Francisco Gómez Maza
• AMLO tiene que dar, ya, un golpe en la mesa
• La gente espera un cambio de raíz, profundo
Bueno, pues pasó el tsunami tropical arrasando con todo, destruyendo lo destruible, lo que ya no sirve: PRI, PAN, PRD et ad laterae se fueron al carajo, como debía ser.
La gente estaba ya muy cansada, muy enojada, muy encabronada con los pillos, con los ladrones, con los prepotentes, con los neoliberales que acarrean la riqueza hacia sus cuentas bancarias off shore. Y, enojada, fue a votar prácticamente en masa, sin miramientos, sin excusas, sin miedo a la mapachada compra conciencias.
Y los mexicanos votaron por el odiado Andrés Manuel López Obrador. Los amlófobos no lo pueden creer. Aunque el joven Meade – mis respetos – se portó como todo un caballero civilizado, demócrata, al reconocer su derrota y el triunfo de su, horas antes, enemigo acérrimo. Y la abstención no ha de haber llegado ni a la tercera parte del padrón de 90 millones de votantes. Son los que nunca votan, aunque muchos de los que nunca votan ahora fueron a su casilla y votaron por Morena, que ganó prácticamente todo:
La presidencia de la república, la Ciudad de México, Chiapas, Morelos, Tabasco, Veracruz, hasta el momento. Puede llevarse Puebla. Once de las 16 alcaldías de la capital del país, e innumerables presidencias municipales. Y se metió de lleno al otrora bastión priista: el Estado de México, en donde peleará 60 de los 119 municipios, entre ellos la capital, Toluca. Y se queda asimismo con la mayoría en el Congreso, mucho muy por encima del PAN, del PRI y ya no se diga del PRD, que está perdido, anulado. Y no se recuperará ni refundándolo. Dejó de ser el negociazo de los Chuchos. Sus bases tendrán que elegir: o morir con su partido, o refugiarse en otra formación política.
Pero no se vaya usted a engañar. Las mayorías no votaron por Andrés Manuel López Obrador. Muchos, sus eternos seguidores, sí lo hicieron. Pero las mayorías emitieron un voto en contra del sistema neoliberal que acogota a las mayorías de los trabajadores, con salarios de hambre, con cargas tributarias muy pesadas, con una vida de servidumbre, cansados de los aumentos de precios, de los incrementos de la gasolina, entre otros; cansados ya de tanta corrupción, de tanta impunidad, de tanta simulación, de tanto cinismo. Y más los jóvenes. Esos llamados Milenials que no ven claro ni su presente ni su futuro.
Así es esta historia. Los mexicanos quieren un cambio de raíz, un cambio profundo, un cambio verdadero. Yo no sé si la opción verdadera para ese cambio sea el tabasqueño, pero la gente le creyó, porque tenía, tiene, unas terribles ansias de creerle a alguien. No le creyeron ya a Peña Nieto, no le creyeron a Antonio Meade, un peón que fue mandado por aquél al matadero y que no tuvo el valor de deslindarse como lo hiciera, en su momento, Luis Donaldo Colosio; no le creyeron a Anaya, un tipo, a todas luces, mentiroso.
Le creyeron a López Obrador que fue un hombre porfiado, que luchó por la presidencia por lo menos 12 años, vilipendiado, acosado, maltratado, por los amlófobos, sobre todo por quienes creen tener algo material, aunque todo lo que usan lo deban, hasta la camisa, pero que se sienten de una clase superior a la de la prietada mexicana.
Pero la gente cansada del neoliberalismo trasnochado de los Peña, de los Meade, de los Salinas, de los cúpulos del empresariado, decidió liberarse de ese yugo, refugiándose en López Obrador, quien ahora tiene que afrontar el reto de no fallarle al pueblo mexicano y no sólo a los que votaron por él. Tiene que, pero ya, dar un golpe en la mesa. Como dicen a mi datcha: tiene que matar su gallo para que su legitimidad nunca se ponga en duda y aumente la fe de sus simpatizantes y reconcilie a los que no votaron por él. Y comience ya a concretar sus promesas. Porque los mexicanos están cansados de puras promesas que luego se convierten en puras vergüenzas.
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