Francisco Gómez Maza
• 94 días, muy buenos para coronar el negocio maternal
• Lo que repudian los chiapanecos es el apoyo de Morena
Símbolo de la generación de la corrupción, la impunidad, la simulación y el cinismo, Manuel Velasco Coello mandó retorcer la ley electoral estatal para que el congreso local le otorgara licencia indefinida, protestar como senador plurinominal por el verde y, enseguida, regresar a Chiapas, avalado por el servil congreso del estado (incluido Monena), como gobernador interino de sí mismo por tres meses y cachito.
Velasco Coello es tan servil con todo poderoso que encuentre en su camino que siempre, como los gatos, cae parado. Es de esos politiquillos priistas que no tienen ningún reparo, ni moral, para empinarse ante quien signifique su protección. Ahora está permanentemente hincado ante López Obrador, pero también ha estado de rodillas ante Felipe Calderón, y, sobre todo, ante Enrique Peña Nieto y por supuesto ante José Antonio Meade (a ver qué vela aguanta encendida), e inclusive soñó, y gasto millones de pesos obviamente que del Erario estatal, para promoverse con estultos mensajes espectaculares, en todo el país, porque creyó, estuvo seguro, de que, si pudo el mexiquense, podría ser él el sucesor en la presidencia de la república.
Ahora retorna a Chiapas con el muy cuestionable aval de Ricardo Monreal Ávila, coordinador de la mayoría morenista, apoyada por el PRI, en el Senado. Y el apoyo incondicional de los diputados locales de todos los partidos. Las malas lenguas, que la mía no es tan buena, achacan la autoría del numerito al mismísimo López Obrador, quien es del círculo chiapaneco-tabasqueño de la familia Coello Pedrero, del abuelo Fernando Coello Pedrero, a quien no deja de visitar y tener a su lado cada vez que va a Chiapas, y, por lo que se ha visto, a Manuel, el chico – de sobrenombre La Quija -, una especie de lagartija transparente traída a Chiapas de África por su abuelo, el doctor Manuel Velasco Suárez, lo quiere como si fuera su hijito o su hermanito, el menor.
En la trampa cayó todo el grupo lopezobradorista que, en una votación anterior, le había negado una licencia al chiapaneco para ausentarse de su escaño en el senado, en donde fungía como coordinador de los senadores verdes, y dedicarse, hasta lo último, a la expropiación de ese estado, riquísimo en recursos y partidas presupuestales federales multimillonarias, que no han sido utilizadas para abatir los niveles de miseria (en Chiapas hay muy pocos pobres; sólo ricos y la inmensa mayoría en la pobreza extrema, y que a los gobernantes, sean del signo político que sean y del color que impacte más a los ojos, les importa un comino sacar de la ignominia.
Una vez concluido el proceso electoral, Manuel dejó la llamada gubernatura en manos de uno de sus compiches. No fueron suficientes 5 años 9 meses para calmar su avaricia y su nunca satisfecha sed de poder, no sé si compartido con su madre, Leticia Coello, quien es la que en realidad decide en esa Hacienda del Abuelo (Manuel Velasco Suárez). Lo grave es que nunca se dio cuenta de que gobernaba y esquilmaba a uno de los estados más pobres de la federación mexicana.
Velasco Coello, también alumno de la escuela de aquel personaje siniestro, el lado oscuro de la juventud, el “Niño Verde”, negociante de la política como su padre, Jorge González Torres, ahora retirado gozando de las pingües ganancias que le da su empresa familiar, el PVEM, ya opera nuevamente como “gobernador interino”, luego que el Congreso estatal lo eligió como su propio sustituto para concluir su administración el 7 de diciembre.
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