votar, ni el mesías tropical y su perdón cristiano, ni la redención de los corruptos (y menos su arrepentimiento) por el sacrificio del peje, ni los golpes de pecho de la virgen del reboso, ni las inversiones extranjeras, ni el turismo, ni las remesas, ni las bendiciones del “che” papa, ni los ruegos a la Guadalupana, ni pancartas, ni marchas, ni indignación, ni muro, ni petróleo, ni acuíferos, ni democracia, ni socialismo, ni Biblia, ni santos, ni demonios y desde luego ni dios en el cielo, ni el hijo a su derecha o espíritu santo revoloteándoles la coronilla, ni esperanza, ni fe, ni optimismo, a todos, repito, a todos nos cargará la chingada…
“¿Seguirá existiendo el Dios inventado por el hombre cuando el último de sus creyentes haya desaparecido?..” -V. Roccas.
Victor Roccas.