Francisco Gómez Maza
• Creen que AMLO aplicará políticas de izquierda
• Nada fácil, así, el buen éxito del nuevo gobierno
López Obrador tendrá que bregar contra viento y marea pues, aunque goza del apoyo de la mayoría de los trabajadores, no tiene apoyo pleno de las clases empresariales que, con justa razón, de acuerdo con sus intereses, no confían en sus políticas económicas. Y esto lo pone en claro el mismísimo Banco de México.
Tendrá que enfrentar y resolver gravísimos problemas de inseguridad pública, violencia, comercio ilegal de estupefacientes, que ha cobrado miles de víctimas fatales, y el escandaloso robo de gasolinas (huachicoléo), que afecta terriblemente a las finanzas de la empresa Petróleos Mexicanos y, por tanto, a las finanzas públicas y a la economía, entre otras graves broncas heredadas por las administraciones neoliberales.
Enormes son, pues, los obstáculos para que el presidente López Obrador pueda cumplir con las ambiciosas promesas, planteadas por él en campaña y que ha confirmado durante los primeros 30 y tantos días que lleva al frente de la administración federal. A estos hándicaps hay que agregar la herencia maldita de los gobiernos neoliberales: impagable deuda pública, falta de políticas públicas en materia de industria, precariedad del empleo, entrega de importantes sectores económicos, como el de la energía (principalmente petróleo) a inversionistas extranjeros, amén del proteccionismo galopante del socio comercial más importante de México (EU) y la subversión de la derecha que, a toda costa, intenta presentarlo como socio de los gobiernos revolucionarios de América Latina, entre otros obstáculos. Jugarán en contra de él los aún secretos Acuerdos de Bucareli que imponen condiciones draconianas al gobierno mexicano por el gobierno de los Estados Unidos.
El mismo Banco de México ha estimado ya que la marcha de la economía estará sujeta a una elevada incertidumbre (desconfianza) de los hombres del dinero – inversionistas – frente a las políticas del gobierno, amén de la debilidad de la economía estadounidense y de los mercados en los que mexicanos mantienen relaciones comerciales y de inversiones.
Simultáneamente, la economía nacional ha venido siendo atacada por el cáncer del huachicoléo, o robo de gasolinas, que será difícil de extirpar, incluso con el despliegue de fuerzas de seguridad en toda la estructura de producción de hidrocarburos. De acuerdo con el colega Noé Cruz, especializado en asuntos petroleros, el volumen de gasolinas robado a Petróleos Mexicanos, estimado en 9 millones de litros diarios, es ligeramente superior a todo lo que consume el parque vehicular de la Ciudad de México en las 322 estaciones que venden Magna y Premium. volumen que también representa 70% de lo que se consume en el Estado de México a través de la venta en 913 gasolinerías.
De estos tamaños es el daño que padece toda la economía mexicana. La herencia de destrucción del presidente Peña. Y sólo hablamos de incertidumbres y robo. La incertidumbre o desconfianza empresarial sólo desaparecerá cuando el presidente de la república les garantice, a los hombres del dinero, seguridad plena de que no se aplicarán políticas nacionalistas, de izquierda, y que los capitalistas puedan estar seguros de que cuentan con el apoyo pleno del gobierno, inclusive sacrificando los ingresos de los trabajadores y por consiguiente su bienestar. Seguramente no le será difícil, pues su gobierno ya dio muestras de que no tiene mucho respeto por los trabajadores, al despedir de entrada, sin ningún miramiento, a empleados del aparato burocrático, que llevaban ya muchos años de servicio. Pero tendrá que encontrar la “medianía” juarista. Imposible para el presidente lograr sus metas sin el sector capitalista. Pero no puede seguir sacrificando a los trabajadores. Y no es con dádivas como va a acabar con el fenómeno de los llamados “ninis”, o procurar el bienestar de los ancianos.
No olvide el líder de Morena – para ser honesto, más que presidente parece dirigente político – que todo lo prometido, las ingentes inversiones públicas en megaproyectos, tiene que realizarse con el consenso de todos los actores de la economía, especialmente el visto bueno de la gran empresa privada, que no le perdona la suspensión del NAICM.
Excuso decirle que ya hay grandes corporativos mexicanos, con venas en prácticamente todo el globo terráqueo, que tienen listos su plan B en caso de que López Obrador “atente” contra la seguridad de los grandes capitales. Esas empresas tienen planes inclusive de abandonar México y anidar en otras latitudes donde se les asegure que sus inversiones estarán seguras.
En la minuta sobre la decisión de política monetaria del Banco Central del pasado 20 de noviembre, en la cual el instituto bancario anunció la subida de su tasa de referencia a 8.25%, integrantes de la junta de gobierno alertaron que, además de los riesgos globales, la economía mexicana podría enfrentar obstáculos en el proceso de ratificación de los acuerdos comerciales alcanzados entre México, Estados Unidos y Canadá; que se presenten factores que propicien mayor incertidumbre interna y una menor confianza en las perspectivas de la economía.
Según los temores del banquero central, pueden presentarse algunos atrasos en la ejecución del gasto público, ante el cambio de administración. Hay factores de riesgo para el mediano y largo plazos, más preocupantes para los dueños del dinero que los que enfrentan los inversionistas en el corto plazo. Entre tales amenazas, siempre de acuerdo con la conservadora junta de gobierno del banco central, figuran los riesgos estructurales derivados de la posible adopción de políticas que pudieran conducir a cambios profundos en la economía y la capacidad de crecimiento, así como los derivados de una eventual falta de Estado de derecho, inseguridad pública e impunidad, que están afectando, desde lo dos sexenios más recientes, el de Calderón y el de Peña, las perspectivas de inversión y crecimiento económico.
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