· Los soldados del mal, impulsados por el desempleo
· Y el gobierno que no puede aunque diga lo contrario
¿Y qué tendrían qué ver la ansiedad y la angustia, provocadas por el desempleo o el empleo pagado muy injustamente, como pagada es la mayor parte de la mano de obra en esta economía casino, con la persistencia dia-bólica de la violencia criminal y el fracaso del gobierno en su lucha por desarticular las estructuras del narco y de la narcopolítica?
Ya llevamos muchos años de guerra, y muchos miles de muertos, incontables, sin cuenta; entre estos, muchísimos que ni la debían ni la temían, descarnadamente llamados daños colaterales; aprehendidos (y luego liberados por la justicia por falta de pruebas) muchos “jefes de plaza”, y grandes capos en chirola. Y no sólo no se acaba con las bandas, sino que cada día éstas cogen más fuerza y las fuerzas de seguridad, militares y policiales, cada día más aparentemente más sometidas. El narcotráfico se parece a una Hidra maldita, que si se poda crece exponencialmente.
Esta realidad no la pueden reconocer las autoridades. No la quieren acepar, porque aceptarían la derrota. Y no les queda. Según ellas, van ellas ganando la guerra. Y quien diga lo contrario es un subversivo antigobiernista. Ah, y antipatriota, traidor, por no estar de acuerdo con la “verdad histórica” del gobierno, al estilo semántico de Chucho Murillo, en torno a la “guerra sin cuartel” contra los soldados del crimen que, en libertad o encarcelados, se burlan de todo, hasta de los muchachos de la DEA que operan y encabezan los operativos en territorio mexicano.
En el 2016 estábamos muy tranquilos. Los narcos haciendo su trabajo ilegal, como cualquier político que se pasa la ley por los güevos y la viola consuetudinariamente. En contrapartida, el gobierno de Calderón, haciendo sus desmanes legalizados aiga sido como aiga sido… Todos, en lo suyo. Pero al muchachito se le rebeló lo “pelionero”, lo buscableitos y le gustó jugar a los policías y ladrones, a los soldaditos de plomo, Se puso una casaca que le quedó guanga y le declaró la guerra a su contraparte.
Y murieron muchos. Dijeron los cuentamuertos del Departamento de Justicia de EU que fueron como cien mil. Para mi que fueron un chingo, imposible de contabilizar. Y se fue Calderón y llegó Peña Nieto y todo siguió igual con la salvedad de que en este sexenio que ya va a la mitad se acabó con el parte diario de bajas, pero esto no quitó que continuara la matazón.
Empezaron a caer los capos gracias a las agencias estadounidenses, que tienen más inteligencia que nuestros soldados, policías federales, marinos, gendarmes nacuales, para detectarlos y ubicarlos. Tienen todos los recursos del universo para saber, si yo fuera muy importante, en qué lugar, con qué tipo de computadora, si de escritorio, o laptop o de bolsillo, escribo esta columna. Y si estoy vestido o desnudo mientras la escribo. Y lo pueden saber en tiempo real.
Creyeron que ya iban ganando la guerra. Pero ilusos. Qué van a ganar. Si las fuerzas irregulares del narco parecieran mejor armadas, más poderosas y les importa un bledo que les aprehendan a un raso, o a un jefe de plaza, o a un padrino, en última instancia. Aunque se ofenden cuando los soldados, marinos y policías arman esos operativos masa para dizque desarticular a una banda poderosa.
Y en Guadalajara y otras ciudades del occidente, los soldados del narco mostraron hace unos días el músculo con un enorme apoyo de bases bien pagadas.
En torno a esta violencia, estructuralmente orquestada, magistralmente operada para causar pánico y terror permanente, hay muchos jóvenes que de estar en la formalidad morirían de hambre. Pero prefieren morir de una bala o caer presos. Se juegan la vida porque no les sirve para nada en este mundo de la explotación infame de la fuerza de trabajo, sin presente y mucho menos sin futuro. Para ellos es doblemente cierto el axioma que dice que del futuro la única certidumbre que tenemos es que hemos de morir.
Y es que, como lo explican los propios empresarios a través de los economistas a su servicio, ni el ritmo de crecimiento económico ni el entorno de negocios han sido lo mejor para que en el país el mercado laboral se vea beneficiado significativamente. El empleo crece, pero las fuentes de trabajo no son de calidad,
Y es por ello que muchos, cientos de jóvenes van a refugiarse a la informalidad comercial, o a las filas de las empresas narcotraficantes o delincuenciales, o inclusive a las bandas impulsadas por agentes incrustados en el aparato burocrático, y hasta en puestos de elección popular.
La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI, correspondiente a marzo pasado, resalta que, de acuerdo con cifras desestacionalizadas, la tasa de desocupación se ubicó en 4.2 por ciento, lo que significó su nivel más bajo desde 2008.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que el aumento en el número de afiliados al IMSS no precisamente significa nuevos empleos. El INEGI explica que una buena parte de los nuevos registros al IMSS corresponde sólo a la formalización de trabajadores que ya tenían un empleo, por lo que no toda la afiliación tiene que ver con la creación de nuevas plazas de trabajo.
Al considerar otros indicadores de ocupación de la ENOE, se observa que la tasa de informalidad laboral tuvo un repunte durante marzo pasado, lo cual puede en buena medida ser la causa de que la tasa de desocupación se haya reducido. Si este es el caso, no debería ser un proceso deseado por nosotros, sino por el contrario lo que puede reflejar es una mayor precarización del mercado laboral.
Si bien los datos generales muestran que el empleo crece, algunos cálculos indican que la masa salarial mantiene un comportamiento lateral, lo cual no refleja el beneficio del aumento en la ocupación, de acuerdo con el CEESP.
De hecho, lo que esto confirmaría es que, por una parte, si bien el empleo ya sea formal o informal crece, los salarios que se pagan en ambos sectores, en las nuevas contrataciones, son cada vez más bajos.
No lo dude. Aquí, estoy seguro, está una de las grandes causas por las que muchos prefieren, cansados ya de no hacerla en la formalidad, irse a la leva del narco, cuyas empresas parecieran tan respetables como las tabacaleras, las cigarreras, las alcoholeras, las telefónicas y hasta las que organizan las elecciones o los moches, la compra de votos, o el embarazamiento de las urnas electorales. No se enoje ni se sonroje. Esta es la neta de este país del agandalle, de la transa, de la corrupción y de la impunidad.