Francisco Gómez Maza
• Lo advirtió el gran sacamuelas de León Felipe
• Prometeo seguirá muriendo a golpes de fake news
Antes de partir a unas agradabilísimas jornadas de vagancia en mi datcha, me viene a la memoria el poeta prometeico de mi querido maestro León Felipe, aquel alegre sacamuelas que un día apareció en estas tierras, otrora lacustres.
Ávatar del exilio español, que hizo de México su patria, y ya ido ha 50 años, exactamente aquel año de la muerte y del retorno, 1968, cuando todo comenzó en esta tierra donde los hombres son asesinos de sueños, el sacamuelas poeta me recordó que todo el que lucha a favor de los pobres es un poeta prometeico, como el atarantado de Alonzo Quijano, o como los descendientes del 68, que tienen que morir, siempre escarnecidos y apedreados, calumniados… crucificados y malditos, porque en estas tierras de caciques no se da la justicia, aunque se siembre y se le eche agua, ya no digamos el amor entre hermanos de la misma camada.
Prometeo, el trágico Prometeo de Esquilo (uno de los grandes de la literatura universal), de acuerdo con la imaginación helénica de su autor, desafió a los dioses y a la humanidad por lo que fue condenado a los peores tormentos, como ocurre en esta patria donde los demonios andan desatados desde hace ya muchos ayeres y se han tragado a unos 40 y tantos mil seres humanos, que luego aparecen en las fosas comunes de este cementerio llamado México, sin contar los unos 200 mil ejecutados dicen que por el crimen organizado, que así se llama ahora el negocio de la corrupción organizada y del huachicoleo.
Pero ese Prometeo que se enfrenta a los demonios de la corrupción, de la impunidad, de la simulación y del cinismo, en estos actuales tiempos de ira, de odio, de desprecio a los valores humanos, de venganza y de muerte, fue redimido, hace 50 años, por el gran sacamuelas y por la sangre derramada donde se ponía el mercado de los tlatelolcas, donde sobre los templos de los dioses, se levantaron modernas viviendas de trabajadores, y donde fueron asesinados quién sabe cuántos jóvenes estudiantes, mujeres, mujeres embarazadas, viejos y viejas, y hasta niños por un Tlatoani asesino, heredero de Huitzilopochtli, el alter ego de los mexicas, dueños y explotadores de los pueblos de Mesoamérica, como ocurre ahora con los imperialistas del norte sobre el mundo.
Imagine a los trabajadores mexicanos, a sus verdaderos dirigentes, que en realidad escasean, como los trabajadores prometeicos, que si Esquilo viviera en estos desgraciados días, habría enriquecido con imaginación aquella tragedia de la literatura griega. Imagine, amigo lector, a las inmensas mayorías de los mexicanos viviendo con las entrañas derrotadas, ardientes por el fuego de los dioses del olimpo priista. Y el poeta lo predijo todo lo que les está ocurriendo a los mexicas mestizos, en estas épocas de las armas de altísimo poder que no matan, sino masacran, no solamente la carne y los huesos, sino hasta el alma.
Y para León Felipe, el Poeta Prometeico es el rebelde, el verdadero rebelde; no el que se dice revolucionario, sino el que se rebela ante la injusticia, el único pecado que los teólogos moralistas no han descubierto: injusticia. Y que clama venganza en serio, venganza que no puede concretarse porque nos enfrentamos a hombres y mujeres asesinos de sueños, engendradores de discordia, inventores de noticias falsas, esas que en inglés se llaman fake news, con el afán de denigrar y, en el fondo del corazón envenenado, de asesinar a todo Poeta Prometeico.
Pero mientras el Poeta Prometeico no sea liberado del eterno castigo, la humanidad, en este caso mexicana, continuará bajo el esclavismo de los explotadores de los trabajadores, de su mano de obra, rechazando enfermizamente a todo rebelde que pretenda darle un giro de 180 grados al reloj de la impudicia social, política, económica. Y vaya que hay entes que se prestan para sostener el estado de cosas que sólo favorece a los potentados de este mundo, bajo la diabólica inspiración de la hipocresía de la moral cristiana de los críticos, de los asesinos de sueños. Y este escribidor continuará a la espera de que el Viento filipense saque al ser humano de la arcilla y del sueño para rehacerlo con una nueva forma de pensar, de juzgar y de actuar.
Pero el Poeta Prometeico continuará muriendo escarnecido y apedreado, y calumniado… crucificado en aras de que impere la justicia y desaparezcan estos cuatro jinetes de nuestro Apocalipsis: corrupción, impunidad, simulación, cinismo. En este espacio volveremos a encontrarnos dentro de dos semanas…
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