Héctor Calderón Hallal
Es un hombre de acero… resultados.
En ninguno de los rubros más significativos en que prometió resultados, los ha alcanzado: Combate a la corrupción, la sigue habiendo y de los casos por su gobierno detectados de anteriores administraciones, no hay un solo detenido.
Paz pública, ni qué decir nada. El país es un polvorín donde la ley la imponen las bandas de delincuencia por regiones.
Economía, con varios millones de desempleados y una inflación superior al 7.2%.
Aunque también se asume como un hombre de lucha… pero de ‘lucha libre’; y no precisamente un técnico arriba del ‘ring político’. Que lucra con su propia irresponsabilidad o ‘frescura’. Que permite (o alienta) el enfrentamiento entre bandas contrarias de delincuencia organizada; justificándolo (que son herencia del pasado calderonista) y hasta celebrando ante la opinión pública que, ciertamente son masacres… pero que no las propicia o genera el Gobierno que él encabeza… valiente razonamiento. Muy ‘conveniente’ sobre todo.
Es un hombre de cambio… aunque más bien de ‘morralla’; sí, de moneda fraccionaria, porque el único cambio que puede presentarle al pueblo hasta hoy, es un billetito que porta de $200 y que trae ‘bien clavado’ en la cartera, justo ahí entre el ‘escapulario poderoso’ y la foto de su ‘morra’. Y que tampoco quiere gastar.
Es un hombre de paz… pero de ¡paz, paz, paz!… Que prometió tomar distancia de las fuerzas armadas y hoy es el principal beneficiario de su protección y asesoría; y es que la pólvora y la trompeta cromada al amanecer ingren. Un hombre que se siente orgulloso de sus resultados en materia de seguridad pública, en la que el delito de homicidio ha alcanzado cifras históricas en todo el territorio nacional con más de 115 mil asesinatos en este sexenio y los “ajusticiamientos con sevicia” son cosa de todos los días. Que por cierto tampoco sabe dar tregua ni paz a sus adversarios políticos, a los que pretende exterminar desde el primer día, cual si la venganza política, bordada incluso con injusticias notables, fuera lo que más le interesa como autoridad legal y legítimamente constituida…¿No es así Rosario Robles?… Llegó al poder para vengarse, nada más.
Es un hombre de fé… porque es el único que cree en la honestidad de sus colaboradores e incondicionales… aunque nadie la alcance a ver por ningún lado, ni él mismo. Y porque también es el único que cree en las ‘bondades’ de sus cuatro ‘megaobras insignia’, sin que tampoco nadie las pueda ver y que por cierto, es lo único que ha construido en lo que va del sexenio.
Es un hombre de pocas palabras… las poquitas que tenía las ha dejado empeñadas tratando de cumplir con lo que prometió y no pudo solventar. Hoy día, prostituye la palabra presidencial con mentiras, insultos a periodistas, frases despectivas a sus oponentes y promoción de su propia ideología política, tratando de imponerla a oyentes y teleauditorio.
Es un hombre enigmático porque, a diferencia de Vicente Fox, Álvaro Obregón y el propio Francisco I. Madero, como ejemplos de otros presidentes, de ellos siempre se supo que tuvieron un origen productivo en las diferentes regiones de donde provenían en la provincia… pero de este presidente: ¿Tierras? Ni en las uñas… ¿Animales? Ni en el estómago y mucho menos en la cabeza. Según se difunde, nunca supo lo que es usar una tarjeta de crédito o de débito el señor Presidente.
Es el único ‘estadista’ en el mundo que no se inspira en el futuro en ninguno de sus discursos; que no se dirige a los jóvenes y a los niños durante sus intervenciones; que no habla de ciencia ni tecnología para el sistema educativo; que no planea absolutamente nada para las próximas generaciones porque no está pensando en ellas; sino en las próximas elecciones… que por el contrario, siempre piensa en el pasado; ideando la manera del desagravio (no se sabe ante quiénes porque ni mayas, ni mexicas, ni teotihuacanos, ni toltecas, ni olmecas puros o genuinos quedan) del Reino Español o del Estado Vaticano, donde ofrezcan estos sus disculpas ‘por los grandes males de la conquista’.
Por esas anteriores razones y muchas otras más, este 10 de abril, no se le debe dar un solo voto de refrendo en la famosa Consulta de Revocación, ni al Presidente Andrés López ni a su administración; que no gobierna para nada… que desgobierna propiamente sea dicho. Para que asuma su responsabilidad y que el resto del sexenio para el que lo elegimos los mexicanos, ‘se ponga las pilas’ y se ‘saque la espina’, rectifique el camino en un esfuerzo de gobierno como el que muchos esperábamos: de cambio genuino y con justicia.
Lo único que pudo haberlo salvado de todo este desastre que ha logrado en poco más de tres años de soberbia y venganza al Jefe del Ejecutivo, es que hubiera denotado en sus acciones, el mínimo afán de conciliación entre los mexicanos.
El mínimo interés por alcanzar la pacificación nacional, entre hermanos, entre compatriotas, entre diferentes –desde luego-, entre los ‘muchos Méxicos que hay’.
Porque si de algo está sediento el país, es de paz y tranquilidad. De orden y serenidad.
Y es eso lo que no se tiene.
Que lejos se aprecia al Andrés Manuel joven e idealista, con una filosofía adquirida de la disciplina de estudio de su Iglesia Evangélica Pentecostal, fundada por el Pastor Willis Collins Hoover Kirk, que propugna por la renovación de la vida, en base a los dones y la misericordia del Creador, manifestados siempre por una ‘primicia’ de cambio o feliz novedad.
Cuando debió ser él quien intentara desde el poder, una política de amor, perdón y tolerancia, tal y como enseñó Jesús de Nazareth.
Por eso, este 10 de abril, no vayas a perder tu tiempo a ese pseudoejercicio democrático. Es lo más ocioso que verás, estimado lector, en mucho tiempo.
Y ya como colofón, en honor a la verdad, hay algo de lo que sí debo y debemos agradecer quienes ejercemos el sagrado derecho de la libre expresión de las ideas, consagrados en el marco de los artículos 6 y 7 constitucionales porque, hay que decirlo con todas sus letras: Durante el gobierno del Presidente López Obrador, hemos tenido plena libertad para expresarnos críticamente hasta los linderos con el exceso. Situación que hay que reconocerle y agradecer al actual Presidente y su Gobierno, como es el caso del actual trabajo en donde manifestamos una crítica álgida y quizá incómoda, pero que se hace con la mejor voluntad de aportar la visión personal del estado que guarda la Nación y para que sea un ejercicio periodístico útil, socialmente hablando, aunque suene grandilocuente.
Autor: Héctor Calderón Hallal
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