Francisco Gómez Maza
• Enjuagues y complicidades
• Peña, Miguel Ángel y Javiercito
Imposible conocer la verdad desnuda; la véritas, a no ser que se meta uno de lleno y de tiempo completo en la investigación de los enjuagues y complicidades de los miembros de la corrupta clase política del sexenio Enrique Peña.
Lo que revela Javidú (Javier Duarte) es revelador, sólo revelador, pero nadie sabrá si es cierto o falso. Cualquier mentira que
se diga puede ser verdad y, al contrario. Y lo terrible es que los barones bajo sospecha volaron a Inglaterra, a España, a Chicago, a Argentina, entre otros lugares. Y puede ser que estén donde dicen estar, pero también estar en otro sitio para eludir una eventual persecución policiaca. Uta. Y es que se llevaron hasta los mingitorios y los cagaderos.
El hecho es que todo lo que se diga es verdad o es mentira, de acuerdo con el color del cristal con que se mire, como dice la Ley Campoamor (aquélla del poema de Ramón de Campoamor: “Y es que en este mundo traidor / nada es verdad ni es mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira”, lo cual supone una pesimista pero bella manera de expresar, y admitir, que nada vale…).
Duarte de Ochoa ha afirmado que el gobierno de Peña no lo capturó. Que él fue quien se entregó después de un pacto entre el gobierno representado, en ese entonces, por el secretario de Gobernación, el oriental pachuquita pillín, Miguel Ángel Osorio Chong quien, por supuesto, ha negado que haya acordado nada con el ex gobernador de Veracruz, en ese momento modelo de la juventud priista (por ladrón).
En esta tragicomedia participó todo el elenco priista criminal del momento, encabezado por el fugado Peña, quien está en España, según quién sabe qué fuente, porque si está en la península cantábriga no se va a librar de la detención-deportación como no pudo librarse Alonso Ancira, dueño de Altos Hornos de México (AHMSA), quien está enjaulado en la bella Mallorca, en las Baleares, según información confirmada por el gobierno federal a un medio de radiodifusión.
Y no es descabellada la versión javeriana, pues ya en los momentos en que aún no era detenido y se corrían muchos rumores de su desaparición y reaparición en un reclusorio de mala muerte en Guatemala, ya se decía que buena parte de lo que se birló de las Arcas de Veracruz fue para financiar la despilfarradora campaña político electoral de su amigocho, Enrique Peña Nieto, quien no pudo ocultar los inmensos recursos gastados para pagar el voto de los ciudadanos muertos de hambre.
El hecho es que todavía hay mucho qué saber, qué descubrir, y qué escuchar, por ejemplo, del pachuquita, quien niega haber pactado con Javidú su entrega a las autoridades por instrucciones del padrino mayor fugado a las Hespérides con la vedete.
Javidú insiste en que su encarcelamiento en Guatemala sí estuvo pactado, y que él aceptó porque creyó que todavía eran cuatachos y además le prometieron sacarlo del infierno y llevarlo al cielo, y no tocar a su familia, si daba la cara por el resto del bandidaje, especialmente por el que limpió y no dejó ni cubiertos ni servilletas, ni rollos de papel sanitario, en Los Pinos. Sólo que no les alcanzó el tiempo.
Sin embargo, silenciosamente, calladamente, sin ladridos inoportunos, los sabuesos y watchdogs de don Ale siguen buscando malos hedores en torno a toda la runfia de bandidos que desmantelaron la economía nacional y dejaron sus heces y sus meados por todas partes, como marcas de perritos callejeros.
Verdad o mentira, Javidú los desnuda, especialmente al oriental, quien no solamente tiene que negar y afirmar que Javidú es un mentiroso, sino probar con pruebas que él no participó en el enjuague peñista, cosa que difícilmente se le van a creer a Miguel Ángel, no obstante que funja y finja como senador de la república.