• Sólo recortan lo fácil: los presupuestos “sociales”
• Histórico: ni siquiera arreglan la macroeconomía
La autoridad hacendaria está decidida a poner en práctica una política de recortes al gasto federal que va a presupuestar para el año venidero, pero nada garantiza que esa política restrictiva produzca resultados positivos en la creación del producto interno bruto y sobre todo en la redistribución de esa riqueza. Al contrario. Agudizarán las contradicciones. Es decir, ricos serán aún más ricos y millonadas de pobres más pobres al terminar este sexenio en el 2018.
Por qué el pesimismo frente a la política económica del presidente Peña. Porque los ajustes al gasto nunca han funcionado. Porque lo primero que se ajusta es lo más fácil de ajustar; es decir, los recursos destinados a los programas sociales, los laborales, los educativos, la salud (Un abultado porcentaje del sistema sanitario prácticamente está ya en manos del sector privado), la seguridad y la justicia, entre otros. Y se salva la macroeconomía de los grandes números pero revienta la economía real, y no sólo para los millones de trabajadores, sino también para las micro, pequeñas y medianas empresas. Los ganadores son los políticos y las grandes empresas globalizadas.
La restriccionista, de ajustes implacables, inmisericordes al gasto federal, es una política que sigue las mismas recetas implantadas históricamente por el Fondo Monetario Internacional, desde que la economía mexicana inauguró sus prolongados periodos de crisis- estancamiento-inflación. Es lo único que saben hacer, porque así se los dicta el manualito fondomonetarista, los economistas de Hacienda. Me consta. Lo he visto desde aquellos aciagos días de los finales de López Portillo. ¿Se acuerda, maestro David Ibarra (hablo del padre)? ¿Te acuerdas Gurría? ¿Te acuerdas Heriberto Galindo? ¿Te acuerdas, diamante negro?
Las recetas del FMI sólo funcionan, a costa de lo real, de lo verdadero, para no hablar de lo justo, porque esta palabreja no les gusta a los economistas de Lagarde, y menos a los de Videgaray, y ya no se diga a los “consagrados” y “consagradas” de la “Obra”, para privilegiar al sistema financiero y bancario, que en realidad está integrado por lo más granado de la delincuencia de cuello blanco y me temo que por muchísimos lavadores del dinero sucio proveniente sobre todo del narcotráfico. Es decir la especulación de las clases dominantes. Muy dominantes.
Desde aquellos años, y estamos hablando de la gran crisis de liquidez de los 80 (López Portillo, administrando la abundancia de los veneros del diablo), cuando lo único líquido que quedó en las bóvedas del banco central fueron unas diez mil botellas de vino y licores, de aquellas con las que acostumbraban brindar los banqueros centrales cuando invitaban a comer a personalidades del mundo de la farándula financiera, y de repente al grupo de periodistas en el que estaba este escribidor, que cubría el acontecer en ese muy sui generis supra mundo del dinero y del oro en barras y en monedas fuera de circulación o conmemorativas.
Quedamos pues en que las medidas de política restrictiva nunca han dado resultados positivos para la economía. Llevamos no tres décadas, sino toda una vida de estancamiento económico, sin recortes presupuestales. Toda una vida en la que los gobernantes han llegado al grado de considerar muy natural vivir en medio de la opulencia cuando a la economía real se la lleva el carajo.
Los grandes periodos de crisis y debilidad mayúscula de la economía no han sido, sin embargo, malos para los grandes de detentadores de los medios de producción ni para los preclaros próceres de la clase política, que se vuelven millonarios en camadas. Pero sí para los medianos, pequeños y microempresarios, y para los trabajadores, sin hablar de los excluidos de las riquezas terrenales.
Mala consejera es la señora Cristine Lagarde, o quien esté en las oficinas del FMI en Washington. El recetario nunca ha sido positivo para economías en las que los gobernantes en turno hablan de combates, de cruzadas.
Y menos funciona el restriccionismo en momentos en que la crispación social no augura nada bueno, nada productivo. Sería mejor echar a andar en serio, y no demagógicamente, las reformas económicas. Y ahora tendría que ser el momento de una inteligente contra reforma a la reforma fiscal, que se ha convertido en un cáncer para la economía.
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