Francisco Gómez Maza
• El creador de Morena es ya oficialmente presidente electo
• Peña Nieto le levanta el castigo a la maestra chiapaneca
Este 2018, fin otro ciclo mexicano, es prolífico en sucesos que serán, a partir de mañana, parte de la historia de México, después de un periodo gris, mediocre, crítico, generador de empobrecimiento de los trabajadores, de corrupción, de impunidad, de simulación y de cinismo, de sangre, dolor y llanto, encabezado por quienes se autodenominaban la avanzada de la nación y se convirtieron en una dictadura sexenal, fundada por caudillos criminales que se asesinaron mutuamente con la impunidad que les dio la tan cacareada revolución mexicana.
Pero dos hechos sobresalen en el momento histórico, porque casi coinciden, o más bien se prestan a que las mentes cerradas de quienes reaccionan y no razonan las confundan y sigan denostando las decisiones mayoritarias de la nación: la declaración de la legalidad de la elección presidencial del primero de julio de este año y la entrega de la constancia de mayoría, que hace formalmente presidente electo a Andrés Manuel López Obrador, triunfador por una amplia mayoría…, hecho que ocurrió en el pleno del TEPJF.
El segundo hecho, para algunos condenable, la absolución judicial de la profesora chiapaneca Elba Esther Gordillo Morales, quien fue mandada a la cárcel durante todo el sexenio que está por terminar, bajo acusaciones de diversos delitos de corrupción, pero en realidad víctima de la venganza presidencial por no haber apoyado la muy cuestionable reforma educativa que ha dividido a la nación y particularmente al magisterio nacional.
De la confirmación de la legalidad de la elección del nuevo presidente no hay mucho que agregar. López Obrador tiene el reto de no decepcionar a las mayorías ciudadanas que depositaron en él su confianza, aunque lo votaron porque estaban ya cansadas, desmoralizadas, enojadas con los partidos políticos tradicionales que hicieron del Erario su botín y de la política una fuente de negocios fáciles y redituables.
La liberación de Elba Esther dividió las opiniones y las emociones y sentimientos de muchos ciudadanos. Para unos, la absolución de la profesora fue una palmada a la corrupción. “¿Y va a devolver lo que se robó?”, fue lo menos que se oyó en los círculos de las social networks. Debo ser claro como ciudadano y como periodista. A este escribidor le dio una gran alegría que Elba Esther fuera absuelta. En realidad, y no juzgo si es o no corrupta; no tengo ninguna autoridad para ser juez, ella fue víctima de la sevicia del sistema político priista.
Usualmente, los gobernantes emanados de la “revolución” no son electos democráticamente, y por tanto son ilegales y tienen que legitimarse con lo que sea. Generalmente, meten en la cárcel al primero que se les atraviesa. Por qué no fue castigado el líder de los trabajadores petroleros, corrupto y corruptor de fama nacional. Y sí la poderosa lideresa del magisterio que representaba el voto duro para los candidatos del PRI.
Dice Olga Sánchez Cordero, experta en derecho constitucional, senadora electa y futura secretaria de gobernación en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que la acusación contra la maestra era endeble; no estaba muy armada y fortalecida. En realidad, al Ministerio Público le importaba un comino que la acusación fuera endeble. Generalmente las acusaciones presentadas por esa abogacía presidencial son endebles y cualquier juez las destruye por falta de pruebas. A los actuales gobernantes lo que les importó fue castigar la deslealtad política. Así ha ocurrido con tantos políticos que han caído de la gracia del Tlatoani en turno. Bienvenida, maestra, después de 5 años de estar recluida.
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