• La buena educación es la del gobierno
• Quien no está conmigo está contra mí
El Consejo de la Comunicación, cúpula de cúpulas de los grandes empresarios que manejan los mass media mexicanos, estuvo ayer en la residencia presidencial de Los Pinos para que el presidente Peña Nieto atestiguara el cambio de su presidente. Y ahí, en la ceremonia, escenificada en el Salón Adolfo López Mateos, otrora gimnasio del “último presidente de la Revolución”, José López Portillo, el primer mandatario pronunció una cláusula por demás preocupante.
Después de los discursos de rigor tanto del presidente saliente como del entrante del Consejo de empresarios del otrora Consejo Nacional de la Publicidad, Peña Nieto pronunció el suyo, para cerrar el acto.
El jefe del Ejecutivo resaltó tres coincidencias entre el Consejo de la Comunicación y el Gobierno de la República. Pero para el caso, la que importa es la primera, referida a la educación y a la Reforma Educativa recién aprobada por el Congreso -. Elevar el nivel de la enseñanza de “nuestros niños y jóvenes” -. Y todo el discurso consabido desde que se inició en la Cámara de Diputados la reforma al artículo 3 de la Constitución:
“Por eso, impulsamos una iniciativa de Reforma Constitucional en Materia Educativa, que se promovió en el marco de este acuerdo que se ha logrado entre las distintas fuerzas políticas del país (en honor a la verdad, el acuerdo se logró sólo con los líderes de las tres formaciones políticas más influyentes electoralmente) y el Gobierno de la República, al que se han adherido distintos representantes de la “sociedad civil” de nuestro país. Y también otras organizaciones políticas. Porque, al final de cuentas, hay un punto de coincidencia en este gran acuerdo que es el del Pacto por México.” Palabras de Presidente.
Peña Nieto, parado frente al atril, enfatizó el desinterés particular y partidario de los dirigentes del PRD y del PAN en la firma del Pacto por México, en aras de “conjuntar esfuerzos para impulsar grandes transformaciones y grandes cambios para el país.”
Pero lo que al escribidor le llamó la atención fueron las siguientes cláusulas del discurso presidencial, quizá pronunciadas con las mejores intenciones. Quizá no. Peña Nieto le dedicó contundentes renglones a quienes se oponen a la Reforma Educativa, que han levantado ámpula sobre todo en el estado de Guerrero, con manifestaciones desesperadas, encabezadas por la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación (CETEG), que en días pasados volvieron locos a los usuarios de la Autopista del Sol y bloquearon comercios de autoservicio.
Pero lo interesante del lenguaje presidencial, no sé si consciente y sin intenciones autoritarias: Al hablar de la Reforma Educativa, dijo: “Y uno de ellos ha sido éste. Éste, que está en curso y en el que estamos trabajando, en el que estamos generando conciencia social y estamos escuchando las voces disidentes que ofrecen resistencias al cambio, pero que debe caber entre todos una actitud positiva y en favor de lo que México necesita en esta materia, que es una educación de mayor calidad.”
O sea que las voces disidentes se resisten al “cambio”. La única forma verdadera, razonable, es la del gobierno. No puede haber otra, como lo dijo en la ocasión el Presidente: “Ésta es, para nosotros, la fórmula de éxito para realmente revertir los escenarios de pobreza, de marginación y, sobre todo, de desigualdad social. Generando riqueza, impulsando la actividad productiva y, sobre todo, alentando el espíritu emprendedor de millones de mexicanos.”
Cualquier otra alternativa no tiene razón. No es aplicable. Es falsa. Y recordé el principio de la doctrina de la religión: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”. O aquel otro axioma atribuido a Jesucristo: “Quien no está conmigo está contra mí”…
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