Francisco Gómez Maza
• Ni Peña ni Calderón pudieron acarrear tantos
• La popularidad del Presidente, a las nubes
Algunos analistas-periodistas no podían escribir nada más o menos objetivo de la celebración de los tres años de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Por supuesto. El mandatario no les gusta ni en pintura. Lo vomitan.
Para empezar, aseguran que este primero de diciembre la Plaza de la Constitución se atascó de miles de personas pagadas; el gran Zócalo se llenó de acarreados. Estuvo a reventar de chayoteros.
Así lo he leído en dos o tres notas de periodistas inteligentes. Me consta que son inteligentes. Algunos son mis amigos. Bueno. Si todavía me consideran su amivo.
Todos, al escribir del acto de este miércoles en el corazón de la Ciudad de México, manejan la palabra acarreados
No los voy a mencionar por su nombre de pila; por su gracia como dicen en mi datcha, porque sería una deslealtad de mi parte. Presumo que algunos de ellos, amén de compañeros, son mis amigos.
Sin embargo, no porque sean mis amigos debo dejar de reconocer que, cuando tocan el tema AMLO, escriben con el hígado. Debo confesarles que yo nunca he podido redactar con el hígado y menos con la vesícula biliar. Se me amarga la sangre. El PH de la boca parece una mezcla de hiel y vinagre, como el que le dieron al Crucificado.
Lo que afirmo lo escribo con pruebas.
Al sentarme frente a mi mesa de trabajo, siempre recuerdo las enseñanzas de mi amigo y paisano centroamericano, René Arteaga, maestro rural y guerrillero, un gran periodista, le quedaba espléndida la nota de color; de la Generación Comprometida de El Salvador, compañero de ruta de Ernesto Che Guevara en su camino de Guatemala a México; reportero de Excélsior y de muchos otros diarios, y maestro de periodismo en la Universidad.
René me advertía – lo estoy viendo frente a mí en una mesa de El Hórreo, a un costado de la Alameda Central, un plato de paella valenciana, un vaso de buen vino: Hasta una mentada de madre que alguien te lance debes verificarla antes de que la publiques. Regla de oro que no muchos cumplen. Y se convierten en jueces, jurado y verdugos de todos aquellos que no son de su agrado político e ideológico. O simplemente porque les caen mal. O como decía el gallego: “por joder”. O porque no había embute.
Pues miren. No me consta que los miles de personas que abarrotaron la plancha del Zócalo capitalino y los que llenaron las calles que desembocan en la plaza haya sido acarreados, como dicen. (Además, están en su derecho de decirlo, de opinar, y de mentarle la madre a quien quieran. Nomás que el que se ríe se lleva).
¿Es posible que los acarreados hayan ido a la llamada AMLOFest obligados? ¿Pagados? Cuánto pudieron haberles dado. ¿200, 300, 400? El PRI, en sus buenos tiempos, acarreaba por una torta, un refresco, uno gorro con la marca tricolor. Pero nunca llenaron una macroplaza. Los acarreados del PRI no sabían a lo que iban. Los del PAN, igual. Me consta porque cubrí en muchas ocasiones tales actos politiqueros. De veras. Muchos ¡no sabían a lo que iban; no tenían ni idea a quién iban a apoyar!
Los miles de personas que fueron. El miércoles, al Zócalo, acarreados o no, hicieron la diferencia: ovacionaron con gran entusiasmo al Presidente. Y esto fue lo que contó. Y se quedaron en el Zócalo hasta que terminó la fiesta.
Y los porcientos de popularidad del mandatario se fueron a las nubes, de acuerdo con las encuestas: fluctuaba, ayer miércoles primero de diciembre, entre el 65 y 70 por ciento, porcentajes que ningún presidente anterior había alcanzado a mitad de su sexenio. Y no creo que las encuestadoras hayan chayoteado a sus encuestados para manifestar su simpatía por el gobernante.
Pero bueno. Dejemos que todos digan su verdad o su mentira. Todos tienen derecho de opinar lo que quieran, de acuerdo con sus simpatías o antipatías, según sus filias o sus fobias.
El hecho es que, con acarreados o sin acarreados, en esta AMLOFest quedó de manifiesto que AMLO, ahora sí, es un “presidente legítimo” y, aún más, legitimado por las mayorías, acarreadas o no.
A DESFONDO: Los Costos Totales por Agotamiento y Degradación Ambiental (CTADA), en 2020 ascendieron a 1 billón 66 mil 853 millones de pesos corrientes, monto equivalente a 4.6% del PIB nacional a precios de mercado. Las emisiones al aire representaron el mayor costo ambiental; le siguieron los costos por degradación del suelo y los costos por residuos sólidos urbanos. Los principales gastos en protección ambiental se destinaron a la protección del aire-ambiente y clima, la gestión de aguas residuales y la gestión de los residuos. Estos datos vienen en las Cuentas Económicas y Ecológicas de México 2020, que permiten medir el impacto que tienen en la economía, tanto el agotamiento de los recursos naturales como la degradación del medio ambiente, ocasionados por la producción, distribución y consumo de bienes y servicios.