Francisco Gómez Maza
• Hoy me resisto a redactar
• No quiero saber de nada
La verdad es que este amanuense de la sociedad no tiene ganas, hoy lunes – ni siquiera de escribir; ni hablar de nada; ni de la política, ni de la economía; ni de los fifís ni de los chairos; ni de los de la izquierda ni de los de la derecha. Ni del centro que es la nada, ni de nada. Nihil obstat. Está de luto. Dolorosamente de luto.
Creyó que, después de dos meses y medio aproximadamente de maldición, de pandemia, de odio, de vibraciones negativas, de tóxicos, de traidores, de egoísmos, su familia se había salvado ya de la muerte. Que era un afortunado en los días de la ira de la Naturaleza.
Pero no fue así.
Entiende tanto la vida y como la muerte; sabe que no puede explicarse la primera sin la segunda; el principio sin el final; el camino del seno de la madre al seno de la tierra; que la muerte a la vida es como la cara oculta de la Luna.
El Misterio. Así. Sin adjetivos.
Y así como alegra hasta el éxtasis el nacimiento de un ser humano, así duele profundamente, en el mero corazón, su partida definitiva hacia la Gran Terminal. Y duele más cuando la ida nadie de la familia la esperaba.
Es muy difícil curar el intenso dolor del alma. Imagine, amigo, amiga, si voy a estar, hoy, redactando acerca de las vanaglorias de la res pública. No. Ahora no me interesa.
Murió mi muchachita la noche del sábado 30 de mayo, y sola, sin una compañía material, mortal; aparentemente en el sueño profundo de su descanso que se volvió eterno.
Una preciosa mujer que fue como mi hija. La vi nacer poderosa trayendo su luz, su pan, su gozo. Ávida vida que a vivir convida, como me escribió, cuando nació Luis Francisco, el amado poeta guatemalteco, paisano y hermano mío – él, de Xelajú; yo, del Viejo Imperio -. Otto Raúl González.
Pero Vicky se fue ya, como se han ido cientos de miles, tronchados por esta ira de la Naturaleza. Y seguiremos viendo pasar la muerte, sin la solemnidad de ningún poderoso.
Ojalá todos estuviéramos en estado consciente para aceptar la vida y la muerte. No habría tanta injusticia en este mundo. Me dijo un día un iluminado que el delito madre de todos los delitos es la Injusticia.
Hasta siempre, amigos muertos. Un día estaremos todos juntos, viviendo debajo de la tierra, como un día escribió el grande Jaime Sabines. Cerraremos el Círculo. Hasta siempre, mi querida hija de mi alma.
Y no es cuestión de creer o no creer en la trascendencia de los seres; en el espíritu que nos anima y que anima al Universo. Como lo afirma el amigo Leo Boff, entender el espíritu como una sustancia invisible e inmortal es decir media verdad y limitar su amplitud. No dice nada sobre su enraizamiento en el universo, ni habla de su lugar en el conjunto de todas las relaciones, ya que todo es relación y no existe nada fuera de la relación.
El espíritu como sustancia invisible e inmortal parece existir en sí y para sí mismo, fuera del conjunto de seres.
Ahí me quedo. Los que se van, aunque los que se quedan cremen su cuerpo, sólo mudan de habitación…