Francisco Gómez Maza
• Un medio para denostar, denigrar y para acabar con la honra
• Por ello vamos hacia la extinción de este satisfactorio oficio
Qué fácil es levantar falsos, denigrar, denostar, sin pruebas. Y eso está ocurriendo desde siempre y ahora más. En estos tiempos, disponemos de las social Networks y de algunas social media, territorios de nadie, y sólo de la ligereza, de la irresponsabilidad, del odio, de falsos testimonios, de mentiras en contra de un enemigo que está más allá del veneno de las lenguas viperinas. Pero de lo que se trata es de deshonrarlo.
Y es comprensible. Quienes se especializan en estos menesteres diabólicos lo hacen porque se protegen o tras el anonimato, o en la ingenuidad o la melilotez, o en la ignorancia, en espacios en donde aparentemente hay absoluta libertad de expresión, aunque sólo para unos asuntos porque, para otros, los dueños de las redes sociales imponen normas draconianas, como bloquear una cuenta cuando alguien difunde un desnudo inclusive artístico. Los dueños de las redes son puntualmente moralinos, o tienen doble moral porque publican por otro lado propaganda de la prostitución. Por no decir, hipócritamente inmorales. Ah, pero hacer mierda una honra sí está permitido en tales redes antisociales.
Y otro tanto ocurre en los medios masivos, especialmente en la televisión, En ciertos programas, especialmente diseñados, para acabar con la honra de personajes de la política que no son de la gracia de los dueños de las cadenas de televisión, En los programas de chismes de la farándula puede usted comprobar que los seudoperiodistas que los conducen se ceban prácticamente en la honra de hombres y mujeres que se dedican a las actividades del espectáculo, de la farándula, del teatro ligero.
Y el conductor o conductora lanza, sin pudor, una acusación en contra de un personaje público y esa bajeza llega a ojos y oídos de mucha gente, cuya única riqueza es la ignorancia, o una moral enfermiza. Y Dios nos libre. Aquel personaje atacado es gay, lo engaña su mujer, es ladrón, es corrupto, es cómplice de narcotraficantes, Y la sentencia se toma sin pruebas. Sólo porque lo declaró fulanito de tal, conductor del programa tal de la televisión.
Y eso está ocurriendo ahora con la honra de la Maestra Elba Esther Gordillo, a quien un juez federal libero de toda responsabilidad y culpabilidad en los delitos por los que la PGR la detuvo y la presentó a un juzgado. Poco a poco fueron cayendo, sin ningún fundamento, las acusaciones de aquel procurador que se cansó de investigar la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, que se llamaba Jesús Murillo Karan. Y la pofesora fue exonerada. No es culpable de nada. Está libre. Totalmente libre. Con todos sus derechos.
Ahora, la chiapaneca se ve obligada a demandar penalmente a un conductor de la televisión de la cadena Televisa y colaborador del diario El Universal. Concretamente a Carlos Loret de Mola, quien, de acuerdo con el abogado de Elba, Marco Antonio del Toro, ha hecho imputaciones directas y falsas contra la lideresa magisterial.
Este tipo de hechos deben ser tomados como casos para clases de derecho, de filosofía, de ética, de deontología y de periodismo. En el caso, sobre todo de periodismo, en un momento en que esta actividad está en peligro de desaparecer aplastada por los medios digitales, en los cuales todo el mundo quiere ser periodista por el simple hecho de copiar una nota de hace un mes y subirla a la red hoy, dándola como un hecho actual. Es lamentable que esto esté ocurriendo porque los periodistas de oficio están quedándose sin medios de subsistencia y ya no es aconsejable que los jovencitos opten por estudiar una carrera relacionada con medios masivos y especialmente el periodismo de prensa escrita y radio.
Sus lugares han sido ocupados por personas sin escrúpulos que hacen del periodismo un medio de deshonra de personajes de la política y de la farándula.
Y no deja de haber un reducido grupo de personas que se dicen periodistas, que prácticamente se vuelven ricos con dinero del Erario vendiendo su dignidad para sostener la “buena” fama de políticos corruptos. Pero no la chinguen. Acusen, sí, Cuestionen, sí, Critiquen, sí, pero con pruebas sustentables. No simplemente porque su lengua no tiene hueso, o su cerebro sobrevive con millones de neuronas muertas.
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