Para analizar el pasado y entender el presente los mexicanos fuimos asediados por las teorías bufas que siempre ensalzaron a los grandes personajes, glorificaron el irreal carisma de los gobernantes, enaltercieron las intrépidas aventuras de ilusiones, en contraposición a los datos duros de las herramientas de las ciencias sociales en los que hemos estado en desventaja abismal.
La historia tradicional de los imperios inundó los libros de texto. Una historia que sólo relataba supremacías de raza y de destino. Una historia organizada en torno a sucesos y gestas de “grandes hombres”, personalidades políticas o militares que pasaron a ser héroes de leyenda.
Alejandro o César, Gengis Kan, Luis XIV o Napoleón. Estos individuos excepcionales constituían la escala de la historia y, cuando morían, se cambiaba en el mundo de época y a menudo también de libros y autores. En México teníamos a nuestros figurones chiquitos, para no perder altura en eso de la imitación rastacuera.
Sin poner en duda esos relatos, jamás impregnamos a nuestra propia historia de otra perspectiva que no sólo recurriera a los testimonios y a la psicología, sino a la geografía, la economía política, el derecho público y la sociología. Sustituyendo el tiempo rápido del acontecimiento por el tiempo largo de los ritmos de la vida natural.
El marco de esta increíble reconstrucción de la historia es el mundo entero, una historia total, pintada sobre un lienzo gigante. Rendir tributo a los enormes estructuralistas que como Zweig, Toynbee, Baran, Pirenne, Leroy-Ladurie, Molina Enríquez, Flores Magón y Braudel cambiaron de raíz las formas de pensar. Los que nos ubicaron en esta realidad.
Geopolíticamente, México ya está obligado a repensar el camino
Y cada vez somos más pobres y estamos más engañados. El aventurerismo de Washington ha dado al traste con este mundo unipolar. Quebrado y sumido en una profunda crisis histórica, su déficit fiscal y financiero, la derrota del monetarismo, el fracaso de la economía neoliberal y de la globalización…
… están provocando una justa reacción en todos los terrenos: productivo, comercial, bélico, industrial, tecnológico de los grandes países que no quieren correr la suerte de un Imperio desgastado y fallido. Ya ha sido demasiado.
Geopolíticamente, México está obligado a repensar el camino. A pesar de la absoluta prevalencia que el dinero extranjero tiene hasta en la médula de nuestros huesos, gracias al entreguismo proverbial de los caciques locales, todavía tenemos unan salida natural, producto de nuestra propia historia y de nuestras fuerzas.
Debemos encontrarla en el modelo de desarrollo nacionalista que sustituya de cuajo al viejo régimen del soberbio presidencialismo anexionista que jamás reparó en tutelar a las clases desprotegidas y vigilar el interés público como lo ha definido siempre nuestra Constitución. Ahí están todas las herramientas, los principios y los pasos a seguir.
La Nación triunfó sobre el reino. El sujeto social sustituyó al súbdito
Basta de cuentos. Hoy requerimos un modelo nacionalista que corresponsabilice a los factores de la producción, sectores y clases en la elevación de la productividad y competitividad para la modernización de la planta agropecuaria, industrial y comercial que asegure los equilibrios sociales. De otra forma, ya no se puede.
El nacionalismo mexicano encuentra sus antecedentes en las luchas libradas durante siglos por los pueblos que se independizaron de señores feudales y monarcas absolutos, sustentándose en la soberanía colectiva. Como todos sabemos, la Nación triunfó sobre el reino y el sujeto social sustituyó al antiguo súbdito.
Entonces, históricamente el nacionalismo mexicano representa el resumen de las luchas del pueblo contra la codicia extranjera sobre nuestras riquezas, y la defensa de los recursos naturales. La seguridad de que la Nación puede imponer las modalidades que dicte el interés público.
Hoy hay nacionalismo en todo el mundo, para proteger los recursos
Políticamente, el nacionalismo mexicano es la expresión de los rasgos más valiosos de nuestra identidad comunitaria: significa la defensa de la libertad, la independencia, las raíces ancestrales y nuestras convicciones colectivas.
Socialmente, el nacionalismo convoca a la cohesión cultural en torno de la dignidad de la persona, la integridad de la familia, el interés general de la sociedad en la preservación de la igualdad de derechos y obligaciones, rechazando los privilegios de clases, razas, sectas, grupos de presión, sexos o individuos con intereses particulares.
El nacionalismo mexicano tiene una mayor vinculación histórica con las luchas que libraron los fundadores de las naciones más avanzadas de Occidente, así como con las sostenidas por los creadores de los estados-nación del Viejo Continente.
También es afín al que anima en espíritu la integración de las diferentes comunidades económicas regionales, ya sea en Europa, Asia, África, Oceanía o Latinoamérica, por cuanto al aliento que sostienen en su lucha contra la dictadura financiera de las corporaciones transnacionales.
Sobre todo hoy, que las actitudes y pronunciamientos gubernamentales y empresariales en el mundo, reflejan en leyes, convenios y tratados comerciales una visión nacionalista para proteger sus propios recursos físicos, humanos y tecnológicos del avasallamiento imperial. Hasta en los imperios reculan. Nadie puede crecer sobre las desgracias de los demás.
¡Ya basta de entreguismos, triquiñuelas y anexiones nefastas!
La pobreza no puede sostener ya ningún impulso, ninguna orientación general. Las nuevas teorías se pintan sobre lienzos más grandes. Ningún otro alcanza. O crecemos todos juntos, o nos aplastan a todos.
Un programa gubernamental que promueva la transparente participación democrática en los asuntos y negocios públicos, que acate la voluntad mayoritaria para la mejor toma de decisiones es el único que puede sustituir la hegemonía del antiguo y rebasado sistema corporativo, edificado sobre la miseria.
Observar puntualmente las líneas constitucionales imprescriptibles e indeclinables de la Constitución que sustentan a las clases marginadas sobre el egoísmo del poder, alertar a la Nación sobre el retorno de las medidas conservadoras que entronizaron a un pequeño grupo social, debe ser el papel del Estado nacionalista en México.
Basta de entreguismos, triquiñuelas y anexiones nefastas. ¡Recuperemos el nacionalismo, antes de que sea demasiado tarde!
Lo demás son zarandajas.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Bibi Villavicencio tiene una aguda e inteligente observación sobre la actual situación del Partido Acción Nacional: “No entiendo –dice la consuetudinaria lectora y comentarista del Índice Político— por qué a Ricardo Anaya lo traen de una ala en la prensa y le achacan la gran derrota en las presidenciales. Estoy de acuerdo en que Anaya se quiera quedar a liderar al PAN. Como presidente del blanquiazul gano más gubernaturas en las pasadas intermedias, a pesar de los fardos Fox y Calderrón. ¿Que perdió la presidencial? ¡Ni con el Papa como candidato habrían podido contra AMLO! Y ¿de qué se quejan? Se llevó 12 millones de votos. El espurio FeCal, con la ayudadotam apenas se llevó 15. Para cómo se dio el 2018, el muchachito la hizo bastante bien.” Respetable opinión. + + + Y tal vez no “en sus cinco”, Felipe Calderón se lanzó hace un par de días en contra del Papa Francisco, a quien llamó ambiguo y a quien pidió “más Verbo y menos verbo” con respecto a la situación política por la que atraviesa Nicaragua. El ex ocupante de Los Pinos tal vez no entiende que el argentino Jorge Mario Bergoglio conoce mejor los principios juaristas de no intervención que él mismo. + + + Y uno de sus adeptos recién publicó que “la señora (Margarita) Zavala anunciará lo que ya es un secreto a voces, la creación de un nuevo partido político con una plataforma ideológica parecida a la de Acción Nacional.” Las siglas, sugiere el escribidor, podrían ser ReBoZO. Algo así como “Redime Borrachos Zavala Organization” ¿Cómo la ve?
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