• Al Imperio, no hay grupera que le venga
• Quien tiene más saliva traga más pinole
Aprobada la reforma a los otrora sacrosantos artículos 27 y 28 constitucionales, dogmas de fe que alimentaron por décadas a la vargasllosiana Dictadura Perfecta, y que Peña Nieto está echando al basurero de la historia, tendría usted – seguro que tendrá – que acostumbrarse a ver, en los espacios publicitarios de ciudades y campos, espectaculares de BP, Chevron Corp., Exxon-Mobil, Royal Dutch Shell, los nuevos explotadores de los recursos mexicanos, en asociación utilitaria con la desacralizada Pemex.
Las autoridades mexicanas – reportó este lunes el The Wall Street Journal – esperan que esta iniciativa, la mayor reforma de la economía desde el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) en 1994, impulse el crecimiento económico, al atraer inversiones de miles de millones de dólares; mejore la competitividad al bajar los precios de la energía para el sector industrial, y perfile a México como una potencia en ascenso en un momento en que otros grandes mercados emergentes sufren una desaceleración.
Pero nada está escrito aún. Vamos a esperar a ver si las huestes de Andrés Manuel López Obrador y lo que Los Chuchos le dejaron al PRD no toman las calles, y los panistas de Calderón y de Madero no se ponen rejegos porque la propuesta peñanietista “se quedó corta”, pues no otorga propiedad del subsuelo a los particulares (éste sería el siguiente paso en la era postpeñanieto, para completar la Revolución Silenciosa estallada hace ya algunas décadas por los Gemelos de Washington).
Lo afirman las fuentes consultadas por el periódico económico financiero de Nueva York: A pesar de ser un cambio significativo, la iniciativa presentada el lunes podría decepcionar a algunas petroleras, y seguiría quedándose corta en comparación con lo que ofrecen la mayoría de países productores de petróleo. Por ejemplo, no otorga propiedad directa de los campos petroleros a las empresas privadas vía concesiones. El gobierno de Peña Nieto también señaló que no cederá una participación del crudo, sino el equivalente en efectivo del petróleo que encuentren y produzcan.
Lo citó ayer el Tocayo Paco Rodríguez: Ese tipo de acuerdo es similar al que se ofrece (al Imperio) en lugares como Ecuador e Irán. Otros países, como Brasil y Noruega, ofrecen (al Imperio) la propiedad del yacimiento. Los analistas de la Urbe de Hierro consultados por el WSJ están de acuerdo en que el futuro de la reforma dependerá en gran medida de detalles clave, que serán determinados en leyes secundarias en los próximos meses, como cuántos impuestos y otras tarifas querrá cobrar el gobierno mexicano.
“¿Podría ser esto muy atractivo? Necesitaremos más detalles y hasta que los conozcamos, los inversionistas harán preguntas”, le dijo al periódico Gray Newman, economista jefe para América Latina en Morgan Stanley. El vocero de Chevron, Kent Robertson, dijo que la compañía daba la bienvenida a cualquier decisión de los mexicanos que proporcionen nuevas oportunidades de inversión.
“Es más conservador de lo que a la gente le habría gustado, pero tal vez eso sea bueno”, dijo John Padilla, director gerente de la consultora energética IPD Latin America. Una iniciativa que hubiese presionado más el sentimiento nacionalista, pero que no consiguiera la aprobación del Congreso habría sido una peor alternativa.
En fin. La propuesta de reformas, por el momento, no satisface ni a los unos ni a los otros. La izquierda sigue con la cantaleta histórica de que el petróleo es de los mexicanos. Los dueños del dinero, los inversionistas enriquecidos con la suciedad de los campos petroleros tampoco están felices. Obviamente quieren más, mucho más. Es más, todo. Y al final, acabarán dándoles todo. Porque quién tiene más saliva traga más pinole.
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