• Morena le quita una delegación emblemática
• Pierde la mayoría absoluta en la Asamblea
El principio del fin del partido fundado por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo y otros demócratas, está en marcha en el Distrito Federal, el bastión perredista que se creía inexpugnable, indestructible, pero que los mismos perredistas se encargaron de derruir en menos de dos décadas.
Importantes sectores del electorado capitalino, cansados del PRD, decidieron, el domingo 7 de junio en las urnas, retirarle su confianza a los amarillos. Muchos, la más emblemática delegación política (Cuauhtémoc), por su extensión y su presupuesto, se fueron con Morena. Y el PRI y el PAN aumentaron sus ganancias.
Comenzó así a hacerse realidad el vaticinio del presidente del Comité Ejecutivo Nacional perredista, Carlos Navarrete Ruiz, quien hace poco, de acuerdo con una grabación trascendida – dice él que editada mañosamente -, auguró que, en tres años (el 2018), su partido perdería la jefatura del Gobierno del Distrito Federal por su nula capacidad de renovación. En realidad ya la había perdido desde el 2012, pues Miguel Mancera no es miembro del partido (no se sabe públicamente), sino un gobernante ciudadano postulado por el PRD.
Y no es que este escribidor quiera ver muerto al Partido de la Revolución Democrática, al que vio concebido, gestado y nacido. Es que, traicionado, va a tener que morir por obra y gracia de una dirigencia que prostituyó al Comité Ejecutivo Nacional y a su Consejo Nacional. Dicen algunos que a Carlos Navarrete Ruiz no le queda ahora más que renunciar. La verdad es que da lo mismo que renuncie o que permanezca en la dirigencia. El problema es más profundo. Habría que cambiar y elegir con libertad a todo el Consejo y hacer a un lado a los peones pagados por Los Chuchos.
Los electores, si es que hemos de creer en esta simulación de democracia a modo del poder, tarde o temprano rectifican y castigan con severidad a los políticos que no respondieron a las aspiraciones de la colectividad. Le pidieron cuentas al perredismo.
Pero por lo pronto, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), de Andrés Manuel López Obrador, le estaba disputando al PRD, este lunes en el recuento de los sufragios, la mayoría en la Asamblea Legislativa. El PRD se perfilaba para perder la mayoría absoluta, que hasta ahora había mantenido. Los lopezobradoristas llevaban la delantera en 17 distritos, mientras que el perredismo aventajaba en 15. Así, en su primera incursión en elecciones, Morena sería la segunda fuerza en la ALDF.
En el reparto de delegaciones políticas, la elección podría darle, más o menos, hasta el momento, seis al PRD, cinco al Morena, tres al PRI y dos al PAN.
Pero no todo está escrito. El recuento de votos aún no concluía, este lunes, en el IEDF. Y en las siguientes horas podrían presentarse más sorpresas favorables al Morena.
Por la mañana del lunes, colegas reporteros hicieron entrevistas telefónicas a los dirigentes de la bancada perredista en la Cámara de Diputados. Miguel Alonso Raya y Alejandro Sánchez se notaban tristes, deprimidos, ante lo que puede ser calificado como el principio del fin de la hegemonía de su partido en la capital de la república.
Los perredistas no aprendieron a mantenerse en el poder, a pesar de que su dirigencia histórica abrevó de las fuentes del priísmo tradicional. Y no puede decirse que, en las condiciones actuales, los cuadros del PRD sean de izquierda, sino más bien pragmáticos, oportunistas, acomodaticios y convenencieros.
Alguien me dijo que en el pecado los perredistas llevarán la penitencia. Por lo pronto, todas las entrevistas radiales revelan a un perredismo cabisbajo.
Ah. Y en el ámbito nacional, el PRD perdió la gubernatura de Guerrero, el estado con mayor militancia perredista. Ganó Aureoles en Michoacán porque así lo decidió el presidente Peña Nieto.
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