• Economía mexicana de 3 por ciento
• Productividad, arriba; Salario, abajo
La actividad económica no descontó las percepciones optimistas que creó en los agentes de la producción el cambio de estafeta en la presidencia de la república: en enero siguió manteniendo un crecimiento mediocre de alrededor del 3% pronosticado los gurúes de la ciencia económica a principios del año pasado, cuando aún no se daba el abrumador triunfo del Partido Revolucionario Institucional en las elecciones federales de julio pasado.
El factor inercia no fue suficiente para marcar un despegue alentador del comportamiento de la economía, a pesar de que los indicadores del mercado bursátiles, considerado como un termómetro de la temperatura del aparato productivo, indicaban mejorías.
El propio Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEGI) acaba de confirmar el dicho:
La nota técnica del Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) avanzó 0.20 puntos porcentuales en comparación con diciembre de 2012: Las actividades secundarias (minería, electricidad, agua suministro de gas por tubería, construcción y manufacturas) crecieron 1.11%; las primarias (agropecuarias, extractivas), 0.82%, y las terciarias (comercio y servicios), 0.44%.
El IGAE creció entonces 3.2% en términos reales: Actividades primarias, 13.4; terciarias, 3.5%; secundarias, 1.7%.
Un fatal 3% que los mexicanos vienen arrastrando prácticamente en todos los indicadores de las variables económicas, salvo en el de la inflación (así llaman los economistas a la carestía de la vida de los pobres) que ya está rebasando el 4 por ciento. Y que en abril repuntará aún más a pesar del optimismo de los dedicados al análisis econométrico.
Otro tanto ocurre en los terrenos de la productividad y el costo de la mano de obra – salarios de los trabajadores. Qué güevos de la econometría, dirían los chavos del Facebook y del Twitter. Resulta que, mientras la productividad laboral en las industrias de la construcción, de las manufacturas y el comercio al mayoreo y al menudeo mejoró su desempeño, creció, el costo de la mano de obra y, por tanto, el ingreso de los trabajadores, decrecieron.
El INEGI dio a conocer ayer los indicadores de productividad laboral que revelan que, entre el tercer trimestre de 2011 y el mismo lapso de 2012, las remuneraciones medias disminuyeron (-)0.5%, mientras que la productividad laboral aumentó a una tasa de 3%. Por lo tanto, el índice del costo unitario de la mano de obra se redujo (-)3.4%.
O sea que viene siendo un mito, un engaño, eso de que hay que incrementar la productividad de la economía para que los mexicanos estén mejor dotados para satisfacer sus necesidades de casa, alimentación, salud, servicios indispensables como agua, luz, trasporte, escuela etcétera.
Decíamos ayer que los retos más canijos del presidente Peña Nieto son desempleo, empleo subterráneo, poder de compra de los consumidores e inflación y a enfrentarlos tendrá que dedicar todos sus esfuerzos, usando “toda la fuerza del estado” en el impulso decidido para que la economía salga de la mediocridad y repunte por lo menos a un 6% de crecimiento, y cuidando que la productividad laboral y el salario vayan aparejados por lo menos.
La inflación es otro cantar. Más que de la oferta y la demanda, los precios de los productos de primera necesidad – la canasta básica famosa -, depende de la necesidad de la población (demanda) y del abuso de los industriales, distribuidores, coyotes, comerciantes (oferta).
Como rector de la economía, el gobierno mexicano tiene que desterrar del entramado de las relaciones económicas la explotación exacerbada, los bajos salarios, los niveles de rentabilidad elevados, la baja inversión, que no pueden continuar “en bien de todos”. Si el presidente Peña Nieto está decidido a “mover a México”, tiene que moverlo hacia una economía justa.
fgomezmaza@analisisafondo.com