Luis Farías Mackey
Insistamos en el tema del poder. El Estado moderno nace para ordenarlo y controlarlo, como órgano soberano encargado del derecho y de la justicia frente al poder de organizaciones encargadas de la vida ultraterrena o de las decendencias monárquicas.
Como tal, el Poder debe ser una instancia de resolución, es decir, vive de sus resultados, no de sus intenciones. El poder debe poder.
Pero el poder, dice López Portillo, es un estímulo y en la lucha del poder se suelen consumir todos los esfuerzos políticos.
Fox es buen ejemplo: tras llegar al poder, todo el impulso ciudadano que levantó su candidatura terminó agotado, todo entusiasmo se enfrió y todo esfuerzo político feneció al sacar al PRI de Los Pinos y, con él acabó también el mismo Fox: lo auparon en el poder para que no pudiera.
El caso de López es también buena referencia, pero al revés: su delirio incesante terminó por agotar a todos, y en ese agotamiento fatigó hasta a la ley; ésta que se hace para contener la audacia humana terminó hasta apoderándose de la ley.
El profesor Olivares Santana recomendaba esquina, como en el ring de box, donde los contendientes recuperan el aliento y sanan sus heridas. La política no muere, mueren los hombres que la hacen, pero ésta será mientras éstos accionen en consenso. Nuestros tiempos son de esquina, pero la lucha por el poder jamás acaba, y tarde que temprano suele reencontrar su sentido y la razón. Tomemos aliento, que lo vamos a necesitar.