Francisco Gómez Maza
• La lucha contra el robo de combustibles, un acierto
• Pero donde no se midió el presidente es en Chiapas
Variopintas son las evaluaciones del desempeño de la administración López Obrador, en los primeros 10 días de inaugurada.
Obviamente que los enemigos, que no adversarios, del presidente dirán que es un desastre, que las calificadoras de riesgo dieron la calificación de cero al desempeño del mandatario, en materia financiera. Dirán a los grandes inversionistas que se abstengan de invertir en México porque el riesgo de perder su inversión es mayúsculo.
Y están felices porque lo que a ellos les interesa es que López Obrador fracase. Es la revancha de los neoliberales, de los Salinas, de los expresidentes que perdieron su cuantiosa pensión mensual y ahora tienen que vivir de los intereses que les rinden sus inversiones en los mercados off shore.
Los fans de López Obrador -¿les dicen chairos los voceros del neoliberalismo? – piensan y están convencidos de todo lo contrario de lo que dicen los emisarios del pasado. Que ha habido grandes logros como la suspensión de la construcción del faraónico aeropuerto de Texcoco, o la política social que derrama millones entre los pobres con la esperanza de aumentar los votos para las elecciones intermedias y ganar todo el país para Morena.
Buena estrategia esa de regalar dinero como una propaganda subliminal para obtener las simpatías de los que no estuvieran muy convencidos de Morena. Y la va a ganar porque la estrategia es genial. Es menor que la que aplicaba el PRI, que ya nada más con las promesas obtenía sus votos. Ahora, el intercambio es real, concreto, contante y sonante.
La campaña contra el robo de gasolinas fue un gran éxito, aunque criticada por los neoliberales. Pero inclusive ellos se vieron beneficiados con que los precios de los combustibles ya no subieran tanto como en lo pasado. Hubo y sigue habiendo una estrategia inteligente de parte de seguridad pública, de la policía federal, del ejército y de la marina. Lo que no tomaron en cuenta las calificadoras es que Petróleos Mexicanos quedó desmantelado el 31 de diciembre de 2018 y lo desmantelaron los huachicoleros de Enrique Peña Nieto. Cientos de miles de millones de dólares se fueron a las arcas de los grandes capos del huachicol, entre ellos algunos políticos de polendas.
Otro éxito en el que estarán de acuerdo inclusive los enemigos de López Obrador es el trabajo realizado por Santiago Nieto, defenestrado de la fiscalía de delitos electorales por Peña Nieto, y rescatado por AMLO para encabezar la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda. Antes de aprehender o eliminar a los capos del narcotráfico había que pegarles en su columna vertebral, que es el sostén de todo cuerpo. Y la columna de los narcos es sus finanzas. Cuando en el Viejo Regimen era detenido un capo importante, surgía otro más poderoso. El marco era, es, como la cabeza de la hidra…
Pero el error imperdonable de López Obrador es Chiapas. El estado asaltado, atracado, hecho mierda por cuanto gobernador ha pasado por su palacio de gobierno, desde tiempos inmemoriales. En el remoto pasado era algo así como la Siberia en Rusia. Un lugar de castigo para los políticos malcriados con el presidente de la república. Luego se trasformó en botín tanto para los políticos locales como para el presidente de la república. Algo así como el policía que tiene que morder para darle parte de la mordida al jefe, y éste darle otro tanto al comandante, y así hasta arriba…
Pero Manuel Velasco Coello no tuvo medida. Lo dice cualquier chiapaneco al que se le pregunte. “Dejó las arcas vacías”, es lo menos que he escuchado de él de muchísimos ciudadanos chiapanecos. Y fue y es protegido del actual presidente. Y para colmo, López Obrador designó a otro de la misma pandilla; no me quedo corto si digo que del mismo cártel. Nadie en Chiapas augura un cambio ni siquiera de gato pardo bajo el gobierno de Rutilio Escandón, más que nada beneficiario de la profunda amistad de López Obrador, y éste no traiciona a sus amigos, aunque a sus amigos no les importe el pueblo. Y en Chiapas, la inmensa mayoría lamenta la decisión del presidente. Otro caso. Tuxtla, la capital, gobernada por un priista de cepa vestido de color vino.
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