Francisco Gómez Maza
• Los antieconómicos son los especuladores de todo
• No crece el país porque gracias a la pandilla de ladrones
Se dice que el comportamiento de los índices de precios y cotizaciones de los mercados bursátiles, de los mercados de riesgo, así como el comportamiento del tipo de cambio, son indicativos de la confianza o la desconfianza de los actores económicos en la marcha de una economía en un contexto político incierto.
En este caso, los enemigos del gobierno de López Obrador a éste le echan la culpa de todos los males, hasta de las quemadas que se dan los viejos políticos del viejo régimen de corrupción, impunidad, simulación y cinismo, pandilla de saqueadores de las arcas de la nación. Culpan al actual presidente del mal comportamiento de la economía, de la estupidez de los inversionistas bisoños y hasta del embarazo de Chuchita, la que bolsearon los priistas y panistas.
Per hete aquí que en los escasos dos meses y medio que lleva gobernando el presidente López Obrador es cuando la economía ha sido más diáfana y mejor portada y ahí están los números. Los indicadores de las bolsas de valores indican que la economía de las grandes, medianas y pequeñas empresas van marchando por la senda del crecimiento.
Eso hace la bolsa de valores. El Índice de Precios y Cotizaciones de la bolsa es una especie de termómetro que mide la temperatura del cuerpo de la economía nacional, de todos los sectores económicos representados por las empresas que cotizan en el mercado bursátil. Si va bien el numeraje de la bolsa esto significa que las empresas están obteniendo buenas ganancias, están en números negros. Y que la economía nacional va bien. Creciendo.
Esto no ocurría en lo pasado para ser justos. La vieja economía se fundamentaba en los moches, los cochupos, los sobornos, los atracos, el asalto a las arcas de la nación, todo lo peor de la inmoralidad de Los Pinos, de las alfombras rojas y del salón oval de la Casa Blanca, así como de la voracidad de los avorazados usureros de la banca establecida en México y de sus matrices en nueva York, en Hong Kong o en España. Una economía basada en el axioma de “el que tiene más saliva traga más pinole”. ¿Verdá, mi estimado Carlos Slim?
Es por eso que, y ya se olvidaron o se hace pijijis, la economía mexicana no pasó del 1 por ciento durante las últimas tres décadas. Los únicos que se embolsaron el billete grande fueron los más influyentes magnates del dinero, las empresas globalizadas, los barones del narcotráfico y los huachicoleros, o ladrones de gasolina, que junto con los dirigentes de la otrora empresa de México y del sindicato petrolero, desmantelaron Petróleos Mexicanos. Acabaron con la gallina de los huevos de oro. No se acabó como dijo Peña. La mataron ellos, los gobernantes y sus paniaguados.
Otro tanto puede decirse del comportamiento del tipo de cambio. Los expertócratas, analistocratas, gurúes, y sibilinos dicen, y lo aseguran como si fueran decanos de la Facultad de Economía, que tal comportamiento depende de la política, del estado emocional que produce el gobierno.
Pero eso no es cierto. El comportamiento del tipo de cambio está en razón directa de la voracidad de los especuladores. De quienes se enriquecen rápida y fácilmente, comprando y vendiendo dólares, en este caso. También pueden hacerlo con euros o yuanes.
La economía se comporta en razón directa al grado de avaricia de empresarios sin escrúpulos, productores avorazados, coyotes desalmados y los comerciantes esquilmados. A mayor grado de corrupción menor crecimiento del Producto Interno Bruto. Aquí no valen las ya muertas leyes de la oferta y la demanda, que no funcionan ni en Chicago, ni en el mercado de mariscos de Hamburgo. Aquí lo que impera es la ley de la necesidad y del abuso. Y esta verdad la tiene que tener muy clara el nuevo equipo de economistas que dicta las políticas financieras, crediticias, fiscales, monetarias, cambiarias, industriales, agropecuarias etcétera.
Así que, amigos fondomonetaristas, no se pasen de listos. No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que quien no quiere oír y menos escuchar.
analisisafondo@gmx.com