Francisco Gómez Maza
• Al líder del Senado lo nombran los senadores; no el Presidente
• El NAICM debe o no construirse por razones económicosociales
No porque un grupo de personas, representantes de un partido político, haya sido elegido por la mayoría de los votantes forma un gobierno democrático. La mayoría no es garantía de que el gobierno vaya a ser del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. No siempre la mayoría tiene la razón. Democracia sólo es una palabra fantasiosa que, en las democracias occidentales, ha servido para dominar a los pueblos. Éstas son verdades evidentes que no necesitan demostración.
En el caso mexicano y la abrumadora votación que llevará al poder presidencial al candidato del Movimiento de Regeneración Nacional, el próximo primero de diciembre, inclusive, empiezan a verse atisbos de autoritarismo en decisiones del presidente electo como el virtual nombramiento de Ricardo Monreal Ávila para la coordinación de la bancada de la mayoría en el Senado, cuando el Senado es parte del Poder Legislativo, no depende del Ejecutivo y tiene derecho de nombrar a sus dirigentes sin la intervención del poder ejecutivo.
(El que López Obrador nombre al coordinador de Morena en el senado es volver a lo que los votantes rechazaron el primero de julio. No se les habría ocurrido que el tabasqueño siguiera con las mismas prácticas del prianato)
Los mexicanos, pregúnteselos, no van con el presidencialismo generador de los males de la sociedad mexicana, porque es el modus operandi del Viejo Régimen. Bajo el PRIAN, todo está sujeto al poder, a la decisión del presidente de la república. Los poderes Legislativo y Judicial rinden honores al presidente de la nación, cuando en la teoría son poderes paralelos al Poder Ejecutivo. Pero en ambos no se mueve una hoja si no es soplada por el presidente.
En las cámaras, los representantes y legisladores se vuelven nuevos ricos gracias a las constantes premiaciones en efectivo, decididas por el Ejecutivo, en pago o agradecimiento por la aprobación de reformas o leyes iniciadas desde la Presidencia de la República.
En este contexto, poner a consideración de esta democracia las políticas públicas, o las decisiones públicas, resulta fantasioso. La decisión de las mayorías no es la mejor decisión, se les haya dado o no información al respecto. Y decimos esto, porque Javier Jiménez Espríu, propuesto como titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (STC), informó que, en octubre próximo, se realizará una consulta nacional, que permitirá al nuevo Gobierno asumir una responsabilidad de qué hacer con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Resulta obvio que la mayoría votará por el “no” al nuevo aeropuerto, sin tomar en consideración ninguna razón valedera. Votará sólo porque López Obrador está en contra del proyecto, independientemente de que haya poderosas razones económicas para darle la razón al tabasqueño. En este caso lo más realista es usar el voto democrático para analizar desde los varios puntos de vista – económico, político, social, técnico etc – la viabilidad de la construcción iniciada por el gobierno saliente.
En el equipo de López Obrador ya pueden realizar estudios y análisis para contar con información técnica que darían a conocer a la comunidad nacional durante la consulta. Pero, la decisión de parar las obras del aeropuerto está ya tomada en el inconsciente, inclusive colectivo, de los integrantes del nuevo gobierno. Se insiste en que la base de Santa Lucía sigue abierta como una opción de trasladar el actual Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).
En este contexto del presidencialismo de López Obrador, por otra parte, suena a violación de la soberanía de los estados de la federación el nombramiento de un delegado del presidente en lugar de los delegados de cada una de las secretarías de Estado, como se opera actualmente. El delegado único tendría que ser un sabelotodo para estar al mismo tiempo en la misa y en la procesión. Y para no inmiscuirse en la toma de decisiones del gobierno del estado libre y soberano. Y por ahí se me quedaron otras perlas del autoritarismo.
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