Francisco Gómez Maza
• Quien suceda a AMLO tiene que continuar con la 4T
• Quienes aspiran deben ser de esa izquierda novedosa
Si nos atuviéramos y estuviésemos de acuerdo en que es históricamente ineludible la Cuarta Transformación de la vida nacional, propuesta e impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, no bastaría un periodo sexenal para establecerla y concretarla en el modelo de vida económica y social de México.
Por lo tanto, el sucesor en la silla presidencial tendría que ser un personaje que comulgue plenamente con los principios de esa izquierda sui generis, que defiende y practica el actual mandatario. Una izquierda que ahora se inclina a un lado, ahora a otro, ahora camina sola.
López Obrador se declara de izquierda en su política de cara a los pobres – “por el bien de todos, primero los pobres”-. Y defiende a los trabajadores como parte fundamental de los procesos de producción. Sin embargo, convive con los empresarios, que son quienes ponen el capital para mover el aparato económico. Una izquierda que reconoce el papel que juegan capital y trabajo para impulsar el crecimiento de la economía y la redistribución.
Una izquierda que se adapta a las circunstancias, como se adaptaron las economías del este europeo a un capitalismo social; como la República Popular China que, siendo comunista, está a punto de convertirse en la gran potencia mundial del capitalismo internacional.
El izquierdismo de López Obrador defiende a los países socialistas como Cuba, que sufre, desde hace más de medio siglo, el embate del bloqueo económico, comercial, financiero impuesto por el capitalismo estadounidense. Pero al mismo tiempo acepta plenamente los acuerdos comerciales como el T-MEC con Estados Unidos y Canadá. Juega a ser crítico acérrimo del neoliberalismo y, al mismo tiempo, emplea las técnicas neoliberales para sacar adelante a la economía nacional.
En estas condiciones, si el partido Morena (Movimiento de Regeneración Nacional) tiene el mandato lopezobradorista de regenerar la vida nacional y crear una sociedad relativamente igualitaria, como la que intenta el presidente, tiene que designar a un candidato que postule los principios de la política del presidente López Obrador. Continuar con la Cuarta Transformación.
No tendría ningún sentido que el próximo presidente de la república abandonara el camino trazado por AMLO. El próximo jefe del poder ejecutivo tendría que luchar por los mismos ideales lopezobradoristas. Son los ideales de Morena, aunque éste sea una ensalada de locos.
Por tanto, no es fácil decir de entre fulano y fulana se elige al candidato o candidata.
Morena es un movimiento convertido en partido, que logró una inmensa mayoría de votos – que en realidad eran votos para López Obrador y, por tanto, para la 4T – para sacar de Los Pinos y de Palacio a los gobiernos del Viejo Régimen. Es clara su postura; lucha por un cambio radical en la sociedad… El sucesor de López Obrador tiene que ser de izquierda lopezobradorista para continuar con la Cuarta Transformación. Salvo que la 4T sólo sea una ocurrencia de López Obrador: Primero los pobres… Nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho… Lucha contra la corrupción…
En este contexto filosófico político, la decisión de nombrar candidato o candidata indudablemente que recae, en primer lugar, en el presidente Andrés Manuel. Su palabra seguramente que pesa en el seno de Morena. Y él querrá un sucesor que continúe la obra de la 4T. No sería de extrañarse; así que, independientemente de las encuestas, la última palabra la diga López Obrador.
Sin embargo. Es prematuro asegurar que el presidente tomó ya la decisión de elegir.
¿Qué placea a Claudia Sheinbaum, la jefa de gobierno de la Ciudad de México? ¿Qué sonríe maliciosamente cuando está cerca de Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación? ¿Qué actúa con extrema naturalidad cuando comparte la mañanera con el canciller Marcelo Ebrard? ¿Qué se porta muy serio cuando, alguna vez, está cerca del senador Ricardo Monreal Ávila? Cualquiera puede ser.
Nada de esto quiere decir nada, hasta ahora. Lo que sí es cierto es que en la mente de López Obrador hay un “tapado” y sorprenderá a muchos cuando a ese “tapado” le descubra la cara.