KAIROS
Francisco Montfort
Las élites de una nación surgen de la sociedad que las hace posibles. A su vez, esas élites influyen en buena medida sobre las conductas y comportamientos de las sociedades. Entre estas, los presidentes de la república y sus gobiernos modelan en mayor medida las actitudes y opiniones de los gobernados.
Durante su mandato, sus acciones y su propaganda inyectan en los ciudadanos una parte de su visión de mundo. Y los ciudadanos responden con su apoyo, medido en popularidad del presidente o con votos para su sucesor dentro de su partido.
Esta situación se ha visto con mayor claridad a partir de 2006, pues con el sistema priista el sucesor tenia asegurado el triunfo. Pero la legitimidad sí era influida por el desempeño del presidente en turno.
Existieron presidente del partido único que influyeron más que otros. Luis Echeverría con su retorica populista de la izquierda de la Revolución Mexicana fue uno de ellos. Otro, con un discurso alejado de los preceptos del nacionalismo revolucionario, fue el modernizador Carlos Salinas de Gortari que pretendió legitimar su gobierno en la teoría del liberalismo social.
Ahora es el gobierno del señor López el que se ha dado a la tarea de cambiar la cultura política de los mexicanos. Con una propaganda eficaz ha logrado la adhesión sin medida de millones de mexicanos. Su propaganda ha inoculado el virus de la fe ciega en sus palabras. No existen datos ni razones que hagan cambiar sus opiniones y menos aun las creencias de sus seguidores.
Poco o nada importa a sus seguidores que las ideas del señor López sean viejas e inoperantes en un mundo dominado por la economía del valor agregado, de la economía de la información y la sociedad del conocimiento.
La creación de un “nuevo lenguaje” al estilo fascista, le ha permitido, a él y a sus seguidores, pensar la realidad de una manera singular: los fracasos gubernamentales son presentados, machaconamente, como “logros históricos”; la polarización generada en torno a palabras tales que “chairos (sus seguidores) y fifís (los otros, sus enemigos)”; el detestable“PRIAN” y los adorables de Morena”; los abominables “conservadores (los enemigos de su movimiento) y los inmaculados liberales (ellos)”; los “corruptos (aquéllos, sus supuestos enemigos) y los honestos (los de Morena, a pesar de sus escándalos de corrupción)”.
Una nueva palabra, un feliz nuevo concepto ha sido propuesto por “la filosofa Adela Cortina (Arnoldo Kraus: “Meme: ideas viejas, ideas nuevas”. Nexos, abril 2024, pp, 87): componen el capital ético los valores morales que una sociedad pluralista comparte desde la diversidad de proyectos de vida buena…” […] una buena sociedad, una sociedad justa, es aquélla cuyos miembros pueden llevar adelante sus proyectos de vida feliz. Para lograrlo es necesario recurrir al capital al capital físico, financiero, humano y social, pero también ético”.
La sociedad mexicana no nació en 2018 por supuesto. Pero desde ese año es notable su pérdida de capital ético. Desde su “Cállate chachalaca” seguido por su “al diablo con las instituciones”, “no me vengan con que la ley es la ley” y “puedo violar la ley porque tengo autoridad moral y soy el presidente” el señor López de ha convertido en el máximo representante de la ilegalidad. Un regreso al poder absolutista de la época dorada del caudillismo y el presidencialismo.
En sus discursos y sobre todo desde su conferencia mañanera el señor López se ha encargado de sembrar la insidia entre sus gobernados. De manera insoportable para la ciudadanía, desde el púlpito presidencial se arrojan contra ciudadanos indefensos insultos, mentiras, descalificaciones e inclusive persecuciones mediáticas y judiciales.
El señor López constituye un ejemplo paradigmático de un líder político que destruye la sana convivencia entre los ciudadanos que gobierna, bloquea “los proyectos de vida feliz” de los miembros de la sociedad mexicana, ha creado y alimentado el odio entre clases sociales al demonizar la riqueza y constituir a la pobreza, a los pobres, per se, en un valor supremo de bondad.
Esta pérdida de capital ético será muy perjudicial para el presente inmediato de la sociedad mexicana. Significa cortar la cabeza a la cultura del progreso que anima la vida de todo mexicano que busca mejorar sus condiciones de vida. Significa convertir en pesadilla la convivencia diaria. Significa trasladar a la sociedad el vivir con el rencor social y los complejos y desprecio contra la vida buena que anima la vida personal del señor López.
Si añadimos a esta pérdida, la cultura del absolutismo, es decir la justificación de vivir fuera de la ley protegidos por la impunidad que ha impuesto el señor López, la pérdida de rumbo de superación de la educación, la pérdida de rumbo de la producción científica y cultural de este mal halado sexenio, entonces tenemos claridad sobre las causas que impulsan la insoportable violencia que nos agobia: contra las mujeres, los niños y los ancianos; la violencia del crimen organizado y la delincuencia común contra la ciudadanía de bien.
De esta situación será muy difícil salir. Es la peor herencia que deja el señor López. Y existen personas que lo adoran. Esa es la realidad sociocultural de buena parte de nuestra sociedad.
francisco.montfort@gmail.com