La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Si alguien tiene poder y está enloquecido, sobra explicar los motivos
Sino imposible, es difícil suponer que alguna de las ‘corcholatas’, incluidas las tres de relleno, se hagan acompañar de Ana Gabriela Guevara en un acto de proselitismo, los desplantes de la titular de la CONADE, han causado la irritación de la ciudadanía.
La única explicación lógica, para que el presidente López Obrador no la despida es, justamente, el tropical orgullo del tabasqueño, de hacerlo, admitiría que se equivocó al invitarla a colaborar, además, las indagatorias sobre posibles actos de corrupción en su administración, tendrían que retomarse sin el manto protector del cargo.
Famosa por su trayectoria como velocista, Guevara es una mujer ambiciosa que lo mismo coqueteó con Fox que con Ebrard, para acabar integrada a la 4T, sin embargo, su presunta popularidad, jamás le ha redundado en ganar una elección constitucional ni en la CDMX, ni en Sonora, digamos que, como candidata, es un ‘bulto’.
Su cultura política, se puede resumir en un hecho: cuando en 2012 se convirtió en senadora por la vía plurinominal, se presentó en San Lázaro a rendir protesta. Sin comentarios.
No obstante, lo que la dibuja de cuerpo entero, es la arrogancia con la que trata a un grupo de atletas de alto rendimiento que no han recibido sus becas, su actitud raya en la sevicia, se maneja con una falsa superioridad moral que sólo causa pena ajena.
Con la doña, se reconfirma la falsedad de la hipótesis, que plantea que un atleta triunfador es igual a ser buen administrador deportivo, lo cual se agrava, en su caso, con el despotismo propio de los politicastros.
¡Ay Anita! a pesar de que ganaste la de plata, lo único que enseñas es el cobre.