No se puede ocultar el sol con un dedo. Siempre se ha legislado en “otro lado”. Para ser exacto, para hablar sin tapujos, se ha legislado en la Presidencia. Y no es de extrañarse. El mandatario en turno obviamente busca una legislación a su medida. Los diputados y senadores – más si han firmado un pacto con el Ejecutivo – hacen como que analizan, como que discuten; y aprueban todo lo que inicia el presidente. Sólo que en la actual legislatura – la 62 – ni se analiza, y menos se discute. Se aprueba y ni siquiera se sabe qué se está aprobando.
Vaya usted a la cámara de diputados o a la de senadores, cualquier día de sesión de los llamados plenos y podrá confirmar, con sus propios ojos y orejas, está patética realidad. Lo peor de todo es que los muchachitos y las muchachitas legisladores, que nunca en su vida habían tenido la experiencia, aprendieron rápido a ver, juzgar y actuar como si fueran títeres que sólo se mueven cuando los titiriteros les jalan los hilos o hablan por ellos como ventrílocuos.
No vayamos tan lejos. Para la sesión de ayer, en San Lázaro, habían grandes asuntos, preocupantes temas, que legislaturas muy pasadas en la historia no habrían dejado sin analizar ni discutir: La denuncia de la propia Auditoría Superior de la Federación de la gran corrupción del sexenio de Felipe Calderón, que todos los medios impresos, por lo menos de la capital, publicaron como la nota principal de sus páginas frontales – curioso que en todos fue “la de ocho”, o el caso de las autodenominadas “policías comunitarias”, reedición de las “autodefensas” colombianas, que evolucionaron en los nefastos grupos paramilitares, y que superaron con creces la perversidad de los ejércitos del crimen organizado y el narcotráfico, o el informe de Human Right Watch dando cuenta con pelos y señales de las decenas de miles de desapariciones forzadas en la guerra calderoniana contra los cárteles de la droga.
Pues nada. Por lo menos en la cámara de diputados, estos perdieron miserablemente tiempo y pingües recursos financieros en asuntos que, ante la situación de crisis moral por la que están pasando las sociedades mexicanas, podrían ser calificados de baladíes. Qué mediocridad. Qué inconciencia de los diputados y las diputadas, que –duele decirlo – actúan como marionetas, desdibujados muñecos de madera y trapo. Aunque los títeres tienen su mérito: hacen pasar momentos agradables a los espectadores, particularmente niños. Y también a los adultos.
Y otro tanto ocurre con los senadores, que ayer estuvieron más pendientes de la visita presidencial, anunciada para horas de la tarde noche. Pero fuera de este segundo “arrimón” de Peña Nieto con los padres conscriptos, nada. El cotidiano caudal de buenos deseos, los “debe ser”, los “exigimos”, los “estamos de acuerdo”, los… pura palabrería. Y de parte de todos. No se salva nadie. Los diputados y senadores de todos los partidos.
Nada por lo menos de la mierda descubierta en los caños del calderonismo por la ASF. Por lo menos el debate, que los panistas habrían estado dispuestos a defender la deshonra de Calderón; los del PRD, a pedir cárcel perpetua para el michoacano y los responsables del desastre, y los del PRI, a quedarse calladitos…
Lo de la corrupción, lo de que las comunidades cojan la ley en sus manos, o las desapariciones forzadas son otro cantar. Lo grave es la mediocridad y sumisión al Ejecutivo de los 500 diputados y los 128 senadores.