Francisco Gómez Maza
• ¿Morena, en las manos del padrecito Stalin?
• La claridad tiene que imponerse a la opacidad
Hoy por hoy, el personaje de la semana, del mes de agosto y de lo que resta de 2017, es Ricardo Monreal Ávila, quien “perdió” la candidatura de Morena al gobierno de la Ciudad de México, mediante una opaca, mañosa “encuesta” que, por el dedo que Andrés escribió, la “ganó” Claudia Sheinbaum y no por paridad de género, sino por el capricho del gurú, santón de ese partido considerado como la verdadera oposición al PRI, el partido de la mafia, como acusa el tabasqueño.
Qué curioso resulta que el zacatecano, habiendo encabezado cualquier encuesta como el candidato natural de Morena al gobierno de la Ciudad de México, perdiera la desconocida, levantada por Andrés Manuel. No es nada confiable ese resultado.
Pero así es la izquierda estalinista de la que no ha podido, ni le interesa desprenderse, López Obrador. En sus filas manda uno, nada más uno: no tiene oídos para nadie, ni ojos, y los demás, los animales de la granja orweliana, tienen que obedecer. Aún no se atreven a rebelarse.
Y que no chillen priistas, panistas y perredistas, que ellos están en peores condiciones. porque sólo obedecen a la ideología dictada por Goebels al asesino de Adolph Hitler.
El problema es la maldita partidocracia que ya contaminó a Morena a través de López Obrador, un líder salido de las filas del oficialismo, que ni ve ni oye. Exactamente como el resto de los dueños del resto de los partidos políticos.
Y le voy a pedir a sus admiradores y admiradoras que no me tomen por crítico irracional del tabasqueño. Siempre he sido de la izquierda, e inclusive fui simpatizante de la idea de un partido revolucionario que desembocó en el malhadado PRD, cuando estaba en manos de dirigentes honestos, con conciencia de clase, y cuyos objetivos no eran el enriquecimiento personal, como ha ocurrido en los últimos años en las autodenominadas izquierdas, que para mí la izquierda verdadera tiene que estar arrinconada en los cubículos de las universidades porque no cabe en los partidos seudo izquierdistas, de lo cual no se salva ni el de López Obrador, que tiene mecanismos muy sutiles para seducir sobre todo a los pobres. Cuánto recuerdo a una amiga muy pobre que se ha pasado muchos años esperando que el líder lopezobradorista le consiga un pinche pedazo de tierra para levantar ahí su covacha donde dormir, ya que lleva años de andar de arrimada con familiares y amigos, y trabaja como burra en las cocinas de las clases medias, lavando ropa, haciendo el aseo por un miserable sueldo de 200 pesos por el día que trabaja, sin seguro social, sin ninguna prestación, sin servicio médico, ya no digamos con antigüedad o derecho a jubilación.
La verdad, el affaire de la candidatura al gobierno de la Ciudad de México, de la cual fue despojado Monreal Ávila (me consta), da para mucho. Para hacer un análisis de la personalidad política del político que, como Jesucristo, asegura que quien no está con él está en contra de él. Y que califica a la pandilla de facinerosos que gobiernan este país como “la mafia en el poder”, sin darse cuenta de que de ahí salió él y sigue comportándose como un jefe de plaza, cuyos chicharrones son los únicos que truenan.
Sheinbaum podrá una muy buena candidata. Le deseamos que gane, pero muy pocos la conocen en la Ciudad de México. No es una persona que se enlode los zapatos en las zonas más pobres y miserables de esta gran concentración humana. Donde la gente vive entre terregales en tiempos de estío y entre lodazales en tiempos de lluvia.
Además, parece que ya olvidó Andrés que el esposo de Sheinbaum, Carlos Ímaz Gispert, recibió dinero del empresario argentino, Carlos Ahumada, para apoyar en ese entonces la candidatura de Rosario Robles, quien buscaba ser presidenta del PRD, mientras que Claudia se desempeñaba como secretaria de Medio Ambiente en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Les juro que, a pesar del fundamentalismo de López Obrador, estaba esperanzado – estoy – en que Morena pudiera ser algo nuevo, fresco, que con la fuerza de los pobres pudiera dar la cara y tumbar a la derecha que nos ha gobernado desde siempre. Aún lo espero. Aún es tiempo de que López Obrador cambie y se olvide de las enseñanzas del padrecito porque, si no lo hace, no es él quien saldrá perdiendo – él se irá a “La Chingada”, la finca familiar en Chiapas – sino el pueblo pobre, este país saqueado por priistas y panistas.
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