Francisco Gómez Maza
• Más de lo mismo: cambios para que nada cambie
• Como cuando Madero: promesas y vergüenzas
Basta con remontarse al final de la Revolución, cuando empieza esta historia de hipocresías, simulaciones, corrupción, impunidad, promesas y vergüenzas, Con el mismísimo Francisco Indalecio que promete, promete, prometer y nunca cumple, menos a los campesinos, y eso que fueron el actor principal del movimiento revolucionario. La revolución, digan lo contrario sus corifeos, murió con la muerte de Villa y Zapata.
Lo demás ha sido lo de menos porque el país ha sido gobernado por gente sin escrúpulos, temerarios piratas que han navegado por las aguas procelosas de este país aún en ciernes, tan sólo para robar. Esa es la palabra, aunque duela. Sólo para robar. Hubo gobiernos y los sigue habiendo, que construyeron grandes obras, pero complicados con los constructores corruptos, tan corruptos como los gobernantes, que tuvieron que dar grandes mordidas para obtener los contratos. Igualito que ahora, Ha habido cambios, pero sólo de las metodologías para robar el Erario, Sólo las formas. Promesas sexenales. Vergüenzas anuales. Y de promesas están empedrados los caminos al infierno. ¿O no, don Enrique?
La revolución, y me resistía a creerles a los historiadores, fue asesinada a pocos años de que el dictador Porfirio Díaz Mori, se embarcó en el Ipiranga rumbo al exilio de París, Una lucha intestina entre generales incultos que sólo sabían de enriquecerse a costa de la gente del pueblo y peleaban por el asiento en la catedral de la gobernanza, con un líder inocente, espiritista, que les creía a toda la runfia de bandidos menos a sus amigos que le advertían que lo traicionarían, y quienes, como ocurrió finalmente con El Chacal, Victoriano Huerta, que lo asesino junto con su vicepresidente.
Pero ya entramos al siglo XXI, época en la que ya está pasando de moda la tecnología de la información y la internet está tan devaluada con las líneas telegráficas del pasado inmediato, Y en México, sólo cambian los nombres y apellidos de los sucesores o de los generales porfiristas o de los generales maderistas, obregonistas, carrancistas- Sólo se salvan apellidos como Zapata y Arango, pero fueron asesinados con la saña del chacal. Y México sigue su marcha sin rumbo ni destino atosigado por gobiernos iconoclastas, narcos asesinos, políticos gallináceos y verdaderos ejércitos de gente perversa que mata por matar, que desaparece personas por placer, que asesina mujeres después de violarlas. Y con un gobierno que sólo es espectador y a veces uno piensa que hasta cómplice. Tan sólo de los periodistas asesinados en este sexenio, dígame usted a cuántos de los asesinos se ha detenido, enjuiciado y condenado. Yo creo que a ninguno.
He vivido la experiencia de 8 presidentes de la república que, al promoverse, al presentarse ante el público como “candidatos”, hablaron maravillas de ellos mismos y hablaron de que iban a cambiar a México, que lo iban a hacer un país moderno, competitivo con el resto de las naciones y no tardaron en proclamarlo cuando se descubrió que de lo que se trataba era de que iban a vender, regalar, a la empresa del petróleo, Pemex, a intereses extranjeros y todavía con la cínica declaración de que si viviera el expropiador Lázaro Cárdenas del Río aprobaría la devolución del crudo a los capitalistas extranjeros.
Entonces, con la revolución cambió nada, porque con el reparto de la tierra repartieron pobreza y miseria entre los campesinos y apoyaron con tecnología, créditos baratos, insumos, fertilizantes, a los potentados agricultores dejando a su suerte a los millones de ejidatarios y a los indios comuneros,, en su gran mayoría propietarios, digamos, de tierras temporaleras, mientras que las grandes extensiones de tierras de los ricos eran y son regadas con métodos modernos, Puede parecerle una exageración, pero le diré que con la revolución nada cambio, o cambio para que no cambiara nada. Es más, el sufrimiento del pueblo empeoró, se agudizaron la pobreza, la miseria, la indigencia, las muertes por enfermedades curables no curadas, la mala alimentación, la contaminación del agua para ser bebida y más sufrimientos bajo el mandato del tlatoani, que está por concluir su ciclo.
Entre tanto, el discurso de Meade, que seguramente será impuesto como presidente sucesor, gane o no gane en las urnas, que ya Washington lo palomeó, pues no van a permitir que un izquierdista como Andrés Manuel se siente en La Silla, en las meras narices de Trump. Y mágicamente lo harán perder para que se siente en ella el panista ex secretario de todo, como aquel aprendiz de todo y oficial de nada, Pero el discurso de José Antonio Meade es más de lo mismo, El país va a cambiar. Se acabará la pobreza. Habrá pleno empleo. La economía crecerá y será competitiva. El petróleo, en manos de extranjeros, será el detonador del progreso.
Y tantas promesas que al final de cada sexenio se convierten en vergüenzas. Por qué. ¡Pero por qué! Y les aseguro que no va a cambiar nada después de que lo sienten en La Silla, que como todos los sexenios será comprada con votos comprados, corrompidos, como salidos de un hediondo estercolero de heces humanas. Todo cambiará para que no cambie nada, como en tiempos de Porfirio Díaz, como en tiempos del partido único, como en estos tiempos de la eterna dictadura perfecta. Como en los tiempos de George Orwell.
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