Francisco Gómez Maza
• En México, la Muerte de visita en los cementerios
• La vida no vale nada; ni siquiera una cempaxúchitl
Ya viene la celebración muy mexicana del día de muertos. El calendario litúrgico fija el primero de noviembre como el Día de Todos los Santos, y el día 2 como el Día de los Fieles Difuntos. Estas son fiestas cristianas y concretamente católicas. Pero en México, todos los días, desde Calderón y desde los españoles invasores, todos los días han sido días de muertos.
Aquí, la vida no vale nada, como bien lo definió de Guanajuato el compositor José Alfredo Jiménez. Y es que los mexicanos no le tienen miedo a la muerte. Se enrolan en el ejército o en los cuerpos policiacos a sabiendas, y los miles que se adhieren a las filas de las bandas de la delincuencia organizada son temerarios. Ganan muy bien, pero están conscientes de que su zalea puede quedar en cualquier recodo del camino abatidos por otros nacos o por las fuerzas de seguridad. Así celebran los mexicanos a los muertos.
En las casas, prácticamente ya no se celebra a los muertos, sino el jalouin anglosajón, las calabazas, las calaveras de azúcar son muerte dulce- y se ha olvidado el motivo de la celebración. Sólo los pobres asisten a los cementerios de todo el país a venerar la memoria de sus seres queridos que se les adelantaron. En los pueblos originarios es donde es más impactante la fiesta de los muertos, en Michoacán, en Chiapas, en los pueblos urbanizados de la Ciudad de México. Ahí si se celebra la memoria de los antepasados, muchos que murieron en su cama asistidos o no por un ministro religioso.
Pero a los que murieron por la violencia criminal, común o en manos de sicarios de las bandas del crimen, enterrados por todo este territorio de volcanes, como el conservador Lucas Alamán llamó a México, ya desde antes, nadie los celebra, nadie pone su fotografía en un altar de ofrendas. Están bien muertos y ni el Padre Eterno sabe de ellos. Su cuerpo quedó donde los sorprendió una bala, o donde fue torturado ad nauseam.
No hay cifras confiables de la cantidad de ejecutados que ha habido desde Felipe Calderón, pasando por Enrique Peña. Y menos por el año que lleva en la presidencia Andrés Manuel López Obrador, cuyos enemigos, olvidando lo que paso en los sexenios pasados, verdaderos sexenios de la muerte, acusan de asesino, pero es porque no lo quieren, porque están empañicados ante la falsa eventualidad de que el tabasqueño instaure un régimen socialista y los despoje de sus malhabidas “pertenencias”. Algunos dicen que en sus primeros diez meses, la cifra de muertos va en unos 30 mil, pero qui lo sat.
Durante el gobierno de Calderón, recuentos realizados por la prensa extranjera, fueron asesinadas más de 250.000 personas. Calderón le había declarado la “guerra contra el narcotráfico”…
De acuerdo con fuentes oficiales, existe evidencia documental de al menos 250.547 homicidios en el país entre diciembre de 2006 y abril de 2018. Una cifra que evidencia las fallas del actual modelo de seguridad implementado desde hace poco más de una década en el país, el mismo que ha provocado una crisis humanitaria sin precedentes en México, con niveles de violencia equiparable a países en guerra.
El 1 de diciembre de 2006, Felipe Calderón tomó posesión como presidente de México en medio de acusaciones de fraude electoral. “Sé que restablecer la seguridad no será fácil ni rápido, que tomará tiempo, que costará mucho dinero e incluso, por desgracia, vidas humanas. Pero ténganlo por seguro: ésta es una batalla en la que yo estaré al frente, es una batalla que tenemos que librar y que unidos los mexicanos vamos a ganar a la delincuencia”, dijo Calderón en uno de sus primeros discursos como presidente.
Una epidemia de asesinatos que, de acuerdo con el informe Estadísticas Mundiales de Salud 2017 elaborado por la Organización Mundial de la Salud, es equiparable a la que existe en países en guerra.
En 2016, México se ubicó como el segundo país en “conflicto bélico” con más muertos, sólo detrás de Siria, de acuerdo con un estudio del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.
Una estrategia fallida que busca perpetuarse
El presidente Enrique Peña Nieto reconoció que la estrategia de seguridad impulsada durante su sexenio, la cual dio continuidad a la implementada por su antecesor, fue un fracaso.
Sin contar los últimos 30 días de la administración de Enrique Peña Nieto, el Gobierno Federal emanado del Partido Revolucionario Institucional (PRI) superó el número de ejecutados que se contabilizaron en el sexenio anterior, encabezado por el panista Felipe Calderón Hinojosa, quien declaró la guerra al narcotráfico y comenzó con las históricas cifras de asesinatos violentos.
Del primero de diciembre de 2012, día en que Peña tomó posesión como Presidente de la República, al 31 de octubre de 2018 -a un mes de concluir su mandato-, en el país se han registrado 150 mil 992 muertes violentas, la mayoría vinculadas al crimen organizado.
Prácticamente año tras año los homicidios dolosos fueron aumentando durante la administración. Tan sólo en 2017 (2018 no ha concluido) la cifra llegó a abatir cualquier registro de los últimos años con 32 mil 79 víctimas de homicidios dolosos.
En 10 meses y medio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador se cometieron al menos 10 masacres significativas (por el número de víctimas), que derivaron en la muerte de 126 personas, entre civiles y elementos de seguridad.
Esos 10 ataques ocurrieron en distintos puntos de Veracruz, Michoacán, Guerrero, Morelos y Tamaulipas, que de enero a agosto de este año acumulan 4,921 homicidios dolosos, de acuerdo con datos el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Pero de acuerdo con los recuentos oficiales, hasta el día de hoy debe de haber unos 30 mil ejecutados y contando. Así celebran los mexicanos El Día de Muetos. Y acá, como en Siria, todos los días son Días de Muertos.