Laberintos del Poder
Emilio Trinidad Zaldívar
Es cierto que los grandes empresarios no arriesgan y cuando lo hacen es porque algo mayor le van a sacar al gobierno. A ellos lo único que les importa es el dinero que obtienen gracias al esfuerzo de los cientos de miles de trabajadores a los que explotan para amasar insultantes fortunas. No dan paso sin huarache.
Andrés Manuel López Obrador lo sabe y no quiere ser responsable de otro Fobaproa; aquella operación del entonces presidente para revivir, oxigenar y cuidar a los poderosos, que en mucho provocaron la crisis, cuando Ernesto Zedillo decidió empeñar al país y rescatar a los ricos que lo eran gracias a los arreglos cupulares que sexenio tras sexenio obtenían, creando industrias y dando trabajo, sí, pero sacando sus cuantiosos dineros del país. Jamás perdían.
Hoy la más grave crisis económica que padeciera México en toda su historia, sumada a la caída del precio del petróleo del que en mucho nos sosteníamos; con un peso sin valor ante el ya no tan poderoso dólar; con una delincuencia que toma territorios mientras las autoridades se descomponen frente al virus letal que azota todos los rincones de la nación y enferma a pudientes o carentes de todo, empresarios y gobierno federal se enfrentan en una lucha sin cuartel, en la que no habrá ni vencedores ni vencidos pero sí una nación fracturada, quebrada, confrontada, dividida, donde los odios prevalecerán por encima de la concordia, la unidad y la solidaridad.
Pero también es cierto que en las manos del Ejecutivo federal radica el poder suficiente o total para tender puentes, extender la mano, convocar, sumar; romper este ambiente de polarización que nos puede llevar a terrenos insalvables. México está siendo violentado por todos.
Es él quien conduce a la nación, nadie le regatea eso, pero no puede ir de un lado a otro, en espiral, dando bandazos, sin certeza del rumbo.
Demasiados años luchó por llegar al Palacio Nacional y hoy que es su hora, parece rebasado por los problemas.
Ya sea solo o con su pequeño grupo de inexpertos colaboradores, quiere enfrentar el pulverizado país que le dejaron, al que hoy para desgracia de todos, le azota una mortal enfermedad importada.
Nada le ayuda al presidente el permitir, solapar o impulsar, negocios de un delincuente político y electoral, al que le regaló sin licitación pública de por medio, el jugoso negocio de ventiladores hospitalarios, beneficiando de un plumazo al hijo del voraz y corrupto Manuel Bartlett Díaz.
Con esa arbitraria acción y decisión de puertas abiertas a los bandoleros del pasado, que son hoy parte de su presente, sepultó su muy cacareada “constitución moral”, al permitirles hacerse de dineros del erario público de forma por demás inmoral, a quiénes eran parte de sus miedos, de sus fantasmas, para vender a costos alzados esos tan urgentes y necesarios insumos e instrumentos médicos.
Hoy Manuel Bartlett Díaz es el fiel reflejo de la pureza y pulcritud política. Es la honradez andante, ejemplo a seguir sin miedo o temor a ser calificado de ladrón, porque el poderoso del Palacio, lo ve como el mejor y más honorable de sus colaboradores.
Que lástima que derrumbe solo aquellas frases de no robar, no mentir y no traicionar, que sonaban tan bonito en los oídos de todos los mexicanos, ofendidos entonces por el saqueo y pésimo desempeño del intocable Enrique Peña Nieto.
Como sea que se den las cosas y el Presidente construya un futuro ominoso por no oír y no ver lo que huele a tragedia, es inaplazable un acuerdo nacional en el que se sumen todas las voluntades, de sociedad en general, para que en ese urgente ejercicio incluyente de todas las fuerzas, se conviertan en motor de desarrollo e impulso de la actividad productiva, hoy nulificada o desaparecida por tanta emergencia.
López Obrador sabe que va en la cuerda floja, y que esa cuerda se la mueven todos los que lo quieren ver fracasar por tanta arrogancia e insensatez; por cancelar puertas en lugar de abrirlas.
El tiene el mando, tiene el poder y la conducción, su voz y palabra deben escucharse pero para lograr la unidad nacional, no para dinamitar lo que somos y podemos ser como nación.
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