Francisco Gómez Maza
• Por supuesto que podría haber un estallido social si hay fraude
• Y no lo impulsará más que la gente; AMLO se irá a La Chingada
Las buenas conciencias, como los fariseos de aquella secta judía que condenó a muerte a Jesucristo, de acuerdo con la leyenda bíblica, se rasgan las vestiduras ante las provocadoras manifestaciones del candidato Andrés Manuel López Obrador, a quien le fascina poner en entredicho a sus adversarios, que caen redonditos, como moscas en un papel embarrado de miel, muriendo de lo que yo llamo scandallum pusilorum (escándalo de los mediocres, de los infantiloides, de los pusilánimes).
Lean bien el discurso. El tabasqueño no amenazó con soltar al tigre, si el aparato estatal priista le hace fraude. (Muy difícil, el fraude, cuando López Obrador aventaja con creces a los candidatos del PAN y del PRI).
Él no es el dueño del tigre. Si le hacen fraude, yo sí creo que se va a soltar el tigre de los millones de ciudadanos que prefieren a AMLO por encima del panista y, sobre todo, del priista. Y se verán defraudados por el órgano jurisdiccional encargado legalmente de contar los votos. Hay grupos violentos, que no comulgan con AMLO, pero que dicen defender la verdadera democracia, dispuestos a encabronar al tigre, y esto es un secreto a voces (todo el mundo lo sabe, terminando con las agencias de espionaje y seguridad del Estado)
Pero quienes no pueden ocultar su odio hacia López Obrador – los defensores oficiosos de la oligarquía y de la clase política dominante – no pierden el tiempo y aprovechan cualquier cosa para apalear al tabasqueño. Por mí que lo apaleen. Allá ellos. Pero hay que actuar con honestidad, ya no con respeto. Está aclaradísimo, por ejemplo, que el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela no tiene nada que ver con López Obrador. Maduro ha estado, y se han estrechado las manos, con el señor Peña Nieto, pero nunca con López, como le dicen quienes le tienen miedo.
Ahora utilizan al tigre para madrear al tabasqueño. Me dan risa los periodistas de la televisión y de la radio que, por unos cuantos pesitos, se ponen a denostar al tabasqueño y a adular a Meade. Aclaro. Debo aclararlo porque me acusaran de lopezobradorista, que López Obrador no es santo de mi devoción; que no creo que sea la opción de un cambio verdadero para los mexicanos. Pero como periodista tengo la obligación de hacer honor a la verdad.
Y veo que quienes lo atacan con odio no tienen argumentos y se ceban en el insulto ramplón. Lo escucho diariamente a través de la radio. No de la tele, porque desde hace mucho que me liberé de esa caja idiota que sólo idiotiza a los llamados televidentes, entre los cuales me quedo con aquellos que sólo ven los programas de caricaturas y los programas para niños.
Y de verdad que los miedosos de perder sus bienes, su libertad, con López Obrador, pierden la cordura, como si en ello les fuera la vida. Pusilánimes que adoran a un becerro de oro que no les da de comer ni los hace multimillonarios. La verdad es que yo ya quisiera ver un cambio radical, de raíz, en las relaciones de producción, un cambio que reparta más equitativamente las oportunidades y los medios de pago. Que ese 90 por ciento de la población que masculla su pobreza pueda equilibrarse con el 10 por ciento de personas en donde se concentra la riqueza. No quiero que los ricos dejen de serlo. Quiero que los pobres tengan acceso a todos los beneficios de los ricos: alimentación buena, casa abrigadora y cómoda, vestimenta limpia, buena salud, buen empleo que les permita, inclusive, tomarse unas vacaciones, de perdida, en Acapulco.
Y estas ventajas no se las ha dado nadie, en una sociedad que es dominada por un capitalismo (seudo, incipiente, enano) salvaje, que explota a los trabajadores, que les chupa la sangre a más no poder, que les roba, que se hace cada vez más rico gracias al latrocinio y al saqueo de las arcas de la nación. Si quisiera ese cambio. Pero no me lo garantiza López Obrador. Que quede claro.
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