Francisco Gómez Maza
• Ahora, la Covid-19 está más perra que antes
• Y nadie conoce los efectos de las vacunas
Así como nadie puede pronosticar un terremoto, nadie puede conocer el futuro.
Del pasado, obviamente podemos saber todo si tuviéramos una excelente memoria; del futuro, de lo único que estamos seguros es de que hemos de morir, pero no sabemos cuándo, cómo ni dónde.
Así que quien diga que la fuerza de la pandemia arreciará, o que los efectos devastadores del coronavirus (SARS-Cov-2) amainarán, miente.
Es más fácil calcular el comportamiento de la economía porque ésta implica números concretos, crecidas y decrecidas, estacionalidades, dinero, masas monetarias, inversiones, créditos, financiamientos, políticas expansivas o restrictivas.
Pero el comportamiento de la enfermedad de Covid-19, su impacto futuro, solamente puede conocerse, con relativa seguridad, por el comportamiento de los seres humanos, mientras vemos qué efecto tienen las vacunas que comenzaron a aplicarse demasiado temprano.
Una vacuna no dura un año para que podamos saber si es efectiva para parar contagios de rebaño. Y la inoculación de las que ya están en circulación se percibe demasiado temprana. Ni los científicos pueden garantizar resultados positivos, en definitiva.
Alguien dijo – y habrá que estarlo repitiendo ante la tozudez de muchos seres humanos- que nosotros somos la más eficiente vacuna. Si nos cuidamos, practicando los protocolos de los encargados de los servicios sanitarios y del cuidado de la salud, es muy posible, casi seguro, que los contagios y los fallecimientos se reduzcan.
La vacunación va a llevar tiempo. Mientras tanto, habrá que confiar en la cordura humana para evitar los contagios. Y nadie sabe aún si las vacunas podrán construir un enorme dique contra el virus. Esto esperamos todos. Pero nadie está seguro de que así vaya a ser. Ni los científicos.
Por lo pronto, muchos, muchísimas personas, en todo el mundo –en este espacio nos referimos a los mexicanos de México-, ya no están preocupados por la enfermedad, en momentos en que está en todo su furor una especie de “segunda ola” de coronavirus y se espera un virus transformado, que viene con mayor fuerza de contagio, dicen que de Gran Bretaña.
Increíble, pero a millones de personas ya no les interesa si se contagian o no. El cubre bocas ya valió, como dicen los mexicanos de Ciudad de México. (Bueno, a Andrés Manuel, el tabasqueño que trabaja de presidente constitucional, le ha valido durante todo el año que llevamos afrontando la enfermedad, y nadie ha podido convencerlo de que es su obligación dar el ejemplo y cubrirse. Claro. Cómo los demás, los que no se cubren, van a usar el cubre bocas si el Presidente de la República no lo usa.)
En estas fiestas navideñas y de año nuevo, muchísimos celebraron, como si nada ocurriera, como si no estuviera contagiándose mucha gente que ya no cabe en los hospitales; como si no estuviera muriendo mucha gente; como si los anfiteatros de los hospitales no se rebasaran de cadáveres noche a noche. Y me consta.
La situación de la pandemia es ahora más grave y peligrosa de cuando empezó a ya por los primeros dos meses del 2020. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Mi última salida pachanguera (una boda familiar) fue el 14 de marzo.
O sea que llevo “prisionero” nueve meses. Si fuera mujer y estuviera embarazada, ahora estaría en pleno alumbramiento.
Lo malo es que los hospitales no disponen ya de suficientes respiradores para la mitad de enero, que es cuando vamos a ver un incremento considerable de contagios, tomando en cuenta que los amontonamientos humanos ocurrieron entre el 31 de diciembre de 2020 y el primero de enero de 2021. Y el SARS-Cov-2 requiere de dos semanas para hacer su horrorosa tarea.
Así que no esperen, un muy feliz año nuevo. Y esto no es una predicción. El virus está ya incubándose en muchos irresponsables o inconscientes.
Y esta tragedia bien vale pedirle a López Obrador que, por piedad, se ponga el cubre bocas, aunque no lo necesite. Nunca es tarde cuando la dicha es buena. Alguien ha dicho que México es el peor país para vivir en medio de la pandemia… No sé si sea cierto…