Francisco Gómez Maza
• Infantiloide pánico al “comunismo”
• Y en medio la soberbia como un dios
Miércoles 1 de julio de 2020, o día de la victoria, o día de la confrontación, dependiendo del color del cristal con que se mire, como dice el poeta Ramón de Campoamor.
Dos bandos. Lo dia-bolico y lo sin-bólico:
De un lado, las clases acomodadas, azuzadas por quienes perdieron privilegios; del otro, las otrora “fuerzas vivas”, que por años fueron la carne de cañón de quienes detentaban el poder político
El escenario: un país que vivió una revolución interrumpida por la corrupción, la impunidad, la simulación y el cinismo.
La confrontación sigue a todo vapor a dos años de que se inauguró un gobierno aplastantemente mayoritario. Votaron por López Obrador 30 millones 113,483 de electores. De los 56 millones 611,027 personas que votaron en las elecciones federales, 53.19%
Pero obviamente, los perdedores, el PAN y el PRI con sus adláteres, nunca han estado conformes. Ellos representan a la Derecha y mueren de pánico porque están seguros de que López Obrador va a implantar el “comunismo”, en momento en que la lucha de clases ya no es defendida por nadie en el mundo, y el “comunista” quedó un partido más entre todos los que compiten.
Las veteranas murallas del comunismo, sin comillas (Rusia, antes URSS, y China), van desmoronándose rápidamente y en México no existe ninguna posibilidad de instaurarlo, siendo el traspatio de los Estados Unidos.
Pero es imposible convencerlos. Sobre todo, panistas mueren de miedo y salen con frecuencia a las calles a manifestar su indignación y su rechazo al gobierno morenita, en autos de lujo, en cuyas carrocerías se rebela el pánico por el “comunismo”.
Pero los dos años de López Obrador han trascurrido entre claroscuros. Su bandera más desplegada es la lucha contra la corrupción, lo que no gusta a muchos que hicieron de ella su modus operandi y su modo de financiar su vida.
Pero nadie dice que la política económica, la parte más sensible que afecta a grandes empresarios y grandes inversionistas, descansa en un axioma que siempre enarboló el mandatario: primero los pobres.
Y el mandatario no está engañando a nadie. Simplemente está poniendo en práctica todo lo que advirtió durante su vida anterior, fuera como activista de oposición, o como tres veces candidato a la presidencia de la república.
Pero, el presidente más querido por las mayorías, que podría afirmarse que lo aman, a dos años de sortear graves retos como el fortalecimiento de las bandas de la delincuencia organizada, es el presidente más odiado y atacado por las minorías.
Y la confrontación se agudiza en momentos muy críticos por la pandemia del coronavirus y la recesión económica agudizada por la contingencia sanitaria.
Con todo, sus adversarios no pueden dejar de reconocer que el tabasqueño se agiganta en la medida en que ellos buscan derrotarlo, inclusive, si les fuera posible, mediante un golpe de estado.
Con todo. La realidad es que la oposición real a AMLO es la misma realidad: la recesión económica, más profunda que el crack del 29, y las negras expectativas que la calamidad de la pandemia del coronavirus provoca.
Hay que reconocerlo. AMLO mantiene la fuerza de las mayorías, aunque no siempre las mayorías tengan la razón, de acuerdo con la opinión de las minorías.
Y mientras el presidente y sus simpatizantes, sus correligionarios, celebran, con bombo y platillo, el segundo aniversario de la elección que lo instauró en palacio nacional, su equipo de abogados prepara la batalla legal en contra de quienes hicieron grandes fraudes a la hacienda pública, particularmente en el terreno de la generación de energías limpias.
La confrontación opacó la fiesta de los neoliberales por la puesta en vigencia del nuevo tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, llamado T-MEC (Tratado México, EU y Canadá).