Francisco Gómez Maza
• De qué lado está usted, señor Enrique Alfaro
• Bueno, don Javier, quién es el vándalo mayor
Hipocresía, cualidad de hipócrita. Hipócrita: Actor teatral. Que finge o aparenta lo que no es o lo que no siente.
Y no puedo asegurar ya nada.
No sé ya quién es Enrique Alfaro. Si es el Enrique Alfaro que se confabula con otros 9 para dividir a la Conferencia Nacional de Gobernadores, o si es el Enrique Alfaro que se comporta suavecito, humilde, agradable, sereno, agradecido, como un respetuoso gobernador ante “el Presidente”.
Sabía, porque los conozco desde allá por los 60, que los hipócritas eran los entonces ultraconservadores del PAN, los integristas, los descendientes de los sinarquistas, aspirantes a demócrata cristianos, y que los albicelestes fueron creciendo en hipocresía, con respetabilísimas excepciones.
Pero es que Alfaro no es del PAN, sino gobernador por el llamado Movimiento Ciudadano, muy veleidoso partido fundado por un ex gobernador veracruzano, que a veces es de izquierda y, cuando se cansa de la izquierda, se refugia en la derecha, donde debía estar siempre, a la derecha de la geometría política.
No es del PAN Alfaro, pero es de derecha. Y así gobierna Jalisco. A los jaliscienses muchos los ubican entre los pueblos más conservadores de México, más hipócritas, dicen, pero eso no es cierto. Es como en todo, hay liberales y conservadores, e indiferentes; hay también rábanos, que son o fueron de izquierda, y hasta de extrema izquierda, pero son de extrema derecha, guerrilleros de Cristo Rey; casi fascistas.
Pero el derechismo de Alfaro no es una conducta congruente. O sea. Cuando le conviene ser opositor se une con lo más nefasto de los políticos, con los panistas, descendientes de aquellos Bárbaros del Norte, que lograron poner a uno de sus bárbaros en la presidencia de la república y a otro que, para ganar el voto, se declaró presidente del empleo, y acabó con la estabilidad económica y emocional de casi 50 mil familias, borrando del mapa a la eficiente Compañía de Luz y Fuerza del Centro, entre otros vandalismos.
Que, en fin, Alfaro tiene que responder ante los jaliscienses y revelarles con quién está, de qué lado está, si con Dios o con el Diablo, porque no puede servir a dos señores, pues si lo hace con uno con el otro queda mal y viceversa.
Él es uno de los diez, integrantes del grupo de los “aliancistas”, que hace unos días anunciaron no estar de acuerdo con la Conago y se salieron de la Conferencia, porque no están de acuerdo con López Obrador, el Presidente. No les gusta, claro, en grupo, la política del mandatario. Son de los que perdieron privilegios. Estos próceres del integrismo quieren “rescatar” a México de las “garras del comunismo”; son los inspiradores de esos que se llaman FRENAAA, que van por la vida a claxonazos.
Pero no pasados muchos días y este sábado 12 de septiembre, víspera de las fiestas patrias, Alfaro se deshizo en elogios a López Obrador, su enemigo de clase, cuando se había manifestado en rebeldía, junto con los otros nueve gobernadores, pastoreados por el discípulo de Gustavo Madero Muñoz, Javier Corral Jurado, que a veces discrepaba con sus correligionarios, pero como ahora es gobernador pues se manifiesta como lo que es, de la extrema más derechista, casi sinarquista, del PAN. Y quiere ser el candidato del PAN a la presidencia, así como dejar en el puesto de gobernador de Chihuahua a su maestro Madero.
Pues Enrique Alfaro se deshizo en elogios a López Obrador en la inauguración del Tren Ligero de Guadalajara, una obra básica para agilizar la movilidad de la metrópoli jalisciense, que el mandatario de la república concluyó, después de que los presidentes panistas y priistas no la consideraron prioritaria y lo dejaron inconcluso.
Por supuesto que la actitud graciosa de Alfaro no es digna de crédito. Ahora puede maldecir y mañana no sabemos si deba de hincarse. De hecho, se hinca.
A DESFONDO:
Muy pocos le creyeron al gobernador de Chihuahua, Javier Corral Jurado, que él no haya sido el autor intelectual de la trágica pantomima que logró organizar, la semana pasada, mandando a miles de “campesinos” a la presa de La Boquilla, una de las fuentes de agua que el gobierno federal emplea para cumplir con el tratado de aguas de 1944, al que también estuvieron obligados los presidentes panistas y los priistas. Cada año México tiene que dar agua a Estados Unidos desde hace por lo menos 7 décadas. Los manifestantes manipulados por políticos y caciques destruyeron todo – vandalizaron, dicen los reformadores del idioma español mexicano-, dejaron inservible la Casa de Máquinas de la planta de energía eléctrica que movía el agua de La Boquilla.
Seguro que las autoridades de procuración de justicia estarán ya deslindando responsabilidades y aprehenderán a los autores de los hechos vandálicos. Una explicación creíble tendrá que dar Corral Jurado. Recuerde, amigo Corral, que su partido siempre lo había bloqueado y que sí aceptó que usted fuera candidato al gobierno de Chihuahua, fue porque no le quedaba más, porque no tenía otro ejemplar, pero no porque los cuadros del búnker estuvieran muy contentos de que usted resucitará en la política.