Francisco Gómez Maza
• Pero ahora ataca a infantes y adolescentes
• No hay mucha demanda hospitalaria, pero…
Mientras los insatisfechos, los frustrados, desesperan, se rompen la cabeza, pierden el tiempo, alimentados por la rabia, el odio, la insatisfacción y el llanto infantiloide, ante sus fracasos electorales, por la pérdida de sus privilegios, porque las mayorías ya no creen en ellos, y el presidente sólo ríe con esa sonrisa maliciosa, casi perversa, el virus SARS-Cov-2 no cesa de acechar y continúa con su tarea destructora de la armonía individual y social.
Este martes, una sobrina me informó, desde Chiapas, estado en semáforo epidemiológico verde, que este fin de semana las autoridades de Salud contabilizaron 50 contagios nuevos y un fallecido. Pero la novedad, la noticia en lenguaje periodístico fue que, entre los contagiados, hubo cinco menores de entre los 2 y los 17 años de edad, hecho que es una verdadera noticia.
El virus, en general, venía respetando a la gente muy joven. (Donde vivo, parvadas de niños y niñas corretean, montan en bici, juegan al futbolito, todo el santo día, sin cubre bocas, sin sana distancia, y en un año y tres meses no he sabido de ningún contagiado).
No dispongo de información de otros estados de la Federación, pero estos contagios infantiles y juveniles podrían haberse presentado en otros lugares de este país, en el que el treinta y tantos por ciento de sus 130 y tantos millones de personas, son niños y adolescentes.
En la conferencia matutina de ayer martes 29 de junio, en la sección de El Pulso de la Salud, se informó que, en ésta que es la semana epidemiológica 26, México registró un incremento de 12% de casos de la enfermedad y que se espera que, al terminar la semana, los casos hayan crecido entre 15 y 18%.
Cuando todo el mundo empezaba a sentir paz interior porque parecía que la pandemia cedía, repunta y, ahora, ataca a gente joven, a niños y adolescentes y hasta recién nacidos, que no están vacunados.
En los hospitales Covid hay muchos pequeños internados por padecer de la enfermedad.
Y entre el personal médico hay inquietud, miedo y molestia, quizá por el cansancio acumulado durante la pandemia. Y se habla de los niños con cáncer y de la perversidad del presidente, que no les da sus medicamentos. (Habría qué ver quiénes son los grandes negociantes corruptos de la distribución y venta de medicamentos al gobierno, que conspiran usando de pretexto a los pequeños con cáncer.)
No obstante, hasta el momento, si bien la curva epidémica indica una mayor intensidad de la pandemia en varias regiones del país, el número de casos graves, o que requieren ventilación mecánica, no ha crecido de la misma manera, lo cual se debe al número de población que ya fue vacunada, así como al de quienes desarrollaron inmunidad tras haber contraído el virus.
Otro hecho alentador es el nivel de letalidad por coronavirus. Ésta viene manteniendo una reducción sustancial: el número de personas que pierde la vida por coronavirus ha bajado en comparación con lo que ocurrió el año pasado, cuando la pandemia estaba a todo lo daba.
Otra esperanza es el hecho, muy destacable, de que también ha bajado la intensidad de demanda hospitalaria.
Sin embargo, nadie puede confiarse, como lo han estado haciendo miles, millones, que abarrotan la calle, las plazas, los centros comerciales, los mercados públicos, las terminales de autobuses, los aeropuertos y, en general, los sitios de convivencia social. (Imagino que esta nueva “ola”, como dicen los “periodistas epidemiólogos”, de contagios viene de las multitudinarias concentraciones humanas, ahora que se celebraron las elecciones de mitad de sexenio, en las que los ciudadanos perdieron la noción de la sana distancia.)
Este escribidor está convencido, en base a lo que ha conversado con personal médico del Seguro Social, de que el Covid-19 apareció para quedarse y que no podremos, como dicen, “bajar la guardia”, ni evitar el uso del cubre bocas y los sanitizantes, por muchos años, aunque ya en algunos países están anunciando que, en determinado tiempo, le dirán adiós. Por mí, que lo quiten, que mis pulmones tienen que cuidarse solos, de otra manera, pues sufren de algo llamado Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica. Que no se la deseo ni a nadie y menos a quienes les soy antipático.