Francisco Gómez Maza
• Acusación de acoso, de una muerta de pánico
• Y es que muchas mujeres viven “empanicadas”
Esta guerra tiene que terminar. Yo sí le creo a las mujeres, me dijo recientemente un pariente. Pero, le respondí, hay muchos casos, quizá provocados por el miedo de ser violentadas por un macho, en que algunas mujeres acusan a un varón de acoso sólo porque las miró a los ojos, o porque les dio el paso, Están tan temerosas que en cualquier varón miran a un acosador. Eso está ocurriendo más frecuentemente, y obliga a revisar todo. Es obvio que la mayoría de los varones sólo ven en las mujeres una oportunidad de sexo. Así los criaron, así los educaron desde la casa. Y en la escuela es difícil que acepten otro modo de ver la vida. Mujer-sexo. Es la ecuación.
Pero, como dicen en mi terruño, los justos pagan por los pecadores. Y hay varones que respetan a la mujer porque somos iguales, aunque diferentes. Y en la diferencia está escondida la posibilidad de amar, pero el sexo no tiene nada que ver con el amor, que todo lo da a cambio de nada. Pero las mujeres, particularmente las más jóvenes, ya están aterradas de que, en cualquier momento, un potro cerrero se les atraviese, las violente y las mate, como ocurre todos los días en este mundo de machos.
Las palabras violencia, violación, secuestro, muerte por asesinato (feminicidio) aterran a muchas mujeres y con razón. Pero eso no obliga a las generalizaciones. El hombre ya no puede ni siquiera mirarle a los ojos a una mujer, menos tocarla. También tiene miedo. Miedo a que lo acusen de acosador y, como se parte del principio de creerle a la mujer, pues el varón llega en desventaja supina a la barandilla de un juzgado y, sin decirle agua va, es condenado por acoso, por un acoso que tal vez ni existió. O de plano, no.
Cuántas veces nos hemos enterado de acoso del otro lado, desde mujeres que viven aterradas. Fulano de tal se sobrepasó conmigo y como la sola palabra de la mujer, en estos casos, es prueba condundente, pues el acusado de acosar lleva todas las de perder.
Toda esta perorata viene a cuento porque nadie se suicida si no ha sido destruida su vida por determinada situación penosa. Me he dado cuenta de que el suicida sólo se suicida porque su capacidad de soportar el dolor ha llegado más allá de sus umbrales. Y ser acusado de acosador debe de ser un dolor muy intenso que muy pocos pueden tolerar. Y va a la cárcel porque simplemente porque una mujer lo acusó de acoso y ya no digamos de violación. Y qué decir del acoso de mujer a mujer.
Dolorosa lección la que nos dio Armando Vega, músico y escritor, muy respetable. Pero hay varones que no aguantan el injusto juicio de una mujer enferma por el pánico a ser violentada. Y eso fue lo que ocurrió con Vega acusado por una mujer anónima y anónimamente violentada por su propio pánico. El escándalo estalló en las social networks, donde lo que se impone es el juicio sin pruebas, la acusación sin fundamento, las campañas de victimización, de criminalización irracionales, el aniquilamiento de personalidades, las razones de la sinrazón. Alguien me decía que eso ocurre porque esos medios de comunicación son el único territorio donde la libertad de expresión es plena y se abusa de esa libertad que se convierte en libertinaje.
Pero el hecho es que, en el caso de Vega Gil, el resultado es dramático, desmoralizador. Y todo por una calumnia, por una acusación de un acto que ni siquiera fue imaginado. Palabras más, palabras menos, la acusación anónima contra el músico y escritor fue: Si hubiera sido un poco más inocente, seguro que ese viejo me hubiera violentado. No hubo nada. Sólo la fantasía enfermiza de una mujer muerta de miedo. Se entiende. Pero una mujer impulsada por la propaganda, una propaganda enfermiza que ha creado estereotipos. Todos los hombres, por el hecho de ser hombres, son acosadores. Todas las mujeres son las víctimas. Y eso no es absolutamente cierto. Es parte de una conjura de la publicidad que crea monstruos, que lleva a los consumidores a elegir de acuerdo con sus emociones. Y para colmo, sus integrantes, los que quedaron vivos, acaban de anunciar el fin de Botellita de Jerez, tras la muerte por suicidio de Armando Vega Gil. Se apaga canto del Cucurrucucú…
Qué pena.
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