Héctor Calderón Hallal
Allá al pie de la Memoria (*)
donde temprano se oculta el sol,
quedó mi ranchito triste
y abandonada ya mi labor.
Ahí me pasé los años
y ahí encontré mi primer amor
y fueron los desengaños
los que mataron ya mi ilusión.
(*) En alusión al ‘Memory Hill’, que significa en realidad ‘Cerro del Panteón’, la pequeña montaña sobresaliente en el Valle del Fuerte, en Sinaloa, a donde los primeros pobladores de Los Mochis, de origen estadounidense, sepultaban a sus difuntos, por lo que castellanizado devino en ‘Cerro de la Memoria’.
Hubiera preferido mejor no haberme distraído y ‘patear el bote’ de aluminio que tuve a mi alcance y, no dejar de ‘chutar’ hasta no llegar a la Estación del Metro Allende, aquella tarde de martes bochornoso, lleno de tráfico y hasta de ceniza volcánica.
Una de esas muchas crónicas urbanas que uno prefiere mejor olvidar, por cuanto están sustentadas en el desasosiego y la frustración que da la vida, cuando ya no te asusta ni con las ‘cornadas’ con las que te crió… pero no… fue inevitable distraerme.
A mi paso por la acera sur de la centenaria calle de Tacuba, bloqueaba el libre paso peatonal, una humilde banda de música familiar –seguramente- de origen mazahua o quizá otomí, que interpretaba nítida y acrisoladamente, con una sincronización casi perfecta, las notas de aquella hermosa melodía ranchera de mediados del siglo XX, autoría de Felipe Valdés Leal, inmortalizada por cantantes de la talla de Antonio Aguilar, Lola Beltrán, las Hermanas Padilla de Monterrey y hasta por Vicente Fernández más recientemente: ‘Mi Ranchito’.
No le pedía nada la interpretación callejera (claro con sus limitaciones) a la grabación magistral que hiciera en los años setenta la tradicional “Banda El Recodo” de Cruz Lizárraga.
Ni duda cabe: México es un pueblo de artistas… este martes lo pude confirmar en el oficioso e ingrato plano profesional… como hasta en el plano de la sobrevivencia, como es el caso este de la banda padres e hijos a la entrada del Metro Allende, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Por un lado, estos pequeños niños que apenas pueden la trompeta y las tarolas, que tienen que vivir permenentemente pegados a la botella de Coca-Cola, para consumir el azucar que les dá energía y que sustituye a ese alimento del que carecen… cuyo esfuerzo se revelaba en su torrente sanguíneo, al resaltar sus chapetes en medio de su expresiva cara morena, ayudando a sus padres en el sostén familiar, haciendo lo que saben hacer…. trabajar y reproducir el arte, en este caso… indiscutiblemente.
Y por otro, metros atrás, con el coraje que hice en el Palacio de Minería, no obstante haberme deleitado con las reminiscencias hechas sobre obras y vidas de grandes artistas de origen sinaloense, en el Pabellón dedicado precisamente al Estado de Sinaloa, en esta Cuadragésima Quinta Edición de la muy acreditada ‘Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería”, donde ninguna autoridad de aquella entidad federativa, sacra ni profana, formal e informal, estuvo presente ni respaldó en nada la presencia de sus artistas, (los recordados ‘in memoriam’, ni los que aún viven)… vamos… no hubo ni representantes oficiales ni fácticos (del lado oscuro), para decirlo en el lenguaje tan socorrido hoy de la ambivalencia entre lo legal y lo “inevitablemente pragmático”… e ilegal.
Y es que este evento, cuya promoción para que el Estado invitado en esta edición 45 del magno evento fuera precisamente Sinaloa, fue gracias a la iniciativa desinteresada del cineasta de origen mazatleco, Don Óscar Blancarte, quien ni “las gracias” recibió de parte de las autoridades responsables en aquella noroccidental entidad.
Cabe destacar que esta feria es sólo superada a nivel nacional por la Feria internacional de Libro de Guadalajara; no obstante, no mereció ni la representación, ni la colaboración material ni presupuestal… ni siquiera la gratitud materializada en un gesto o acto de cortesía o diplomacia, de parte del Gobierno del Estado de Sinaloa, que encabeza el morenista Rubén Rocha Moya y que en el ámbito cultural, como director General del ISIC (Instituto Sinaloense de la Cultura), encabeza el mocoritense Juan Salvador Avilés Ochoa. Es decir, tampoco enviaron un representante formal.
Estos políticos “de izquierda”, investidos de autoridad, están entrampados en estos días “de campaña electoral”…. Y aunque dicen que “no son iguales a los políticos de los partidos que les antecedieron en el poder”… tal parece que esto es cierto… son peores. Actúan en función de planes y estrategias diseñadas por “ambiciosos vulgares”.
El gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha le habría sugerido al presidente López Obrador hace unos días, durante su reciente visita a aquella entidad, en la que encabezó meros eventos de proselitismo, que considere “una curvita”(un nicho de coyuntura informativa; una “caja china”)… para distraer a la opinión pública y poder justificar una prórroga constitucional a su actual mandato de seis años.
De esa dimensión el talante “democrático como legal” del morenista Rubén Rocha.
Desde luego el político macuspano supo capitalizar bien el comentario deliberadamente lambizcón del mandatario sinaloense. Le dijo que “él no podía promover ni aceptar algo así, pues era de convición ‘maderista’… ¡Antirreeleccionsita pues!
Salieron “al quite”… es decir, dieron la cara por Sinaloa en este evento, los artistas Ernestina Yépiz, Juan Esmerio Navarro y el documentalista Felipe Parra, quienes destacaron la influencia en las letras nacionales, de la poeta Norma Bazúa (Los Mochis, 1928-2011) y del dramaturgo Óscar Liera (Culiacán, 1946-1990).
También estuvieron en el Pabellón Sinaloa, escritores y personajes del medio cultural sinaloense, como Carlos Martínez Plata, Fred Álvarez, Rubén Rivera García, y la actriz Beatriz Saavedra.
Ernestina Yépiz, quien habría hecho lectura en voz alta de la escritora Bazúa, después retomó la palabra para dar detalles de la homenajeada: era una escritora con cientos de versos profundos, trabajados, muy bien trabajados, que se hacían sentir.
Fred Álvarez Palafox, maestro de la prosa y consolidado analista político internacional, especializado en los temas de religiones y geopolítica, habría tenido también antes una encomiable participación con su impecable lectura en voz alta, de textos de Liera y Bazúa.
En la presentación del martes, estuvieron presentes otros personajes, como la biznieta de Norma Bazúa, quien agradeció a los presentes el interés por compartir un poco de las letras de la escritora .
Así las cosas.
Precisamente allá, al pie de la montaña donde temprano se oculta el sol… donde está materialmente abandonado todo… hasta la genuina expresión artística y cultural de sus habitantes, para decirlo en el contexto de esa pegajosa melodía inmortalizada por la “Banda de El Recodo” y que me acompaña hoy en mis recuerdos desde esta megalópolis implacable.
Autor: Héctor Calderón Hallal
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