Francisco Gómez Maza
• El Presidente debe confirmar lo que informa
• Muchos se quedan con dudas en la mañanera
De lunes a viernes, como lo acostumbraba cuando fue jefe de Gobierno del otrora Distrito Federal, el ahora presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, habla con un nutrido grupo de periodistas particularmente de los medios de información digitales y algunos de los tradicionales; la televisión comercial no se ve en el salón de la antigua y elegante Tesorería de la Federación, ubicada en Palacio Nacional.
El presidente introduce un tema. El asunto que a él le interese más difundir. No necesariamente en que los periodistas y el público que lo ve y oye tienen en mente conocer. Despliega el tema y luego responde a preguntas de reporteros interesados en tal o cual asunto. Algunas veces, muy tímidamente, le preguntan de cuestiones que pudieran parecer comprometedoras, pero él siempre extiende la mano izquierda y sale del problema que pudiera causarle el cuestionamiento.
A veces pareciera que habla para salir del paso. Y es explicable. Imagínese que tiene usted que dar cuentas de su encargo, diariamente y a las 7 horas, después de reunirse con sus colaboradores, en este caso con su llamado gabinete de seguridad para hacer un balance de la actividad de la delincuencia organizada, en cuyo combate no se ve mucho avance porque los asesinatos, los secuestros, los levantones, las amenazas de muerte, los robos a casas –a mí me robaron todo lo robable del departamento donde pernocto, después de trabajar todo el día por un sueldo miserable y lo único que pudieron hacer las autoridades de procuración de justicia escuchar y escribir, en pésimo dizque castellano, ni denuncia y ahí quedó todo, a pesar de que presenté videograbaciones del momento en que los ladrones entraban a mi digamos casa, cuanto duraron adentro y a qué hora salieron con lo robado, dejando un tiradero de documentos, libros, papeles, ropa por todos lados -. Así que López Obrador, no por lo que me hicieron a mí, sino por todo lo que pasa de negro en el país, no puede rendir buenas cuentas. Pero en fin. Habla con los periodistas en lo que él califica como “diálogo circular”, expresión que mi cabeza no da para entender.
Me gustaría tener muchos ojos, ver para adelante, ver a los lados, ver hacia atrás para saber si lo que nos receta el señor presidente todos los días es verdad, o son versiones que él recoge de sus colaboradores en tal o cual asunto. Me llamó poderosamente la atención que el otro día informara, con toda la seriedad del mundo, que en Chiapas había ya 80 mil campesinos, supongo que supuestos jornaleros, trabajando en el programa que él llama Sembrando Vida y que estaban recibiendo, no me crea, pero al parecer como 5,000 pesos mensuales.
Curioso que son como, me ufano, muy buen periodista, pregunté, hice un pequeño sondeo, en algunas partes del estado, y nadie supo decirme que los jornaleros ya estaban trabajando y ganando la miserable cantidad de 5,000 al mes.
Puede ser cierto. Pero si lo es, los encargados es posible que lleven a la práctica dicho programa social a la chita callando para que sólo el presidente pueda enterarse y lo diga ante periodistas malvados, curiosos, que no se quedan satisfechos con lo que el político, o el gobernante, o el empresario les dicen con lujo de seguridad en su lenguaje corporal.
Y así como ello, otras cosas. Excuso hablarle también de otros asuntos buenos. Antes de López Obrador, los ancianos – no sé porque nos llaman “de la tercera edad”, expresión que no significa nada más que un hipócrita “respeto” a los viejos, la Sedesol les daba, cada dos meses, mil 162 pesos de “pensión”. Y ahora, un compadre mío, que es una flecha a pesar de sus 85 años (va y viene, recorre la ciudad de México, reportea, visita a sus amigos en las oficinas de prensa, me invita a desayunar, se levanta a las 4 de la mañana para ir al puesto a comprar sus periódicos porque se dedica a realizar una síntesis noticiosa diaria, grabada ya que él es periodista radiofónico) me dijo: oye, Paco.
Los de la Sedesol se quedaban con más de la mitad de la pensión. Se debieron de hacer millonarios. Ahora, ya van dos veces que voy al banco y mi saldo es de 2,500 pesos. La primera vez me sorprendí. Creí que era una equivocación y no quise tocar ese dinero. Lo dejé en el cajero. Pero este día 15, sólo por curiosidad fui, y ya había 3,000. Entonces mi mente comenzó a maquinar. Qué barbaros. Los anteriores funcionarios de la Sedesol eran unos ladrones sinvergüenza.
Y se me acabó el mecate, como dice mi amigo Ruperto en su columna ÍNDICE.
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