Francisco Gómez Maza
• Carestía de la vida que nos mata lentamente
• Al gobierno le importa una pura y dos con sal
Da vergüenza que en un país, que otrora fuera llamado El Cuerno de la Abundancia, actualmente no haya suficiente producción y sí una carestía galopante que ciertamente no es impulsada por la oferta y la demanda, sino por las “leyes” de la necesidad y del abuso. Yo necesito alimentos, no hay suficiente producción, o aunque la haya, le suben el precio arbitrariamente, con lo que, como dije ayer, se crea el más injusto de los impuestos porque lo pagan los pobres.
Las autoridades probaron su ignorancia, su inutilidad para regir la actividad económica, no para controlarla, y dejaron al capricho de los intermediarios el descontrol de los precios que ya son inaccesibles para las grandes mayorías porque sus precios están muy por encima de su poder de compra.
El salario mínimo por ejemplo sólo fue objeto de unos miserables pesos de incremento, pero la inflación, o sea la carestía de los productos, se fue a los cielos. La Inflación. Y lo reportó el mismo gobierno, cerró 2017 con su mayor nivel en más de 16 años. Casi 7 por ciento 1074Increíble, una política económica salvaje, que sin miramientos mata de hambre a las inmensas mayorías de pobres de entre los poco más de 120 millones de habitantes que ocupan 3 millones de kilómetros cuadrados de la geografía nacional.
No estoy seguro entonces de que los objetivos del Banxico, de lograr un crecimiento de la inflación de 3 por ciento, al concluir el sexenio, vayan a darse en el 2018, cuando habrá un gasto desmedido en basura electoral, en viajes, en hoteles, en embolsos de dinero, o sea corrupción, en compra de votos, que llevarán los precios al cielo en los mercados donde planten sus pies los candidatos y sus cortes. Y lo que más importa no es que la inflación afecte la política monetaria, que sólo eso les importa a los economistas del chayote, sino lo que empobrece más y más a los pobres, aunque estos le importa poco o nada a los miembros de la clase política aunque debía de importarles a los empresarios porque si los pobres, que son la mayoría, no tienen poder de compra, los comerciantes no venden sus productos.
Dicen los informes oficiales que los precios al consumidor mostraron una aceleración a 6.77% en diciembre, debido a las alzas en alimentos procesados, energéticos y algunos productos agropecuarios. La verdad es que no les creo a los indicadores del Banco de México, ni a los del Inegi, porque utilizan metodologías que no están de acuerdo con un país precapitalista y hambriento como México.
Según los expertos del sistema la inflación se elevó por incrementos de precios en alimentos procesados, energéticos y algunos productos agropecuarios. Pero tales movimientos no respondieron a las leyes de la oferta y la demanda sino a las de la corrupción, a lo que siempre he llamado leyes de la necesidad y del abuso, que los gobernantes, encabezados hasta ahora por el señor Peña no han querido controlar porque la ambición no es un factor económico, el abuso no es una variable económica, sino delitos que debe perseguir el ministerio público.
En base a esta realidad, la inflación, que no cedió en 2017, no lo hará en 2018, a pesar de lo que digan o pronostiquen los economistas del gobierno, que siempre, siempre, se equivocan por supuesto que a su favor.
Comentan otros analistas, un tanto más conscientes, que el panorama para la inflación en México se ha tornado más complejo, alcanzando mayores niveles a los anticipados, como lo reconocieron economistas del banco central, cuya Junta de Gobierno anticipó que la convergencia a la meta del 3.0% será más lenta que lo previsto. Y yo digo que nunca se logrará porque en la economía lo que sube no vuelve a bajar.
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