Francisco Gómez Maza
• Ómicron es un peligroso enemigo
• Celebremos la vida, no lloremos la muerte
Hoy es miércoles 22 de diciembre, a 48 horas para la Navidad, fiesta que, en realidad, nada tiene qué ver con el nacimiento de Jesucristo, ni con el cristianismo, pues la celebra todo el mundo: cristianos, judíos, musulmanes, budistas, hinduistas, librepensadores, ateos, capitalistas, comunistas y, principalmente, comerciantes que hacen su agosto en diciembre, comerciando con todo lo que atraiga a los consumidores, ricos y medio ricos. Los pobres apenas si tienen, a veces, para comprarse un pollo para su “cena” en la Noche Buena. Y la inmensa mayoría ni idea tiene de lo que es y para qué es esa fiesta.
He iniciado mi nota de hoy con esta reflexión porque, en verdad, me niego a hurgar en la política, en la politiquería, en la economía, en la finanzas en estos tiempos de recogimiento, para unos, y de algarabía mundana, para otros, y ahora en los peligros, en los riesgos, de coger una pulmonía de coronavirus, de esas que ponen muy mal los pulmones, el corazón y todos los órganos del cuerpo y que, si no tienes la fortaleza de un gigante, pueden llevarte o al cementerio o a los hornos crematorios de una funeraria o del municipio.
Pero no debo ser tan dramático. Seguro que no te ocurrirá ninguna de estas maldiciones porque ya sabes que debes de cuidarte observando las medidas sanitarias ordenadas por la Organización Mundial de la Salud, como cubrirte con el cubre bocas, guardar la sana distancia de un metro y medio, cuando menos; lavarte harto con harto jabón que haga espuma, beber mucha agua, asolearte un poco para generar la vitamina que fortalece tu sistema inmunológico, y todo lo que tú ya sabes.
Ahora ha habido mucha inquietud, y muchas versiones encontradas, algunas muy zalameras, por la aparición de la variante Ómicron, sobre todo en algunos países europeos, en los cuales los gobiernos han actuado con severidad porque muchos ciudadanos se han negado a vacunarse contra la covid-19, ante lo cual han decidido confinamientos muy severos, atribuyendo a la nueva variante perversos atributos de contagio y de eventuales fallecimientos. Sea lo que fuere, es fundamental cumplir el protocolo, sea o no sea verdad lo que le atribuyen a tal cepa.
Lo cierto es que la variante Ómicron se ha propagado ampliamente en el planeta, aunque por estos lares mexicanos aún no la hemos sentido con todo su poder de contagio. Sin embargo, la tal Ómicron tiene en alerta máxima a la OMS, al grado que ésta está recomendando extremar precauciones para evitar contagios desmedidos, por lo que inclusive sugiere cancelar los festejos de Navidad. Quiero entender que esta recomendación es, particularmente, para los países europeos y algunos asiáticos. Sin embargo, los mexicanos debemos tomar con atención la recomendación y extremar la atención y el cuidado de modo que no nos expongamos al contagio.
Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, ha asegurado que esta variante de coronavirus circula a una velocidad más rápida que las anteriores conocidas, confirmando que las personas que ya tienen la vacuna contra el Covid-19, así como las que se contagiaron y se recuperaron, pueden infectarse o reinfectarse, según sea el caso. De ahí, la preocupación de la OMS.
Aquí yo diría que las personas mayores de 60 años vayan a vacunarse con la tercera dosis que las autoridades sanitarias han puesto a disposición para reforzar la inmunidad que proporciona la vacuna. Pero lo que nadie debe de olvidar es el cuidado. Vivir en estado consciente, de modo que nadie se confíe.
Yo no sería tan determinante. La OMS recomienda cancelar las celebraciones de Navidad. Yo diría que canceláramos la inconciencia personal y colectiva. Y que celebremos las fiestas con la prudencia de la paloma y la sagacidad de la serpiente.
Celebremos la Noche Buena, la Navidad y el cambio de año, conscientemente, para no ser el centro de una amarga celebración en una funeraria.
Le deseo a quien esté leyendo mi nota lo mejor de lo mejor. Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.
Y nos veremos el 3 de enero, después de gozar un merecido descanso de fin de año.