LATITUD MEGALÓPOLIS
PERFIL DE MÉXICO
Armando Ríos Ruiz
A partir del próximo primero de septiembre, el expresidente tabasqueño se erigirá como el nuevo dueño absoluto de la Suprema Corte, sitial de privilegio al que lo llevó su exacerbaba sed de venganza y su ambición, de acabar con la legalidad, con el deleznable cuento de que estaba infestada de corrupción. La que arrastraba del pasado. No la de su presidente de la misma, Arturo Zaldívar, incondicional que utilizaba para negociar la justicia a su conveniencia.
Un desdén de la presidenta, Norma Piña, lo llevó a consumar su plan macabro. No el que se suscitó en 2023 en Querétaro, durante la promulgación de la Constitución, cuando la ministra se mantuvo sentada al final del discurso de su majestad. Sino cuando declaró inconstitucional la transferencia del control operativo y administrativo de la Guardia Nacional, porque violaba el artículo 21. ¿Cómo la señora se atrevía a obedecer la ley y no a él?
Entonces, el vengativo personaje concibió dos planes: vengarse del agravio con la desaparición de ese poder y utilizar a Zaldívar para confeccionar el plan, para lo cual lo incorporó a la campaña de Claudia Sheinbaum. Hoy se desempeña como Coordinador General de Política y Gobierno. Pero aún cobra 374 mil pesos mensuales en la Corte o más de 500 mil pesos con el sueldo de la nueva función.
Y si hablamos de corrupción, es inconcebible admitir una mente tan perversa, que se haya atrevido a destrozar uno de los poderes que conforman cualquier gobierno democrático, sólo por un mero capricho. Esto reviste un acto de corrupción no solo gigante, sino enfermizo. Desquiciado. Desde luego, la idea va más allá: a erigir un Estado totalitario que ya concentra el poder total y que en breve comenzará a controlarlo todo. Incluida la vida de los ciudadanos.
La misma sucesora o su secretaria, como muchos la llaman, habló sin pensar de este hecho, luego de consumada la venganza con las votaciones de vergüenza del domingo pasado. Dijo a los críticos de este suceso que, si hubiera querido, hubiera desaparecido la Corte con una modificación a la Constitución. ¡Claro que pudo haberlo hecho! Con una sobrerrepresentación fraudulenta en el Congreso, puede eso y mucho más.
Hasta el momento, no hay nada que el ex Presidente y la actual, no hayan consumado con abusos y con el total desprecio a las leyes. Se dijo que para que cualquier proceso sujeto a votación sea vinculante, se necesita 40 por ciento de votos. Esta ocasión bastó apenas 9 por ciento del padrón electoral, para hacer pedazos este poder. El ex mandatario utilizó a sólo un puñado de acarreados a mano alzada, para desaparecer el aeropuerto de Texcoco y otros proyectos.
Sin dar cuentas a nadie, costeó los libros de texto gratuito de Cuba y entregó a su gobierno millones de litros de gasolina, mientras acordaba también contratar médicos de la isla que no lo eran y comprarle medicinas que jamás repartió. Se habla sólo de esta negociación, de un apoyo cercano a los 400 millones de dólares. ¿Por qué no para los pobres mexicanos que tanto dijo amar?
La votación del domingo, tan vacía como un cementerio, cumplió su cometido. Los acordeones repartidos contenían los nombres de quienes dirigirán ese bodrio que aún llamarán Suprema Corte de Justicia. El abogado Hugo Aguilar Ortiz, gran amigo del Tabasqueño, quien le ayudó con muchas diligencias para destrozar la selva del sureste en aras de construir el inservible Tren Maya, será el nuevo presidente. Alcanzó seis millones de sufragios.
Es oaxaqueño y han esparcido el rumor de que es indígena y defensor de éstos. Es quien coordinó las consultas de los megaproyectos. La ONU y otras organizaciones lo mencionaron por incumplir los estándares internacionales de derechos humanos. La idea del macuspano es que el subconsciente de los mexicanos lo vean como a Benito Juárez. Pero éste es mestizo.
Le importaba presenciar la consumación de su inmensa fechoría y se animó a dejar su escondite para depositar en Chiapas su voto, con música de acordeón.
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