Francisco Gómez Maza
• Anciana enamorada del periodismo de El Independiente
• No le va a gustar a AMLO el descenso de loa remesas
El periodismo se reencuentra con el profesionalismo, la seriedad, la información verificada, el análisis y esto me lo dijo una ancianita, que estaba de pie junto a un puesto de periódicos y revistas, en uno de esos cruces del centro de la Ciudad de México.
Se refería a la aparición de El Independiente.
No dudó jamás esta mujer en mostrar su entusiasmo, su alegría, porque por fin se redimía al periodismo que toma su lugar y su papel de informador y analista de lo que ocurre en la realidad, de lo que dicen de la realidad los expertos, de lo que viven los diversos grupos de la sociedad y del papel que juegan los políticos. En toda la realidad. Política política. Y económica.
Este reportero buscaba un puesto de periódicos en el centro de la ciudad, casi en el Salto del Agua. Se acercó al vendedor y le pidió: Oiga. Me da, por favor, El Independiente. Y el vendedor le respondió: Uy. Ya se lo ganaron. El último ejemplar se lo lleva la señora.
Y la señora era una anciana, más allá de los 70 aproximadamente. O más. Mujer de barrio, de pueblo, mujer pobre.
Sí. Me llevó El Independiente porque me gustó. Porque se sale del periodismo medio. De la mediocridad. Me informa y me enseña. Aprendo a ver lo que ocurre en el mundo. Aprendo a ver por qué ocurre. Sin chismes ni falsas noticias. Sin berrinches.
Me quedé perplejo. Sin el ejemplar del nuevo diario, pero con una espléndida clase de periodismo impartida en cinco minutos, en plena abarrotada calle del centro citadino, ante un vendedor de periódicos que le declaró: mañana mismo duplico los ejemplares de El Independiente. Y si vive usted por este barrio se lo mando a su domicilio. Pero me quedé más impresionado por la lucidez de la anciana lectora ya de El Independiente.
Impresionante la experiencia vivida entre el vendedor de periódicos y revistas, la mujer interesada en la información y el análisis, y me quedé, por enésima vez, sin el ejemplar de El Independiente. Aunque ya lo había leído en la edición digital.
Me habría encantado leer el reporte mensual del Banco de México, correspondiente al 2 de mayo, en torno al comportamiento de las remesas, que así se llaman los envíos que los mexicanos que viven en el exterior realizan hacia sus pueblos y comunidades de origen y los envíos hacia el exterior.
No estaba publicado porque aún no era martes.
Afortunadamente, encontré el reporte en la bandeja de entrada de mi correo electrónico. E inmediatamente pergeñé una nota y en el reporte descubrí que los ingresos y los egresos por remesas retrocedieron (por primera vez en los últimos tres años).
El superávit de la cuenta de remesas, en marzo, fue de 4,472 millones de dólares, inferior al de 4,554 millones de dólares logrado en el mes de febrero.
No deberá estar muy entusiasmado por este resultado el presidente López Obrador, quien hace alharaca cada vez que el banco central publica el reporte de los ingresos y egresos por remesas. Los paisanos, siempre presume el mandatario, son los que más apoyan a la economía mexicana.
Sin embargo, el comportamiento de las remesas, en el primer trimestre de 2022, no es nada despreciable, me dijo la anciana lectora de El Independiente. Fíjese, señor reportero, lo que dice la nota. Y la lee lentamente:
El monto acumulado de los ingresos en los primeros tres meses del año ascendió a 12,521 millones de dólares, mayor al de 10 mil 615 millones que ingresaron en el primer trimestre de 2021.
Es más, el flujo acumulado de los ingresos por remesas en los últimos 12 meses (de abril de 2021 a marzo de 2022) resultó de 53 mil 492 millones, superior al flujo acumulado a doce meses, registrado en febrero pasado de 52,968 millones de dólares (marzo 2021-febrero 2022.)
Buen ingreso, pensé.
Pero lo más aleccionador fue la ancianita lectora de El Independiente. Jamás habría imaginado a una anciana común, sin lentes de intelectual, ni ojos de economista, con el mandil de ama de casa, hablar de los ingreso de divisas a la economía nacional, gracias a los dólares que los mexicanos en el exterior envían mes a mes a sus familiares, como Marcos, que dejó en la Ciudad de México a su esposa y sus pequeños hijos, desde hace ya más de un año, y rigurosamente le envía una buena porción de su salario en dólares para que viva y mantenga a los niños y para que ahorre porque su ideal es comprar una tierra en Guerrero para criar, engordar, ganado vacuno.