La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Dios los hace y nosotros los padecemos
Alejandro Moreno Cárdenas (47 años), ex gobernador de Campeche y Manuel Velasco Coello (43 años), ex gobernador de Chiapas, tienen tantos elementos identitarios, que pueden considerarse dos ramas del mismo tronco.
Jóvenes, ambiciosos, inescrupulosos, pertenecen a la generación que, en teoría, cambiaría los métodos de hacer política en México, sin embargo, no tan sólo no modificaron nada, sino que, profundizaron y mejoraron, las prácticas más abyectas de sus antecesores.
Alito representante del Nuevo PRI y el Güero, de la franquicia de hacer negocios llamada PVEM, tienen más cola que les pisen (presuntamente, por supuesto), que más de un capo del crimen organizado, en cualquier país medianamente democrático serían impresentables.
Sin embargo, acá, ambos mirreyes gozan de las mieles del poder y aunque parezca imposible, son un modelo a seguir en este mundo bizarro: triunfadores, metrosexuales, con matrimonios ad hoc y para no quedarse atrás, son proclives a las inyecciones…de Botox, claro está.
El asunto es que, en los procelosos mares de la política mexicana, el campechano es objeto de la persecución de la 4T, por no apoyarlos en la fallida reforma eléctrica y el chiapaneco es mimado, por ser una especie de corre, ve y dile, con ciertos sectores de la oposición.
Así las cosas, aunque los dos deberían ser investigados por documentadas anomalías en sus respectivas administraciones (no olvidemos los ‘cañonazos’ a Pío), los moralmente superiores, optan por medir con dos varas distintas: al aliado justicia y gracia y al descarriado a ‘navajazo limpio’.
Aquí no hay pie a malinterpretar, todo es tan cristalino, como la conciencia de los mentados señoritingos.