Armando Rojas Arévalo
Cuando “cubría” la nota roja para el Diario de la Tarde, vespertino del periódico Novedades, allá por 1964, sufría realmente cuando por mi recorrido de madrugada por varias delegaciones de policía no había muertitos, puro borrachazo. Colegas de otros diarios: Villalvazo, de Ultimas Noticias, primera edición; Juan Aguilera, de la segunda edición de Ültimas Noticias: Santamaría, de El Sol de México, y Esteban Ponce Adame, de El Gráfico, y yo nos reuníamos a las 7 de la mañana en el café de chinos que estaba en avenida Morelos para ver cuántos muertos traíamos en las notas. Cuando era nada nos poníamos a temblar, porque nos pedían informaciones que destilaran sangre y olieran a cadaver.
Hubo ocasiones en que las páginas de policía salían impolutas y el periódico no se vendía.
Había ocasiones en que era necesario inventar un muertito para “ganarnos” la de “ocho”. Cierta vez en la 12 delegación de policía llegó un señor a denunciar que en la cantina le habían quitado su dinero. Como era Día de Reyes hice un teleculebrón narrando que al pobre ciudadano lo habían asaltado y curtido a golpes cuando se dirigía a una juguetería a comprar los regalos para sus hijos. Aquello prendió y hubo quien ofreció comprar juguetes a los hijos del sujeto. Y mis compañeros me dejaron de hablar varios días por haberme llevado “la exclusiva”
¡Qué cosas! Los tiempos han cambiado.
Hoy no hay que inventar “muertitos”; hay demasiados. Las notas saltaron de la página roja a las páginas políticas. Los muertos se cuentan por docenas.
Las veladoras para el Día de Muertos ya no alcanzan.