• Una reforma y una profunda división
• El futuro, condicionado a las reformas
Dos Méxicos contrahechos, contrapuestos, confrontados hoy por la Reforma Educativa; mañana, por la Reforma Energética y por la Reforma Hacendaria, por el IVA, que matan de indignación a los opositores.
De un lado, Enrique Peña Nieto, seguro de que es la mano ejecutora del cambio de estructuras para bien de los mexicanos, para mover a México, para hacerlo productivo y competitivo, para que los pobres y los que tienen hambre vivan mejor y se alimenten.
En el lado de enfrente, los movimientos de izquierda, los maestros de la CNTE, que ya han mostrado el músculo, Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, indignados porque están seguros de que el Presidente es brazo ejecutor de cambios sólo en beneficio de los grandes empresarios nacionales, y principalmente de los intereses de poderosos inversionistas extranjeros, en detrimento de los trabajadores mexicanos.
La división se hizo más dramática este fin de semana. En el Congreso, en maratónica sesión, los diputados de la mayoría aprobaron, con extrema velocidad, la Ley del Servicio Profesional Docente, que dejó insatisfecho al magisterio disidente, que la califica como una reforma en contra de los derechos laborales del magisterio. Profundo resentimiento generó la decisión de la mayoría priísta y panista. Enorme satisfacción en Los Pinos, porque ya se tienen nuevas reglas del juego para las relaciones con el sistema educativo, que sí beneficiarán a los maestros, pero sobre todo a los niños y jóvenes.
Dos visiones. Dos naciones totalmente desunidas, que se desunirán aún más en los próximos días y semanas cuando el Congreso aborde y apruebe particularmente la reforma de Petróleos Mexicanos.
Peña Nieto está convencido de que su iniciativa de Reforma Energética será soberana, para bien de México, para hacer de Petróleos Mexicanos una empresa mexicana de calidad mundial, con las inversiones privadas, que no le darán propiedad del petróleo a los inversionistas, convicción que no sólo no comparte la contraparte, sino que la califica, como lo hace López Obrador, de mentirosa, privatizadora y encarecedora de los combustibles y la energía eléctrica.
Y después, el debate en las calles será aún más intenso, la confrontación marcará las relaciones sociales y políticas de los mexicanos, porque el Congreso aprobará las reformas fiscales – IVA, ISR, IETU et alteri -, que los opositores de Peña Nieto aseguran que serán totalmente expropiadoras de los trabajadores, porque el IVA (Impuesto al Valor Agregado) gravará a los alimentos de primera necesidad y los medicamentos y depauperizará más a los ciudadanos ya empobrecidos.
Concluyeron los primeros nueve meses del sexenio priísta en medio de la confrontación y la agudización de las contradicciones: una economía en picada, cuya suerte depende, no de la imaginación de los economistas, sino de las reformas estructurales, que aún están en los archivos del Congreso. La apertura del sector energético, la liberalización del sistema financiero y bancario, el cierre de las pinzas a la evasión y elusión fiscales, y otras como el blanqueo de dinero ilícito.
Panistas y perredistas, no obstante ser aliados del presidente Peña Nieto en el Pacto por México, se manifestaron insatisfechos ante el Primer Informe. Una pieza pronunciada por el presidente sólo para reforzar su agenda de gobierno – lo dijo Gustavo Madero -, pero vacía de hechos, de logros tangibles. Una agenda que sólo al concretarse pondrá a México en la cúspide de las economías emergentes.
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