Irma Nimbe S. Rock
Solía a asolearme en el jardín junto con lagartos – un par solamente, no crean que muchos – eran de tamaño medio, lo que eso a ustedes les signifique, porque a mí ya se me olvidó, sólo recuerdo que fue hace muchos años, tal vez unos 35
Nos acompañaban cantidad de aves con sonidos maravillosos al despertar, abrir la ventana era un cuadro maravilloso, de movimiento, luz, sonido en tercera dimensión – La Laguna de las Ilusiones- siempre me ha parecido hermoso el nombre, y más cuando tienes veintitrés años, cuándo el corazón se desborda y explota de frente a la realidad.
Era una cabaña de dos aguas, con oscuros en las ventanas, duela preciosa, ático, troncos enormes en la escalera, techos altos, pisos que crujían y te hablaban en cada paso, era un diálogo con el lugar y platicaba conmigo, me gustaba ese juego para no sentirme sola, las dos aguas llegaban hasta el piso tal vez diseñado por algún arquitecto Suizo perdido en la selva, con un pequeño porsche con hamaca, mesita y dos silloncitos para el café.
Me falta mencionar que en tan romántico lugar llegaban iguanas, que al medirlas eran de poco más de un metro, se paseaban por las rejas y el jardín, verde, frondoso, verde salvaje, árboles verdes, ceibas, macuilis, manglares, flores y todo verde fuego, verde húmedo y verde caliente, gran combinación.
Las calles, avenidas, camellones, jardines, parques se cubrían con un tapete de fruta amarilla que uno se cansaba de comer y después se barría como basura, muy surrealista, pues literal llovían mangos.
El mozo que era un hombre muy divertido y leal – maya. – cazaba las iguanas, las cocinaba y nos las comíamos, era pollo iguana pues a eso me sabía.
¿Y conocen algunas expresiones maravillosas de ellos?, había dos que me mataban de risa.
Señora “lo busco, lo busco y no lo busco” y “le chingo el pasto ” … a personas tan mágicas como ellos, solo les tengo agradecimiento, “lluvia” la esposa era aún más bonita por ese nombre cantado que yo jamás había escuchado, “lluvia” gordita hermosa con su ropa típica que cocinaba como para reyes Mayas.
En el porshe yo colocaba móviles para saber si habría una ligera brisita, pero ni las hojas se movían, entonces aprendí a usar el abanico y a sudar.
Podíamos desayunar afuera, comer dentro con a.c. y después siesta obligada y prohibido salir por la tarde noche o te convertías en carnada no de los lagartos, sino de lo mosquitos, zancudos, chaquistes y cualquier insecto volador con pico que le gustara sangre fresca.
Los amigos nos invitaban a sus fincas, haciendas o ranchos, yo nunca entendí la diferencia.
Pero algo que no olvido es el “Tapescu”, enterraban en la arena costales de almejas, las dejaban que se cocieran ahumadas, después un niñito frente a la playa las abría calientitas, me sentaba a disfrutar de la noche con vino y otras cosas.
Un lugar fantástico, lleno de vida, que hasta clavando palos de escoba en la carretera para hacer cercas, volvían a reverdecer .
Mi aprendizaje fue doloroso, no sólo sobre insectos, lagartos e iguanas, sino sobre la vida y sus relaciones, es aprender la lección y rectificar, si no aprendo nada me parece que en ésta y otras vidas tropezaré con la misma piedra y no despertaré de esa ilusión ingenua del corazón.
Irma Nimbe
Laguna de la Ilusiones
Villahermosa, Tabasco
(Otra vez publicada porque me gusta)